Chapter 26

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Se preguntarán:
¿Qué rayos sucede aquí?...

Un mostruo desató a otro más temible y salvaje. Rio para mis adentros al pensar en Hassie, al final ella tenía toda la razón. Yo soy igual o peor que ella, fue el primer asesinato que cometí dentro del castillo y sin duda el que más disfruté.


Asesinato de Hassie:
Narrador

La esclava ha pasado por tanto que siquiera logra dejar de pensar en el odio que al envuelve en la confortable cama que le brindó la lunática bastarda. Es jodido que luego de lastimarte al punto de lo insoportable mande a un doctor luego a curarte.

Y es lo que ve, sus piernas levantadas envueltas en trapos blancos, la sangre en ellas es visible debido a lo profundo de sus heridas.

Escorpiones, látigos, agua, brasas, cristales y perros se han convertido en sus peores pesadillas, no puede dejar de pensar en eso, en todo junto mientras grita por ayuda.

Llora completamente embargada por la impotencia, el sentimiento de soledad la acorrala dejándose ver como nunca antes, débil e inservible. De pronto la puerta se abre y la voz infantil llena al estancia callando los sollozos de la esclava.

—¿Estás enferma Sadasha? —pregunta Rubik con voz frágil.

La esclava limpia sus ojos tratando de disimular ante la niña, nadie la ha visto en ese estado. Se logra sentar arrugando la cara por el dolor en las piernas y con su mano toca la mejilla de la preciosa niña de rizos.

—Sí pequeña, estoy un poco enferma —responde restándole importancia.

La pelinegra baja su cabecita con la mirada llena de tristeza, y Sadasha siente su corazón arrugarse ante tal gesto, le recuerda mucho a su angelito.

—¿Qué pasa enana? —susurra la esclava a la niña.

La misma fija sus ojos a ella llenos de lágrimas.

—No me gusta que estés enferma Sadasha, porque si te enfermas ya nadie va a jugar conmigo y mamá no me dejará salir del cuarto.

Y Sadasha entiende a la perfección a Anna, porque siquiera ella misma dejaría a su hija sola por los pasillos con esa lunática suelta.

—No te preocupes cariño pronto podré salir a jugar contigo —conforta a la niña de rizos.

—¿Lo prometes? —inquiere la pequeña totalmente esperanzada.

—Te lo prometo linda —contesta la esclava postrada en la cama, que ahora se inclina obviando la punzada de dolor en sus piernas para besarle la cabeza. —Ahora ve a donde tu mamá, sabes que no puedes estar aquí.

La pequeña asiente y se marcha, pero cerrando la puerta tras de sí y al instante vuelve a abrirse, para ver entrar por la misma la peor pesadilla de Sadasha hecha mujer.

—¿Quién es esa niña? —sisea con su fina voz.

La pelinegra postrada en la cama traga grueso antes de responder.

—Es la hija de Anna.

La esclava observa ahora como los labios de la princesa se curvan hacia arriba y sus ojos se achican debido a una espelusnante sonrisa, lo hace tal cual depredadora ante su nueva presa.

—¡No le hagas daño por favor! —suplica Sadasha desde la cama.

La desquicidada bastarda ríe por lo que oyó decir.

—No te preocupes cariño, increíblemente aún estás viva tú —expresa seria, cambiando de ánimo repentinamente.

La princesa oculta del rey da vueltas por la habitación hasta detenerse frente al espejo del tocador. Se mira en el por un momento y de pronto, toma el cofre que había sobre la mesa del mismo y lo lanza contra el cristal haciendo que Sadasha se sobresalte, y que todo se llene de pequeños cristales.

Dueña de sus VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora