XXIV

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—¡Mamá! ¡La hemos encontrado!

Entró Dante a la mansión, subiendo rápidamente hasta la habitación de Juliana. Encontrando a su madre abrazada a la almohada de Elena. Conmovido por la escena, Dante se acercó a ella con suavidad y la despertó.

—Mamá, ya encontramos a mamá Elena... Está viva, mamá...

Juliana saltó de la cama con toda su fuerza y Nina llegó con rapidez a la recámara, en esos días había sido el sostén para una Juliana sin fuerza.

—¿Dónde  está ahora? Debemos ir por ella, hijo. Debemos traerla a casa... Debe estar aquí con nosotros, vamos por ella.

Balbuceaba nerviosa y Dante asintió.

—La están cuidando en un hospital, mamá. Primero deben revisar su estado. Está en un hospital en la frontera... Iremos en el avión. ¿Crees que puedas ir?

Juliana asintió, movilizando toda su energía para empacar ropa que Elena pudiera necesitar.

—Tenemos que salir ya, tu madre nos necesita.

El joven Priego sonrió, por fin podía dormir después de tanto. Observó a Nina con cariño y decidió que ellas también debían ir y demostrarle a su madre cuánto la apreciaban.

—Señora Nina, usted ha sido una gran ayuda y soporte para mí familia. ¿Podría hacerme el favor de acompañarnos?

Nina con los sentimientos a flor de piel, no pudo negarse y en compañía de ambas hijas y de la familia Priego-Falcó, partieron en el avión privado de ellos para poder acudir lo más rápido que se pudiera a las instalaciones del hospital donde estaba Elena. Durante todo este tiempo, Ariadna había sentido el despojo en carne propia. Su familia había elegido bando, según ella, y ese era el de Elena. Juliana también había decidido estar con la que seguía siendo su esposa y eso le comía el alma brutalmente. Agobiada, enfrentaba la soledad como podía. ¿Cómo pudo Elena ganarle? No lo entendía, y por más que la odiara, se negaba a aceptar que alguien le hiciera ese daño garrafal. En lo profundo, Ariadna no le deseaba la muerte a Priego, no tenía esos alcances. Aunque claro que lamentaba perder ante ella, y odiaba con todo su ser sentirse desplazada y comparada con ella. ¿Cómo podía dejar de sentirse así? No lo tenía claro, no tenía una respuesta lo suficientemente poderosa para comenzar un camino ajeno a sus problemas con Priego. Confundida, Ariadna bebía de su trago de escocés. ¿Cómo podía reconquistar a Juliana?

—¡Ya encontraron a Elena! Pero me informa mi contacto en la policía que está en un muy mal estado.

Informó Augusto a su mejor amiga. Tenía en el rostro un semblante de lamentación y preocupación por su acérrimo rival. Ariadna asintió y bebió nuevamente de su copa, no podía ocultar su alivio al saberla con vida, así como tampoco podia negar que estaba contrariada por todo lo que le había pasado.

—¿Está en riesgo?

El abogado confirmó.

—Está en la UCI, en cuidados intensivos. Aún no hay diagnóstico, sin embargo mi informante en el hospital quedó en decirme cualquier novedad con ella.

—Bien, ahora déjame sola, por favor...

...

—¿Pensaste en lo que le dirás cuando despierte?

La misteriosa mujer guardó silencio unos cuantos minutos antes de responder.

—No tengo cara para decirle nada. Lo único que hice fue ayudar a una mujer que ha recibido más injusticias que bendiciones en su vida y todo por culpa mía...

La veterana mujer se limpió una lágrima y respiró profundo antes de acariciar la melena de una Elena sumamente herida.

—Debes dejar de culparte por eso, Luciana... Ahora no puedes seguir escondiendo quién eres.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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