Poco más de dos décadas atrás...
—No es posible que esa inversión se nos haya olvidado, Augusto. Literal, mi papá me va a matar.
Expresó una joven Ariadna con auténtica preocupación en el semblante. Su mejor amigo y mano derecha asintió.
—Olvida tus días libres con Juli... Vamos a tener mucho trabajo ahora.
—¡Maldita sea! Le prometí que iríamos a volar en globo aerostático. Soy un asco...
Ambos comenzaron a trabajar mientras una joven y ambiciosa Elena se plantaba frente a ellos.
—¿Otra vez se te pasó una inversión? Ay, Ayamonte...
Ariadna sonriente parecía no percatarse del tono de burla de su colega. Pronto, Elena se aproximó a ellos y con velocidad identificó el problema.
—Ya está perdida la inversión, lo que te queda es ir por las acciones menores y moverlas antes de la medianoche. Si lo haces, podrías generar un interés mayor por la mañana y la pérdida no sería tan grave. ¿Qué piensas?
Ayamonte observó a su mejor amigo y con cierta complicidad analizaron los pros y las contras del conflicto, y en efecto, Elena parecía tener la razón.
—Eres muy buena para esto, Priego. De verdad no me sorprende que trabajes aquí. Cuando sea presidenta te voy a necesitar bastante, yo no me olvido de los míos.
Habló Ariadna como una verdadera heredera. Hizo lo que Elena había propuesto y al finalizar le dio una palmada en el hombro.
—Tienes talento, no lo desperdicies. Ahora gracias a tí, podré pedirle matrimonio a mi novia. ¡Te debo una, Priego!
Dijo al despedirse. Tanto Augusto como Ariadna salieron del inmenso corporativo dejando atrás a una Elena sombría. Con lentitud y un sabor amargo en la boca, Priego sujetó firmemente un pañuelo de seda color blanco perla con las iniciales JM. La mujer que amaba iba a casarse con una colega. Con fuerza, Elena caminó por las calles húmedas de la ciudad, lejos de aquella zona iluminada con farolas francesas y fachadas elegantes. Sumergida en pensamientos de desprecio a su historia y de sincero odio a su pasado. ¿Por qué Ariadna Ayamonte sí podía tener a Juliana y no la podía tener ella? ¿Por qué su camino era más sencillo que el suyo? Reflexionaba con esas cuestiones y con desdén siguió su camino por callejones que a cualquier hora del día podían ser peligrosos.
—Hasta que nos encontramos, hija de puta...
La voz ronca de su padre la aturdió un poco. Lucía igual de ebrio y adicto, su cara seguía hinchada por el alcohol y sus manos sucias seguían indicando que trabajaba en oficios mecánicos. Con seriedad, Elena permaneció en su lugar, pensando en su madre y lo que pudo haberle pasado al lado de su padre.
—¿Lo conozco?
Trató de desentenderse y falló en el intento.
—Ahora que ganas unos centavos te crees mejor que los demás. ¿Qué piensas, que vengo a pedirte dinero?
Elena asintió.
—Pienso que eres patético. Ni siquiera puedes estar de pie. Te daré cincuenta para que vayas a comprar el licor más barato y te duermas en una banqueta, papá.
Dureza, era lo único que podía sentir. Su coraza de hierro cubriendo los rincones de sus entrañas a tal punto que podía escuchar el óxido de su piel. Su padre se acercó, el tufo al alcohol aterrizó en el ambiente y Elena hizo una cara de asco.
—¿Piensas que aceptaré tus migajas?
Elena negó y su padre enfurecido la empujó hacia uno de los costados del callejón. Era un hombre alto y fornido, aún conservaba la fuerza bruta.
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INDELEBLE
RomanceAmar es una odisea para aquellos que aman y no son correspondidos. Amar es un suplicio para los que están alejados del amor de su vida. Amar es un sacrificio para los que se atreven a sentir. Sin miramientos, esta historia cubre las emociones más co...