Chapter 3

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Sadasha

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Sadasha

Creo que me es imposible articular palabra justo ahora, pues estoy como ya he dicho paralizada. Yo no espiaba solo tomaba aire, él fue quien llegó después. Pero ¿cómo contradecir al futuro rey en su pensar?

¡Estoy jodida!

—Excelencia—le digo en su leve susurro casi inaudible.

—¿Me espiabas esclava? —pregunta no para responderse él mismo sino para escucharlo de mi boca.

Es repulsivo admitir que espiaba a un hombre teniendo relaciones. No soy una niña como para no saber que hacía.

—No alteza —admito sin voz con la cabeza directo al suelo, mientras juego con mis manos nerviosas y mi pecho no para de vibrar.

—Admítelo de una vez que eso es lo que haces joder —reclama con su furiosa voz y toma con brusquedad mi mandíbula.

Me levanta el mentón a su mirada y solo veo el iris verde tornándose cada vez más y más airado. Pero yo prefiero quedarme en silencio. Sus ojos bajan a mis labios entreabiertos, que abro tratando de respirar con suavidad. Hace más fuerza en su agarre y solo de fondo se escucha la música.

Yo no hago más que sentirme sumamente sencible y increíblemente calurosa, este hombre logra lo que nadie a podido desde que tengo uso de razón. Y creo que pone así a todas, quiero que no me afecte pero me es imposible.

—¿Te crees capaz de desear a un príncipe esclava? —pregunta él ahora en tono sensual aproximándose a mis labios—, ¿crees que una simple esclava como tú podría siquiera tocar a alguien como yo?

Mis ojos van a sus labios cuando estos se curvan con una sonrisa ladina de suficiencia. Es imposible apartar la vista de ellos, el toque brusco de sus manos es quitado de inmediato cuando escucho que dice obersvando fijamente mis labios.

—Lárgate esclava, y si te vuelvo a ver merodeando cerca de mi lugar no querrás haber llegado aquí jamás —farfulla de malas maneras.

Me le quedo viendo y tuerzo los ojos al entender lo que dice, respondo cuando ya está lo bastante lejos como para que no escuche nada, ya que los sonidos de los instrumentos son muy altos.

—Yo tampoco querría haber llegado aquí en primer lugar —expongo molesta.

Salgo de vuelta al salón y los bailes se siguen efectuando, al sala está llena de damas con vestidos pomposos y de colores intensos, con sombreros llenos de plumas y adornos, guantes en sus manos que se unen a las de los caballeros.

Ellos también lucen sus hermosos trajes, unos negros, azules, rojos, todos en colores oscuros, portan sombreros masculinos y los relojes salen de sus sacos hasta conectar en sus pantalones. Me es imposible no detallar tales vestimentas.

Arendele no es lugar para gente adinerada como ellos, gente de clase social alta. El que más rico era allá era un simple plebeyo con una gran asienda y muchos caballos y vacas. Jamás vi a ninguno vestirse así de elegante. Justo cuando determino a casi todos los presentes y que mi visión permite, mi vista cae directo en el príncipe.

Dueña de sus VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora