PARTE 56: ADAM LADO B2 Y HELEN LADO B1

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"Sobreviviente"

Helen permaneció oculta entre las lápidas y mausoleos del camposanto. Su plan

principal, al menos por ese momento, era tomar aire y descansar un poco en un

lugar en el que creía que nadie iría. Su sorpresa fue mayor cuando vio a cuatro

sacerdotes y que uno de ellos era él que había visto en la catedral, al que había

golpeado para poder salir de ahí. Al verlos, se escabulló entre las tumbas y pensó

en correr, pero se detuvo al percatarse de que otro sacerdote, muy alto y con

algunas canas en su cabello oscuro, salió de la vieja iglesia en desuso y los llamó.

—Vengan, adentro—dijo.

Todos caminaron hacia la iglesia. Helen reflexionó en que esa era la mejor

oportunidad para irse sin llamar la atención, pero sintió una profunda curiosidad por

lo que pasaba ahí y se acercó a la iglesia. Sobre todo, estaba interesada en saber

lo que ellos querían hacerle a Adam, abrió la puerta y se ocultó detrás de las viejas

bancas de madera para escuchar la conversación.

—Buscamos por todas partes—dijo uno de ellos.

—¿Nada? —preguntó otro.

Los cuatro que habían llegado se miraron entre ellos. Uno asintió y otro habló.

—Encontramos al padre Danielmuerto.

La perplejidad de los sacerdotes era más que evidente. Helen no sabía quién era el

hombre del que hablaban, pero no se sorprendió al escuchar la noticia de su

defunción puesto que eso era lo que había reinado durante toda la noche: la muerte

de inocentes.

—¿Qué? ¿Cómo? — preguntó otro de ellos.

—Tenía el cuello roto, pero había muchos seminaristas más con él, todos muertos—

explicó.

—¿Pistolas?

Negó con la cabeza.

—No tenían ni una sola herida en sus cuerpos, ni sangre, ni hematomas. Solo

estaban muertos.

El silencio se hizo presente por unos segundos, tanto que Helen temió hacer

cualquier ruido que revelara su escondite. Finalmente, uno de ellos, el más alto,

continuó con las preguntas.

—¿Cómo es posible?

—Creemos que fue él. Debió ser él.

—Solo él podría matarlos sin siquiera tocarlos—agregó otro, convencido de las

palabras de su compañero.

—Daniel y Jack están muertos ¿Cómo se supone que haremos esto? Éramos un

equipo.

—William, tú conociste al joven ¿Hay algo que puedas decirnos?

Al igual que todos, Helen miró al sacerdote, pero ella lo hizo asomando ligeramente

la cabeza por el respaldo de la banca.

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora