—Pasen por favor. Muchas gracias por venir. Están en su casa.
Saludó Nina al abrir la puerta de su hogar. Encontrándose a la familia Priego encabezada por una Elena deslumbrante. ¿Cómo podía ser tan atractiva? Pensó Nina, sonrojándose por sus propios pensamientos. Juliana sostenía firmemente la mano de su esposa, como si sintiera una especie de amenaza cerca.
—Gracias.
Añadió Elena. Ambas familias estaban en el salón de la casa, frente a frente mientras la pareja que hizo realidad este evento, permanecían juntos. Representando un puente, metafóricamente hablando. El silencio estaba presente y Nina, en soledad era la única que lideraba a su familia. Lo que llevó a la empresaria a preguntarse si Ariadna asistiría.
—Debo disculparme por Ariadna, estaba su agenda bastante apretada el día de hoy. Va a llegar lo más pronto posible.
Se excusó Nina sin esperar nada de su esposa. Al menos, eso era lo obvio para Juliana.
—No te preocupes. Los protagonistas están aquí y son ellos los que deben llevar la batita de esto.
Expresó Elena con total libertad, haciendo reír a su hijo, mismo que estaba visiblemente nervioso.
—Mamá, por favor...
Susurró Dante y Juliana soltó una carcajada encantadora. Nina por momentos muy diminutos se llegó a cuestionar su decisión al elegir a Ariadna como esposa. Su ausencia hoy era justamente eso que la hacía dudar de sus elecciones. Respiró profundo, no quería siquiera imaginarse lo que su hija Regina podría sentir al no estar presente la que era su ejemplo a seguir. Pensando en ello, la puerta se escuchó. El timbre dio tres sonidos sutiles, la ama de llaves abrió y por algún latido de su corazón, tanto Nina como Regina esperaban que fuera Ariadna, sin embargo, la presencia de una mujer longeva llamó la atención de Dante, la reconocía y por consiguiente, sabía que su madre y Alejo también lo harían. Alejo se puso pálido, como si viera un alma en pena y Juliana apretó el brazo de Elena con tanta fuerza que parecía el mundo girar en cámara lenta.
—Buenas noches...
Habló con un tono claro en la voz, Elena levantó la vista, reconociendo por lo sonoro a esa madre de sus años de niñez. Jamás olvidaría su voz, se dijo a sí misma. La empresaria no podía creerlo y solo pudo ver a su hermano con un instinto protector abismal. Llevando su brazo a cubrirlo por el torso. Juliana se percató de ello y se puso de pie. Todo esto eran segundos dónde todo ocurría simultáneamente. Regina sintió el ambiente, siguió las miradas y las expresiones en ellas, desconociendo el incierto sentimiento en cada uno de los Priego. Adriana se sorprendió, no le quitó los ojos de encima a Alejo, era como si supiera por conjeturas, que ese rojizo delator en los párpados de ese pelinegro, le estuvieran confesando lo mismo que aquella vez en la carretera. Todo al mismo tiempo, en la misma línea sucedía.
—Buenas noches, Luciana. Gracias por venir...
Saludó Nina, viendo gratamente a su invitada, ignorando por completo lo que ocurría detrás. Juliana se puso de pie inmediatamente y como si fuera un escudo humano, se colocó delante de su esposa y su cuñado.
—Familia Priego, ella es Luciana Palmisano. Por casualidades de la vida, la señora fue vecina de mi madre cuando yo era pequeña y crecí diciéndole tía. Y vaya que el mundo es un pañuelo, pues, ella es la madre del profesor de Regina. Y por si fuera poco, es la esposa del agente que hizo posible tu rescate, Elena.
Luciana escuchó el nombre y toda la introducción que había brindado Nina. La mujer observó a su hijo, el enojo en sus ojos rojos. A su nieto y su mirada desorbitada. A Juliana y esa fuerza que estaba dispuesta a usar si la sentía amenazante, y por último, a su primera hija. Ahí estaba Elena, despierta. Con esos inmensos ojos oscuros viéndola como si fuera una aparición, una ilusión de su mente. No podía descifrar lo que expresaba bajo sus pestañas, solo podía atestiguar la dilatación de sus pupilas. Luciana sintió la sangre en sus pies, un gélido frío aturdiendo sus músculos. Era como si su alma hubiera abandonado su cuerpo. Elena no dijo nada, solo la miraba mientras su brazo protegía a su hermano con fervor. Pasó saliva sin apartar el contacto con Luciana. Ambas, haciendo un pacto de silencio temporal.

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INDELEBLE
RomanceAmar es una odisea para aquellos que aman y no son correspondidos. Amar es un suplicio para los que están alejados del amor de su vida. Amar es un sacrificio para los que se atreven a sentir. Sin miramientos, esta historia cubre las emociones más co...