II

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Nina era una mujer frívola, era una mujer bella con un ego enorme. Se estaba viendo en el espejo mientras el televisor mostraba en el noticiero a Elena y Juliana Priego-Falcó felizmente inaugurando un hotel. Se giró para prestar atención y le sorprendió de inmediato ver a una mujer tan atractiva y elegante como Elena. ¿Era ella la enemiga de su mujer? Le parecía poco creíble, sabía Nina de todas las fundaciones de Elena y cómo ayudaba a los más necesitados, no entendía como alguien que hacía tanto bien podría tener una rivalidad así.

—¿Mamá, por qué crees que mi mamá Ariadna odie tanto a la señora Elena?

Pregunto su hija Adriana limando sus uñas. Nina negó, en realidad no comprendía.

—Supongo que fue por un negocio multimillonario que Elena le ganó a tu madre.

Adriana arqueó la ceja.

—Mi mamá es mucho mejor que esa mujer. Cualquiera sabe que el grupo Ayamonte es mucho mejor que el de Priego-Falcó. Tan solo mírala, se nota que no viene de una familia bien como mi mamá Ariadna. Es obvio que escaló a un lugar que no debería ser suyo. Se ve corriente...

Nina, en el fondo no estaba de acuerdo con su hija, pero el conflicto de su origen siempre le generó una pequeña inseguridad interna, algo que no aparentaba siendo ella tan confiada y vanidosa.

—Concuerdo, no tiene sentido hablar de alguien que no vale la pena. Deberíamos mejor enfocarnos en hacerle una cena a tu hermana porque pronto va tener un evento importante, además... Adri, tienes que poner todo de tu parte para seguir adelante. Eres una niña brillante y hermosa, tienes que ponerle empeño.

En una plática motivadora se le fue la tarde a Nina, una mujer que era la esposa trofeo. Siempre con la última generación de la moda, con los lujos más novedosos y cuyo único trabajo consistía en verse bien y atender su casa. No le molestaba, claro que no, esta era la vida que Nina siempre soñó. La hija mayor del matrimonio Ayamonte, Regina, se encontraba buscando la oficina para inscribirse al proyecto que le había mencionado a su padre. Estaba totalmente entusiasmada para trabajar allí, tanto que la sonrisa no podía apartarse de su rostro.

—Disculpa, yo he llegado primero a la inscripción.

Una voz varonil interrumpió el pensamiento de Regina. Se giró a observar de dónde provenía dicha voz y un hombre de ojos claros la miraba atentamente.

—¿Vienes a lo del concurso?

Preguntó ella en esta ocasión, el joven apuesto asintió sonriendo. Él supo de inmediato que aquella señorita era sin duda alguna, la mujer más bella que había visto.

—No sabía que había fila. Disculpa.

Correspondió su sonrisa Regina. Él muchacho, tenía los ojos claros, un extraño color aceituna que contrastaba bastante con su cabello color castaño oscuro, la mirada era triste como si hubiese un niño inquieto y sensible en el fondo. A la mayor de las Ayamonte, el joven le pareció demasiado noble.

—Descuida. Soy Dante, mucho gusto.

Regina sonrió y a Dante aquel gesto le generó la mayor de las ternuras.

—Regina, un gusto. De verdad lamento haberme metido. Espero que no te haya molestado.

Dante movió la cabeza negando.

—Fui el primero en llegar y no se ha presentado nadie más hasta ahora. Recién me bajé de un vuelo y bueno, me vine enseguida.

Regina asintió y procedió a sentarse en una silla a un lado de Dante.

—Vaya, es que es un gran proyecto. No te juzgo, yo habría hecho exactamente lo mismo si estudiase fuera de la ciudad.

El joven Priego-Falcó sacudió esa cabellera ondulada para luego rascar sutilmente la sombra de la barba que se había afeitado la noche anterior.

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