Chapter 7

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Sadasha

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Sadasha

Su espalda es todo lo que mis ojos ven al él salir andando. Mentalmente reviso mis opciones y al parecer no tengo ninguna, solo ir a dónde sea que vaya y hacer lo que a su majestad le pase por la pervertida cabeza.

Salgo con pasos lentos escuchando los quejidos de dolor que salen de la boca del chico que se propasó conmigo. No soy amante de la violencia, pero me alegra que esté así, pues era yo o él y obviamente me escojo a mí misma.

No pierdo del vista a el heredero siguiéndolo por los pasillos inmensos del palacio. La música fuera se escucha desde donde estoy lo que hace que mentalmente me tranquilice, pues si alguien nos ve es mi cabeza la que va a rodar.

Siempre he tratado de manterme en segunda plana, odio ser el centro de las cosas y con él me siento así, daría lo que fuera por pasar desapercibida y no estar en esta situación, pues jamás me pasó por la cabeza que iba a tener relaciones sexuales prematrimoniales con el jodido príncipe de la corona.

Abre la puerta ante él y entra sin siquiera girarse o escuchar una invitación de su parte, le sigo y entro, cierro tras de mí y veo su mirada puesta en mi ropa.

Antes de que comience a decir nada, ya sé lo que debo hacer, me digo una y otra vez que terminará rápido, que sea fuerte, que no tengo opción, tengo que cuidar de Purple.

Mis botones se van desabrochando y con ellos el vestido cae al suelo, dejándome solamente en la ropa de hilo que cubre casi nada mi desnudes. Esteban se acerca a mí y comienza a besarme el cuello, aún puedo ver la sangre secándose en sus manos y no puede ser menos maniática esta situación.

Una de sus manos va quitando el nudo del pañuelo y deja caer mi largo cabello por mi espalda, sus labios no paran de succionar mi sensible piel, y yo soy toda un mar de gemidos por lo que provoca en mí.

¡Maldita sea!

Él sabe donde tocar exactamente para arrasar con miles de deliciosas sensaciones. Caminamos a cómo podemos siendo un torbellino de besos y toques por todos lados, hasta que siento una cama tras de mí. Percibo que él me deja caer en ella y yo firmo mis manos mirándo sonrojada cómo va desabrochando su camisa para descubrir su pecho ante mis ojos.

No paro de comérmelo con la mirada pues su torso es algo jodidamente digo de ver. ¡Dioss!, es todo músculos, sus brazos enseñan las venas que lo recorren, en su pecho hay pequeños vellos que comienzan desde el inicio de su garganta hasta el final de la V en su vientre.

¡Joder!

—¿Te gusta lo que vez? —inquiere con orgullo ladeando una sonrisa.

Mi ceño se frunce en respuesta sin mover mis labios para responder. Veo como sus pantalones caen al suelo y debido a eso toda su gran logitud queda sin pudor frente a mí.

Desvio la vista pues realmente siento bastante vergüenza al verlo. Es un maldito dios en un mundo de puros mortales.

—Tócame, hazme olvidar quién soy y lo que debo hacer —me exige.

¿Qué? ¿Que haga qué?

Miro sus ojos y estos estan cargados de deseo. «¿Por mí?»

Pensar en que lo tengo frente a mí como dios la trajo al mundo. ¡Joderrr! Me siento muy nerviosa y muy pero muy exitada , desde mi sexo se desprende un fluido que siento que empapa toda la ropa interior.

Su mirada expectante hace que me remueva nerviosa pero en vez de tocarlo ahí, decido quitarme la prenda antes de que no pueda volver a usarla. Me recuesto y la deslizo por mi cuerpo bajo su penetrante mirada. Mis pechos y caderas quedan desubiertas y él no hace más que tragar grueso.

—Tócame —vuelve a pedir con la voz mucho más oscura.

Sin darle más vueltas al asunto, lo hago.
Mis manos tocan su pecho, las yemas de mis dedos queman bajo su fuerte y musculosa piel. Voy deslizándome por todo el pecho y abdomen hasta sentir que voy terminando el último cuadrito.

Quito de pronto mi mano al llegar ahí, pero siento cómo la toman con fuerza y la llevan justo donde me cohibí tocar.

—Es aquí donde quiero —me dice sin tapujos.

Mi mano toca su miembro y al cerrarlo en un puño, no logro tenerlo todo en mi mano.

¡Joder!

Su mano sobre la mía mantiene un ritmo enseñándome lo que debo hacer. Muevo alante y atrás su duro miembro y veo cómo me ve con intensidad cuando hago eso, sus ojos se vuelven oscuros y muerde su labio inferior con deseo.

¡Mierda!¿Cómo puede exitarme algo que no me están haciendo a mí?

Cada vez voy más deprisa sobre él y sus ojos cada que nada se cierran gruñendo con fuerza, mi pecho se agita y siento que voy a explotar de lo acalorada que estoy viendo cómo él se remueve de placer por lo que le hago.

De pronto su mano agarra la mía quitándola de ahí y me mira.

—No quiero acabar en tu mano, quiero estar dentro de ti —pide y por primera vez creo que lo que escuché fue un tono de súplica.

«¿Es lo que yo quiero?
¡Sí, sí quiero!»

Asiento sintiendo cómo en la habitación hace un calor horrible mientras él se me viene encima. Su boca va directo a una de mis tetas. Mi espalda se inclina hacia su boca para que tenga mejor acceso pues odio admitirlo pero me encanta que me chupe las tetas.

Jala y succiona el pequeño y rosado pezón que está como una piedra, y sus dedos se mueven en mi sexo, juegan con mi humedad y siento cómo el fluido que desprendo me corre por mis piernas.

¡Dejaré la cama manchada de sangre otra vez!
¡Dolerá otra vez!
¿Acaso soy masoquista?

Mis pensamientos quedan interrumpidos al sentir como me abre las piernas y sin demora se mete entre ellas. No deja de chuparme el cuello ni las tetas cuando se deliza sin problemas dentro de mí.

Suelto un maldito gemido cargado de satisfacción al sentirlo dentro de mí, duro y grande, clavado en mi vagina. ¡Joder!, comienza moverse ahí dentro, chocando cadera con cadera.

Mis chillidos y gemidos hacen eco por todo el lugar y agradezco la música, pues creo que hasta los malditos reyes me escucharían sino fuese por ella. Sus sonidos de satisfacción van haciéndose cada vez más intensos y cada vez se mueve más dentro de mí, más y más rápido. Me sostengo con fuerza de su dura espalda casi encajando mis uñas en ella, porque es demasiado intenso.

Mis terminaciones nerviosas no paran de hacerme sentir en otro planeta hasta que todas se van acumulando en mi vientre, haciendo que me invada un intenso fuego, avisándome lo que se aproxima. Mis ojos están cerrados cuando siento explotar todo dentro de mí, eso me hace arañar con fiereza su espalda y que me invadan espasmos en mis piernas.

Poco después él también deja de moverse con frenesí, para salir de mí sin perder tiempo y estar de rodillas en la cama. Veo que su mano se mueve como antes lo hacía yo sobre su entrepierna hasta que se derrama en mi vientre. El líquido blanco cremoso cae en mí y él sonríe como nunca lo ha hecho conmigo.

Se tira al lado mío en el colchón, nuestros pechos y respiraciones agitadas, es lo único que se hace escuchar en la habitación.

—¿Te dolió? —pregunta con la voz entrecortada.

—No —digo en un susurro.

—Te dije, solo era la primera vez —me explica con calma.

¿El príncipe hablando tranquilo y relajado?
¡El poder del sexo!

Dueña de sus VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora