XXIII

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—Interrumpimos la señal para notificar a la ciudadanía de la desaparición de la empresaria Elena Priego-Falcó. El día de hoy, hace un par de horas, su equipo de seguridad fue atacado por una especie de convoy desconocido. Su camioneta fue interceptada mientras la magnate iba camino a una de sus casas de playa. Dos automóviles le impidieron el paso, y fue adentrada a una furgoneta sin matrícula. En las siguientes imágenes podemos ver cómo ocurrieron las cosas. Las autoridades ya tomaron cartas en el asunto, esperemos que los equipos especiales puedan resolver todo de la mejor y más segura forma posible. En definitiva, un golpe duro para la comunidad...”

Juliana estaba pasmada, escuchó la noticia y su corazón se detuvo. ¿Su Elena estaba en peligro? Sin percatarse, lágrimas densas caían por sus mejillas. Su palidez retomó la figura y cuál papel, parecía que estaba por desvanecer. ¿Cómo o quién pudo hacerle eso a su esposa? La filántropa negó, no sabía qué hacer y por ello mismo, tanto Alejo como su hijo llegaron con rapidez a la mansión.

—¡Mamá! ¿Estás bien?

Dante temía lo peor, se sentía en peligro y sentía en peligro a los suyos. Si su mamá Elena había sido raptada, quedaban completamente vulnerables. Ese golpe fue premeditado, muy bien planeado. Alejo seguía llamando a todos lados, moviéndose de un sitio al otro, sin saber muy bien qué debía hacer. Aunque sintiendo en el fondo de su mente, una especie de premonición que le advertía de Ayamonte. Únicamente ella podía hacer semejante hazaña, pues Elena era prácticamente intocable para cualquiera, menos para Ariadna, y viceversa...

—Tu mamá... Mi amor, tu mamá... No puede ser, Dios mío... Mi Elena...

Balbuceaba y Alejo negó furioso para golpearse la pierna desesperado.

—Mataron a Efraín. Iba con Elena... Lo hallaron en el Carrizal junto a su escolta. No te preocupes madrina, te aseguro que la vamos a encontrar. ¿Está bien? Ni Dante ni yo nos vamos a detener hasta hallarla. Cree en nosotros.

Dante se limpió una lágrima, sí estaba triste y asustado, pero pensaba en cómo se comportaría Elena si estuviera a cargo. Si alguno de ellos estuviera en peligro, ella sin dudarlo estaría moviendo mar, cielo y tierra para liberarlos. Por ello, el hijo de las Priego decidió sin más qué perder.

—Confía en nosotros, mamá... Ale, necesito que llames a la empresa y que pidas los videos de seguridad del circuito ejecutivo que rodea la compañía, también los del estacionamiento y pide al ayuntamiento las grabaciones de seguridad de tres kilómetros de la empresa, de esta casa y del hotel donde se queda. Y llama al ingeniero, que busque las grabaciones de seguridad de las camionetas que se llevaron y las respalde. Hay un GPS incluído con la aseguradora, es importante llamar allá también y conseguirlas. Vamos a encontrar a mi mamá, lo haremos.

Ambos jóvenes parecían bestias recién liberadas, los dos con sospecha de quién era la persona detrás de tan siniestro juego.

Días atrás...

—No puedo creer que ni siquiera me llame. Sé que dijimos que nos daríamos tiempo, mas la extraño tanto...

Confesó Juliana a su confidente Simona, mientras el té caliente estaba en la mesa. Simona no podía evitar sonreír. Escucharla hablar así era lo que más la ilusionaba, pues nadie mejor que ella sabía de inicio a fin la forma en la que habían experimentado su relación.

No obstante, Juliana Moguer no podía olvidar la sonrisa de Elena ni mucho menos su tacto, su forma de entregarle todo sin cuestionar y de tomar lo que sentía suyo sin titubear. Y al mismo tiempo, aparecía en su mente la moderación con la que había actuado después, como si fuera otra persona. Darle espacio, tiempo para pensar mejor si podían estar juntas o no, era el voto de confianza más alto que habían vivido hasta ahora.

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