—¿Ya está dada de alta? ¡Por fin!
Gritó una Simona feliz. Aunque Juliana seguía con el ánimo indispuesto, estaba alegre porque su esposa había vuelto a caminar y a ser independiente. La fuerza de voluntad de Elena era un deleite para los ojos de todos. La terapia la había tomado, aunque sea refiriéndose a Juliana como una extraña, como esa enemiga en casa.
—¿Y usted señora Juliana, cómo está?
Juliana encogió los hombros, se había llenado de optimismo para recuperar al amor de su vida como diera lugar.
—Podría estar mejor, Simona. No puedo mentirte. Espero que Dios me conceda el milagro de poder ver a Elena con sus ojos llenos de amor de nuevo.
Simona suspiró, ella había atestiguado la montaña rusa que había resultado en el matrimonio Priego. Esos altibajos tan marcados en su historia que habían teñido de fé y redención a un amor que padecía de las inclemencias de la vida.
—No pierda la esperanza señora, confíe. La señora Elena siempre la ha amado con todo su ser. Dudo mucho que ese amor se haya desvanecido. Y aunque ahora parezca el más grande de los oidos, debe recordar que el odio es amor disfrazado de dolor. No sé preocupe, crea en ella.
La sabiduría de Simona siempre hacia sonreír a Juliana, y aunque Elena estuviera llevando su proceso, era inevitable para ambas seguir sintiendo esa frontera entre ellas. Un muro robusto, alto e imposible de cruzar se encontraba entre Elena y Juliana. No cabían dudas, Elena Priego-Falcó estaba decidida a resguardar su corazón de cualquier daño referente a Juliana.
—¿Y dónde está ella ahora, señora?
Juliana suspiró y revisó que la habitación y la oficina estuvieran bien acondicionadas para Elena.
—Debe estar con su terapeuta. Dijo Alejo que él mismo la traería a casa.
Simona siguió a Juliana por toda su revisión. Y con duda, la anciana ama de llaves esperó cualquier retroalimentación por su parte.
—Todo está perfecto, Simona. Muchas gracias, ya sabes que debes estar a disposición de ella completamente. No hagas ningún comentario acerca de mí, eso sí debo remarcarlo. No sé cómo ella puede recibir que interfieras por mí, así que trata de ser lo mas neutral que puedas, por favor.
Simona afirmó con la cabeza.
—Tengo una duda, ¿señora, cómo van a vivir aquí las dos si se llevan tan mal?
Juliana suspiró y acomodó su frondoso cabello.
—Tenemos un diálogo cordial, está yendo de a poco con su terapeuta. Aun no distingue lo que es verdad de lo que no, así que acordamos compartir espacio con la menor interacción posible.
Era una prueba del destino para Juliana, debía ser paciente.
—Comprendo. Haré lo mejor que pueda, señora. Daré mi mayor esfuerzo. Usted no se preocupe por nada.
Juliana sonrió y escuchó el auto de Alejo llegar. Con rapidez se marchó a la parte superior de la casa, viendo cómo Simona recibía a Elena. Su atuendo ligero mostraba que había ido a rehabilitación y a natación, y ahora le añadía la terapia. Por lo bajo, Elena trataba de encontrar a Juliana por algún lado, aunque disimulando perfectamente su interés.
—Bienvenida a su casa, señora Elena.
Elena observó a Simona y sonrió de lado. ¡Qué hermosa se miraba! Juliana desde arriba no pudo evitar sonreír como reflejo al poder ver a su esposa esbozar un poco de alegría.
—Gracias Simona. ¿Dónde voy a descansar? Estoy algo agotada. Necesito reponerme.
Y con esa frase, los tres desaparecieron por el fondo del pasillo del primer piso. Dejando a una Juliana aturdida, con el corazón volando por solo una sonrisa. Un gesto que no miraba desde hace meses y que se moría por recibir. Adentrada en su habitación, Juliana Moguer olía la ropa de su esposa con anhelo, su perfume y esas blusas de cuello alto que siempre traía puestas. Esa fragancia que anunciaba la llegada de un maremoto de sensaciones indescriptibles y llenadoras. En la inmensidad de una cama que únicamente era cubierta por Elena, Juliana se prendió de esa blusa y comenzó a llorar para liberarse un poco de toda la frustración que tenía encima, intentando así, invocar a su mujer a entrar en razón.
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INDELEBLE
RomanceAmar es una odisea para aquellos que aman y no son correspondidos. Amar es un suplicio para los que están alejados del amor de su vida. Amar es un sacrificio para los que se atreven a sentir. Sin miramientos, esta historia cubre las emociones más co...