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10.

Aquel pequeño niño de melena negra y, rostro redondo corría por el pasillo de la escuela, atraído por aquella melodía que, inevitablemente, envolvía su interés y lo atraía hacia ella como si le estuviera llamando a gritos mientras agitaba sus manos.

Con sus algo desgastadas zapatillas y, sus cortas piernas, siendo más pequeño que las anchas paredes y los maestros caminando, Seungmin terminó de pie frente al salón de música, con las mejillas rojas por el cansancio y, la respiración acelerada gracias al rápido trote que adoptó para conseguir escabullirse de la fila para ir al baño con gran discreción.

Y ahí estaba, sus pequeños ojos se llenaron de inmenso interés, pestañeó repetidamente y juntó sus pequeños deditos suaves, dando lentos y tímidos pasos hacia el interior del salón. La mujer de cabello corto y liso, con su vestido floreado y el delantal azul cielo tocaba el piano para los montones de niños aglomerados a su alrededor, casi todos ignorando la melodía que esta generaba al presionar cada una de las teclas.

—¡Seungmin!

Ignoró los gritos de su profesor, quien seguramente ya había notado su ausencia y, se había enterado de que había corrido por los pasillos hasta un salón que no le correspondía a él.

La madre de Seungmin nunca tuvo dinero para introducirlo en las clases de música que tanto quiso.

Terminó de pie entre todos los niños charlando o, mirando cualquier otra cosa que no fuera la profesora sentada en el banquillo tocando el piano. La mujer le miró, su mirada se tornó dulce y cálida, lo suficientemente como para hacer que una sonrisa tímida se dibujara en los labios del más chico y, entonces, recibió un tirón en el brazo.

—¡Seungmin!, ¿Qué haces aquí? —reprochó el profesor, agachándose frente a él mientras tomaba sus hombros con firmeza y, le miraba con el ceño fruncido.

La melodía envolvente que tanto cautivó a Seungmin se ausentó con un crudo corte y, con la dolorosa mirada de decepción de la maestra y, todos esos ojos encima, Seungmin se sintió avergonzado y pequeñito, mucho más de lo que ya era. No sabía si había sido más dolorosa la mirada de la maestra de piano o, que la música se hubiera detenido.

—¡Sabes muy bien que no puedes venir aquí!

Aunque estaba llorando, no se estancó en el salón u formó un berrinche, se dejó llevar hacia la dirección mientras el fuerte agarre de su profesor que, casi lo arrastraba por el pasillo del jardín de niños, hacía doler su pequeño y delgado brazo.

El castaño de diecinueve años suspiró, por un momento creyó haber estado soñando, pero, sin darse cuenta, había despertado en algún momento con aquel recuerdo y, sólo estaba mirando al techo con su blanquecino cuerpo desnudo bajo las gruesas sábanas que, desprendían aquel agradable aroma.

La melodía en medio de la oscuridad le había transportado a lo que nunca fue un sueño y, sólo era un recuerdo de su infancia que, de alguna manera, terminó convirtiéndose en una vívida pesadilla y, una roca más al saco que cargaba en su espalda. Vivió a exhalar, cerrando sus ojos en medio de la habitación ajena, con las manos sobre su pecho y, la cabeza sobre una almohada.

Тоска; Kim SeungminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora