PARTE 7: ADAM

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La presentación del director del museo fue sublime y el discurso de Guillame

Mareau con la traducción simultánea de Adam prometía ser excelso. Los invitados

parecían disfrutar del momento, pero todo éxtasis se vio interrumpida por gritos que

provenían de los pasillos del museo y de las otras salas; ese fue el momento en el

que todo se volvió un caos insostenible. Escucharon gritos y ruidos como si se

rompieran todos los cristales, aventaran sillas y mesas desde lo más alto antes de

que los presentes generaran sus propios gritos y llantos. El director estaba pidiendo

a todos que mantuvieran la calma, pero nadie le hizo caso. Las alarmas de incendios

y sismos se activaron a la vez generando más pánico y la gente corrió de un lado a

otro buscando una salida, el director sabía que esas alarmas estaban enlazadas

con la policía, así que, por una fracción de tiempo, creyó que todo estaría bien.

—Llamen a seguridad— ordenó, pensando que era un acto de vandalismo el que

estaba ocurriendo.

A diferencia de la gente que corrió desesperada, Adam se quedó en su mismo lugar

y pudo ver el horror al que se enfrentarían.

El sarcófago de la momia comenzó a abrirse poco a poco y del interior surgió una

mano demacrada y gris que movía sus dedos con dificultad, primero fue la mano,

luego un delgado brazo y finalmente se mostró completa la criatura que yacía

dentro, su apariencia era casi esquelética y se retorcía, pero con cada segundo que

pasaba recuperaba parte de su carne y mientras lo hacía gritaba, un grito imposible

de ignorar porque retumbaba en todo el salón al punto de que era necesario taparse

los oídos. La momia comenzaba a tener la apariencia de un cadáver reciente, no

había color en su piel, sus ojos eran dos grandes agujeros negros y las uñas de sus

manos eran tan largas que podían dañar a alguien con facilidad, y el olor que emitía

era nauseabundo. Se levantó, dejando ver la ropa que llevaba puesta que consistía

en un hábito negro que estaba roto y sucio.

Un valiente guardia de seguridad se acercó a él y quiso detenerlo creyendo que se

trataba de una broma de mal gusto, pero todos sus intentos fueron en vano. Lo que

salió del sarcófago colocó su mano sobre la cabeza del guardia y este emitió un

agudo grito antes de reducirse a cenizas como si ese toque hubiese bastado para

quemarlo por dentro y por fuera.

Todos los que presenciaron eso se dieron cuenta de que no era una broma y que

estaban a la merced de él a menos que se fueran de ahí. Y eso fue algo que los

presentes intentaron hacer, entre empujones y gritos quisieron abandonar el salón

y Adam decidió que debía hacer lo mismo, se olvidó de los invitados, así como ellos

se habían olvidado de él y corrió hacia la puerta.

El museo era grande, tenía muchos pisos y en ellos demasiadas puertas, pero cada

rincón del inmueble estaba invadido por criaturas que creía no haber visto antes,

tenían cuernos en sus cabezas, piernas y brazos, pero también alas y vio los

colmillos en su boca en el momento en el que mordieron a una persona frente a él.

Miró hacia atrás y pudo ver a la momia que caminaba entre la gente, a todos los

que se interponían en su camino los tocaba y pasaba lo mismo que con el guardia:

gritaban antes de volverse cenizas.

Los hoyos negros en los que estaban sus ojos se posaron en Adam.

— Tú eres polvo— dijo él en un susurro mientras caminaba hacia Adam con su

mano extendida. Una voz que solo él pudo escuchar.

— y en polvo te quedarás— continuó Adam sin saber por qué había finalizado la

oración. Él le sonrió con la grotesca boca que tenía, como si el hecho de haber

concluido esa frase le diera una pauta.

Y Adam reconoció que esa sonrisa ya la había visto antes y se sintió atraído por

ella, pero antes de que pudiera ir con él, unas heladas manos se posicionaron sobre

sus hombros y él asumió que era una de las criaturas, se paralizó al pensar que

esos segundos serían los últimos porque ya había visto lo que las criaturas hacían.

Se alegró cuando miró bien y así darse cuenta de que era Eliot.

— Reacciona Adam— le dijo mientras lo jalaba del brazo—. Vámonos de aquí.

Lo llevó hacia el pasillo y subieron las escaleras hacia la planta alta, abrió una de

las puertas de la oficina de seguridad y ahí había más compañeros cuyos nombres

Adam no recordaba en ese momento, sin embargo, ellos conocían el suyo. A pesar

de que estaban encerrados ahí, podían ver lo que sucedía a través de las pantallas

que mostraban lo que las cámaras de seguridad grababan, se quedaron por varios

minutos dentro sin hacer ni un solo ruido, ni siquiera el de sus voces, hasta que uno

de ellos se levantó para mirar las pantallas aterrado y convenciéndose de que la

situación era más que peligrosa.

— Tenemos que salir de aquí— dijo el guardia—. Vayamos por la azotea, así

llegaremos al otro edificio. Yo tengo la llave de las puertas de seguridad.

— Mejor vamos por la cloaca— opinó otro de ellos que vestía con traje azul. Era

regordete y apenas tenía cabello.

En cualquiera de los dos casos, debían correr, para llegar a la azotea o para bajar

por la cloaca y ninguno de los dos lugares garantizaba seguridad. Sobre todo,

porque saldrían a las peligrosas calles de Kennys Lake. Sobrevivir dependería solo

de ellos.

Si decides ir por la azotea tomarás el lado Adam lado A ve a la parte 8 y

podrás conocer más sobre el origen del mal. Si decides ir por la cloaca ve a la

parte 9, tomarás el camino Adam lado B y podrás explorar más el pueblo.

Caminos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora