PARTE 53: ADAM LADO B1 Y HELEN LADO B2

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James Toward

Adam y Eliot permanecieron ocultos en el mausoleo por varios minutos. Eliot había

adoptado el papel de vigilante porque Adam se rindió ante el cansancio y se quedó

dormido en el piso, con la espalda recargada en la pared y las manos entrelazadas.

Eliot miraba hacia el exterior y ocasionalmente veía a Adam, pero él continuaba con

la cabeza agachada, sin hacer un solo movimiento más que el de su pecho ante la

constante respiración.

Eliot lo observó por unos cuantos segundos más y después volvió a enfocar su

mirada en el exterior. Sus ojos se dirigieron hacia un conjunto de luces que

alumbraban el camino, se quedó boquiabierto al ver a varios hombres que

caminaban por el cementerio. Se agachó para que no la vieran y en cuclillas se

aproximó a su compañero.

—Adam— lo llamó a la vez que lo sacudía del hombro—¡Adam!

El abrió los ojos.

—¿Qué pasa? — preguntó sin ningún rastro de somnolencia en su voz.

—Hay gente allá afuera—¡Sobrevivientes!

Adam se irguió y alcanzó a ver la luz de las linternas que algunos llevaban para

alumbrar las tumbas y los mausoleos.

—Rayos—dijo Adam al mismo tiempo que se agachaba.

—Creo que son sacerdotes—observó Eliot susurrando—. Vi esas cosas que usan

en el cuello, pero no estoy seguro ¿Eso es bueno?

Adam ladeó la cabeza y entrecerró los ojos.

—No sé.

—¿Crees que ellos sepan cual es el origen de todo esto?

—No se me ocurre otra razón por la que varios sacerdotes estén caminando por un

antiguo cementerio. Están buscando algoo a alguien.

—¿Deberíamos ir con ellos? Adam, tal vez sepan cómo ayudarte.

Adam recargó la espalda en la pared y suspiró.

—¿Y querrán hacerlo? — preguntó él con pocas esperanzas—. Lo que tengo dentro

de mí causó todo esto.

Eliot asomó la cabeza y se dio cuenta de que cada vez se alejaban más.

—Yo me encargo—dijo él a la vez que se apresuraba a abrir la puerta—. Tú quédate

aquí, traeré ayuda, lo prometo.

Adam no intentó detenerlo, permaneció en el interior del mausoleo mien tras que

Eliot corría a toda velocidad para alcanzar a los sacerdotes.

—¡Esperen!

Todos giraron abruptamente al escuchar la voz del hombre, desesperado y

cansado.

—¡Alto ahí! —ordenó uno de ellos alumbrándole el rostro con la linterna.

Eliot se detuvo, no por la orden que recibió, sino porque estaba cansado, colocó las

manos sobre las rodillas y se jorobó para tomar aire.

—No soy enemigo—dijo él con la respiración entrecortada—. Me llamo Eliot Hayes,

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora