XVI

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—¿Qué está pasando, Alejo?

Cuestiona Elena completamente confundida al sentirse observada en su oficina. El ahijado la miraba sin saber que decir, sabía que esto detonaría en su madrina una furia descomunal que nadie podría calmar.

—Ma... Madrina, salió la noticia de que tú...

Y sin poder terminar esa frase, Dante apareció hecho un energúmeno en aquella oficina, empujando a su madre con fuerza. Sus ojos estaban agitados, enrojecidos y fuera de sí. Aún sin comprender, Elena no respondió y se limitó a ver el inmenso televisor de su despacho. La noticia de su infidelidad con Beatriz había salido. Se mantuvo firme, y con dolor pudo sentir como lo que tanto temía ahora se encontraba delante de ella.

—¿En serio? ¿Es en serio, mamá? ¡¿En serio le hiciste ese daño a mi mamá Juliana?! ¿Qué pasaba por tu mente? Dios... Eres una egoísta, no lo puedo creer.

El reproche estaba justificado, pero aquel temple de Elena iba a desaparecer si no lograba controlarse. Intentó hallarle sentido a las emociones de su hijo, no quería caer en echar culpas porque nada bueno saldría de ello.

—Necesito que te tranquilices para que podamos hablar. Ni yo estoy para gritos y no te va a gustar mi versión sin paciencia, hijo. Cálmate.

Dante sacudió su cabello ondulado, pensando en Juliana y en cómo habría de sentirse traicionada.

—¿Calmarme cuando le viste la cara a mi mamá, que te aguantó desplantes y demás mierda? ¿No puedes ver qué destruiste a tu familia?

Elena apretó la mandíbula, y Alejo podía sentirlo en el aire, su madrina iba a explotar.

—Hay tantas aristas en esto que no lo vas a entender jamás, hijo. Nunca vas a entender la toma de decisiones que hay detrás de un acto así. Lo único que puedo decirte es que sí quieres quedarte con ese lado de la historia está bien. ¿Lo oyes? Está bien si decides que esa va a ser tu verdad, pero en mi relación con Juliana, nadie se mete. Es un asunto entre ella y yo, y lo último que te voy a permitir es que me levantes la voz como si fuera nadie en tu vida. Te comportas...

Respiró profundamente la empresaria, buscando en ese trance una especie de paz que no sentía alcanzar.

—¿Esa es tu excusa? Es pobre, tan pobre como tu desempeño como mamá, como esposa y como ser humano. No vuelvas a dirigirme la palabra.

Sin más, Dante se marchó  limpiando las lágrimas de sus ojos, dejando atrás a su madre en estado de pánico, uno de esos que podía anunciar el inicio de una caída en la locura. Apretó las manos, furiosa y más que molesta. Cogió las llaves de su auto, quería hablar con Juliana lo antes posible.

—Encuentra quién vendió esa información.

Ordenó Elena a su mano derecha, a su ahijado. Él enseguida se puso en marcha.

—¿Madrina, quieres que averigüe quien fue el artífice de esto?

La empresaria negó y tragó saliva.

—Esto tiene nombre y apellido, es Ariadna Ayamonte. Necesito que me encuentres con el traidor.

Con prisa, Elena condujo de vuelta a su casa donde una Juliana estaba esperándola con el anillo de matrimonio sobre el concreto. Priego la miraba, notaba en ella la decepción y el dolor. Antes habría amado herirla así, sin embargo en el presente, su corazón estaba adolorido al percatarse de todo el daño provocado.

—¿Con la modelo?

Fue lo primero que salió de la garganta de Juliana, salió como un alarido desgarrado. Un reclamo lleno de rencor y de angustia. Elena asintió, solo le quedaba ser honesta con ella.

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora