El niño se había quedado dormido en sus brazos y al cabo de unos minutos se hizo
pesado. Cuando llegó a Waccos lo primero que hizo fue recostar al bebé sobre el
mostrador mientras dejaba que las luces parpadeantes la asustaran más de lo que
ya estaba. Tomó una bolsa de frituras que no le interesó pagar y se sentó en una
de las sillas y empezó a comer y mientras masticaba pensó que no había
probabilidades de que los padres del niño llegaran. Con tristeza, reconoció que la
posibilidad de que estuvieran muertos era alta. Cuando terminó de comer, cerró los
ojos por un instante ya que no se había hecho consciente de lo exhausta que estaba.
Sus ojos se cerraban y sus extremidades comenzaban a pesarle. Y no pensó en
nada más que en su agotamiento y poco a poco se quedó dormida a pesar de que
ella no quería hacerlo porque temía a lo que había ahí, sin embargo, su agotamiento
no le permitió mantenerse alerta ni un segundo más.
Y en su cansancio, se sumergió en un sueño que fue tan real, en el que pudo sentir
las caricias en su cuerpo, el frio del clima y las emociones que se hicieron presentes.
Helen estaba acostada en una cama y a su lado se hallaba Adam. Se levantó
abruptamente llamando la atención de él que de inmediato le preguntó lo que
ocurría. Ella le contó todo, comenzó por decirle que tuvo un sueño en el que ambos
estaban trabajando en un museo y que poco después aparecían criaturas que
mataban a todos los visitantes.
—¿Tan malo soy que te provoqué pesadillas? — bromeó una vez que ella
concluyó—. Tal vez pueda hacerte sentir mejor.
Helen rio, se enderezó y lo besó en los labios. En un movimiento rápido, él retiró la
cobija que los cubría, La besó en los labios y seguido recorrió su cuello, bajando
más y más hasta llegar a su intimidad de la cual sus labios se adueñaron mientras
sus manos le acariciaban los pechos por debajo de la camiseta. Helen soltó un grito
ahogado al primer contacto que tuvieron. Y lo único que ella podía hacer era jadear
y entregarse a su pasión. Gimió tan fuerte que él rio.
—Los niños—dijo él en un susurro.
Entonces Helen dejó de disfrutar el momento, a pesar de que él continuaba
besándola.
—Adam para—dijo con severidad— ¡Adam!
Él se detuvo, se sentó a su lado y la miró confundido.
—¿Qué te pasa?
Helen dirigió sus ojos a las manos de Adam y vio que tenía un anillo de matrimonio
en su dedo índice. Lo tomó de la mano izquierda y observó el anillo.
—¿Qué es esto? — le preguntó.
—Mi anillo— respondió dudoso—. Tú también tienes uno.
Ella se sobresaltó, miró su mano y justo como lo había dicho, tenía un anillo. Se
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Caminos de medianoche
HorreurUn culto siniestro se estableció en las tierras de Kenny's Lake y Candy's Dock. Trescientos años después volvieron para recuperarlas. Durante un evento histórico, comenzó la peor noche de todos los habitantes de estos pueblos, desatando el mal del...