Chapter 10

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Esteban

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Esteban

Los ojos de Hanna me ven gozosos pero yo solo trato de mantener mi rígida sonrisa. Siento la presión en mi nuca por todo esto, jamás pensé que llegaría este día. Odio no tener mi libertad de elegir con quién estar, y más que nada odio ser utilizado como un juguete. A veces eso es lo que somos, simples juguetes reales. Que sigen estándares y requerimentos que por generaciones siguió nuestro linaje real.

No sé en que momento comenzó esa esclava a meterse en mi mente, que ya no puedo sacarla. Todo en ella me atrae de tal manera que ni siquiera pensé sentir por alguna mujer. Es hermosa no puedo negarlo, me impresiona que alguien tan bajo como ella pueda serlo. La rubia que me ve ahora solo muestra sus dientes a todos, lo que me hace pensar que sí está realmente feliz con esto.

Ni siquiera la conozco, solo la he visto entre el montón de damas buscado pareja. Fue un matrimonio arreglado entre nuestros padres, su influyente familia dará bastantes beneficios a la realeza. Pero su figura no me saca los ojos, ni tan siquiera el escote apretado que hace que sus tetas se vean muy pero muy pronunciadas.

La música empieza a sonar y le tiendo la mano para invitarla a bailar.

—Gracias alteza —me dice con coquetería.

—Por favor Hanna puedes llamarme Esteban —pido serio y ella asiente.

Damos juntos varias vueltas bajo las miradas de todos los presentes, veo a mis padres felices y todos en la sala sonríen hacia nosotros. Todos excepto la esclava que ha robado mi tranquilidad estas últimas semanas. Me fijo cada vez que puedo en su rostro rígido, sus ojos están bastante oscuros sin embargo no logro saber por qué.

Ella me ha dejado bien en claro que no quiere tenerme cerca, pero no se la creo. Sé que le gusta lo que hacemos y que muere por dejar que la vuelva a tocar. Juro que cuando me pidió que la besara casi lo llego a hacer. Ejerce una fuerza o poder en mí que no le he dado voluntariamente.

«Rogarle a una esclava? Baf, ni siquiera he tenido más de dos palabras con una nunca»

Hanna sigue moviéndose conmigo al compás del sonido hasta que cesa. Hacemos las típicas reverencias y es hora de ir a pedir las bendiciones reales. Tomo su mano y nos dirigimos hacia mis padres. El rostro casi siempre serio de papá se suavisa al llegar a él, y tomo su mano y la beso, seguido de Hanna que hace lo mismo que yo. Luego nos hincamos y el rey se pone de pie en su trono.

Toma su bastón de oro con la gran perla roja en la punta.

—Por el poder que se me ha otorgado a mí, Esteban Adolf III, doy mi bendición a mi hijo el príncipe heredeo y futuro monarca de nuestro pueblo, que el día de hoy se comprometió con la duquesa Hanna Johnson —habla en voz alta mientras todos hacen silencio, levanta su bastón y lo pasa de mi cabeza a la de Hanna—. Que dios los bendiga en este enlace.

Dueña de sus VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora