Epilogue

451 28 18
                                    

Esteban

Dos asquerosas semanas han pasado desde que vivo en esta horrible pesadilla. Daría todo por que un día despierte en mi cama, con la que era mi dulce mujer sobre mi pecho completamente desnuda, que sea como un día cualquiera donde bajábamos juntos a desayunar en compañía de mis padres.

Sin embargo aquí estoy. Odiando mi existencia. Detestando cada segundo que respiro. Es un castigo y tormento vivir esto. Ni en mis más remotos sueños imaginé una vez que algo así me llegase a suceder.

Mi orgullo masculino no soporta ver en lo que me he convertido por una mujer. Mujer que me arrebató a traición todo lo que poseía, pintándose de una forma y resultando de otra.

Perdí hasta mi identidad, perdí mi carácter y autoridad. No soporto despertar cada día para vivir de esta forma. Mi mente no procesa todo lo que estoy viviendo.

Ella tuvo las de ganar, debo admitir que tiene los cojones o ovarios bien puestos al hacer algo tan osado. Se las arregló para cargarse a toda una dinastía de siglos reinando en la corona.

Su máximo apoyo vino del proletariado, sin ellos no hubiese llegado muy lejos. Hoy me quito el sombrero antes sus jugadas. Porque nos jodio a todos.

Esa condenada mujer me obliga a desempeñar un papel que ahora mismo detesto. Estoy vivo aún no sé por qué. Su abuelo cada que me ve demuestra lo mucho que me odia y lo tanto que ansía asesinarme, pero condesciendo en sus sentimientos.

Heme aquí, atado de manos y pie. El castillo está rodeado de todos los miembros masculinos de ese clan que ahora son guardias reales.

Cada noche entro en su habitación y respiro por la herida que me hizo. Me manda a buscar en el aposento de mi difunto padre ahora suyo. Voy directo al grano, y es follar como desaforado, eso es lo que hago día a día.

Verla desnuda, embarazada y exquisitamente deliciosa solo para mí, me pone, pero mi rencor puede más. La odio y se lo demuestro en las noches, pues la follo con brusquedad. Todo la delicadeza quedó desfasada y ella parece no molestarse cuando gime como puta mientras la embisto.

No hablo, ni ella lo hace. Solo cogemos y bien entrada la madrugada regreso a mi habitación para volver a mi actual rutina.

Mis ansias de venganza son como el oxígeno que respiro. Cada hora intento trazar un plan, un truco para recuperar lo que me pertenece.

Porque es muy jodido todo, ni aunque me ruegue perdón de la peor manera, le perdonaré todo lo que me hizo.

Aún me sorprende pensar en las vueltas que da la vida. Y me asusta idear que la criatura que ata a los dos apellidos de más peso en este reino, no llegue a respirar.

Mi mente lucha por auto convencerme de que no sería capaz. Pero mi corazón grita que sí, que ella no tiene sentimientos, que solo es un monstruo disfrazado de mujer.

Tanto odio que sentí por Hassie y ahora la mujer que me destruyó es más aterradora de lo que mi hermanastra fue un día.

Camino custodiado por los guardias hasta su habitación. Todo está en penumbras y no me opongo a mi encomienda. Abro la puerta luego de que los dos hombres sueltan mis manos.

La claridad ayuda a mi visión y la busco entre las sábanas de la cama. No está ahí, la brisa nocturna entra por la ventana y mi piel se eriza por lo gélida que está la noche.

Veo su silueta solo cubierta por la bata de seda. Llego a su sitio solo mirando la noche estrellada.

La noto girándose frente a mí y la observo mucho más descubierta de lo que creía. Sus ojos me recorren el rostro y un leve sentimiento me intenta arañar mi coraza de odio hacia ella.

—Es hermosa la noche ¿verdad? —habla por primera vez en dos semanas.

Asiento percibiendo su piel erizarse por el frío. Noto su mandíbula apretada y ahora creo ver un gesto de dolor en su rostro.

—Hoy, día catorce del noveno mes morirá el último rastro humano que queda dentro de mí —confiesa y no entiendo muy bien.

De pronto sus manos se sostienen de la baranda del balcón y su rostro se arruga corrompido por el dolor. Los gritos emergen de su garganta.

Mis nervios cobran vida con tal escena entendiendo lo que quiso decir. Voy a su sitio con sus alaridos taladrándome los oídos e intento tomarla.

Un líquido tibio corre por sus piernas y nuevamente mi temor cobra vida.

Los guardias no demoran en llegar abriendo abruptamente la puerta.

—¡Un doctor, está de parto! —vocifero desesperado.

La pongo sobre la cama y veo cómo se retuerce. Su amiga esclava y Elena entran corriendo hasta su sitio.

Mis manos se mueven nerviosas presenciando todo a mi alrededor. Anhelé tanto que llegara este día.

El doctor llega y nos pide a todos los hombres que salgamos.

—¡Yo no me voy! ¡Es mi hijo! —reclamo exasperado.

Pero los guardias me toman, me remuevo y golpeo a uno en la nariz. Cae inconsciente en el suelo y otro intenta patearme, pero lo evito y lo golpeo también. En segundos llegan cinco más tomándome inevitablemente.

Me arrastran fuera y grito desesperado viéndola gritar sobre la cama.

«Hoy, día catorce del noveno mes morirá el último rastro humano que queda dentro de mí»

Sus palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza. Me llevan a mi habitación y la ansiedad me consume haciéndome darle patadas a la puerta.

«Ellos no podrían hacer algo así...»

«Ella no lo haría, no asesinaría a nuestro hijo...»

«Hoy, día catorce del noveno mes morirá el último rastro humano que queda dentro de mí»

Te mataré Sadasha, juro por mi vida que te mataré.

Fin
.
.

_________________
Nota de la autora:

Espero que hayan disfrutado de mi novela.

Gracias por su apoyo.

Un agradecimiento especial a quién me motivó a terminarlo, a mi lectora y amiga: yulietbri

❤️

Dueña de sus VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora