PARTE 43: ADAM LADO A1 Y HELEN LADO B2

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Ataúd cerrado

Había aceptado a su huésped. Por veinte años estuvo dentro de él y lo había

olvidado, olvidó que lo había invitado, que su cuerpo fue su casa. Lo aceptó y lo

reafirmó en el momento en el que prometió que los ayudaría a cumplir la tarea por

la que había sido elegido años atrás. Mientras caminaba, repasaba en su mente

todo lo vivido, concentrándose principalmente en los momentos más felices de su

vida y sintió coraje y repulsión al hacer consciente que incluso en los mejores

momentos, ese demonio había estado dentro de él, observando y escuchándolo

todo, burlándose de él porque sabía que esa felicidad era efímera y que no cumpliría

ninguno de sus deseos.

Adam se recargó en la pared y se concentró para saber en qué lugar se encontraba

Helen. Belly le había dicho que él sería capaz de saber la ubicación de ella y tenía

razón, al concentrarse supo de inmediato que Helen estaba en la vieja iglesia de

Kennys Lake, un lugar abandonado, misterioso y punto de reunión de los más

jóvenes del pueblo con el único propósito de divertirse.

—¿Por qué está ahí? — se preguntó.

Tenía el deseo de que ella estuviera en algún otro lugar, pero no en una iglesia, el

único lugar al que no quería entrar en ese momento porque no quería disgustar a

su viejo amigo a pesar de que había sido capaz de vivir rodeado de símbolos

religiosos sin que lo que estaba dentro de él reaccionara de forma violenta, justo

como le había dicho al padre William Miller once años atrás. Caminó hacia esa

iglesia cuyo antiguo cementerio seguía despertando muchas inquietudes no solo

entre los habitantes locales, sino también a cualquier extranjero que estuviera

interesado en la historia del pueblo.

Recordó un momento específico de su infancia, días después de que fuera

engañado por Belly y las hermanas. Recordó que estaba asustado, llorando en su

habitación, las luces del exterior se metían por su ventana y él tenía miedo de

levantarse y correr las cortinas, tenía miedo de bajar de su cama para buscar a sus

padres o a su hermano. Lloró y vio como la perilla de la puerta se abría y apareció

una mujer, de cabello castaño y largo, vestida con un camisón blanco, se acercó y

se sentó en la cama junto a él, lo cargó y lo sostuvo entre sus brazos.

—Tranquilo, mi amor. Mamá está aquí.

Adam se aferró al abrazo de su mamá y ella comenzó a tararear una canción

mientras lo mecía. Él sabía que en los brazos de su madre estaba a salvo y siempre

estaría bien.

Y mientras caminaba por la oscuridad y destrucción de Kennys Lake, tarareó la

canción que su madre había preparado para él. Y por un momento, sintió que era

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora