III

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Habían pasado semanas de la inscripción en el concurso. En la mansión Ayamonte un grito desaforado había alertado a toda la casa, era Regina que había recibido la notificación de aprobación de su proyecto. Saltó de un lado a otro como conejo descontrolado y rápidamente su madre Nina entró a su habitación un poco asustada por el grito anterior.

—¿Qué sucede mi amor?

Cuestiona aún con la bata de seda de su pijama puesta.

—¡Me aceptaron mamá, me aceptaron!

Nina comenzó a saltar con su hija y de la emoción ambas se echaron a la cama abrazadas. No cabía la felicidad en el pecho de Regina y no cabía el orgullo en el corazón de Nina. Mientras tanto, en Dante en su habitación de la universidad, había despertado con la misma noticia que Regina, había sido aprobado su proyecto y de inmediato agendó un vuelo para ir a la ciudad. Tomó su celular y llamó a su madre Juliana.

—¿Mamá? Me aceptaron, fui seleccionado para el proyecto.

La emoción en la voz de Dante contagió a Juliana que no podía evitar sentirse feliz.

—Debo decirle a mi mamá Elena, va a estar muy orgullosa.

Esa frase llenó aún más de felicidad a Juliana que era lo que más quería, una relación más estrecha entre Elena y su hijo.

—Aprovecha mi cielo, aún no se ha ido al trabajo. Sigue arreglándose. Te la paso... Elena, Dante te llama.

Elena salió del baño luciendo impecable, altiva y elegante. Algo que no pasó desapercibido en Juliana, quizá era porque se llevaba mejor con Dante que podía prestar atención en esos ligeros detalles.

—¿Estás bien, hijo?

La genuina preocupación en la voz de Elena pronto desapareció.

—Aceptaron mi proyecto, fui seleccionado mamá. Gracias por creer en mí...

Elena sonrió con franqueza, no se daba cuenta que estaba siendo observada por Juliana detenidamente.

—No me agradezcas, tú hiciste lo que te correspondía y esto es la prueba de que cuando te propones algo, eso siempre será para tí. Te felicito, hijo. Si necesitas cualquier cosa dímelo, el avión está a tu disposición para que te vengas a cumplir con eso.

La conversación no continúo mucho después de eso y Elena al finalizar la llamada apretó los puños y se dio la media vuelta para festejar que su hijo había cumplido con su propósito. Juliana la vio de reojo y se rió audiblemente, atrayendo la atención de una avergonzada Elena.

—Nunca había visto esta faceta de tí...

Dijo Juliana gratamente sorprendida. Elena se sonrojó y encogió los hombros.

—Estoy muy orgullosa de él... Has hecho un trabajo estupendo, Juliana. Gracias.

Era la primera ocasión en la que Elena había reconocido algo de Juliana, era insospechado para la mujer que se quedaba en el hogar. ¿A qué se debía tan repentino cambio? Se cuestionaba Juliana constantemente, era el impulso de llevarse bien, quizá. No obstante, no comprendía bien la mentalidad de su esposa, se le dificultaba leer su accionar, sin embargo, no le molestaba esa transformación. Ante tan bonita declaración, Juliana se quedó con una sonrisa en el rostro, una expresión graciosa que fue observada por Simona.

—Me gusta verla así señora...

Juliana acarició su cabello y se puso de pie.

—Creo que están ocurriendo milagros, Simona.

La señora de mayor edad asintió comenzando a limpiar un poco la habitación.

—Los cambios son buenos, siempre avecinan lo mejor.

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora