Capítulo 34. Un segundo

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Abrazo a papá, y no tengo ganas de soltarlo. Ciro y Namid también están fundidos en el abrazo profundo. Los cuatro, unidos al fin.

—Gracias por no rendirte —dice Namid—, en verdad, gracias, hermana.

—Jamás los abandonaría. Gracias a ustedes por no perder la esperanza de que los íbamos a encontrar.

Papá me acomoda el cabello, mis hermanos se sientan en el suelo y quedamos en silencio por unos segundos, apreciando que nos tenemos.

Analizo las facciones desnutridas de los tres. Habrá sido realmente difícil y complicado sobrevivir todo este tiempo; al mismo tiempo, debieron ser fuertes para lograr estar aquí.

Papá tuvo que enseñarles a usar poderes, y ellos, sin marcas ni protecciones, aprendieron magia ancestral, por lo que se entiende que estén agotados, desgastados y famélicos. Al llegar aquí, se devoraron todo lo que Thalia les ofrecía de comida.

Mi padre, por su parte, perdió a su espíritu de combate, se fracturó las costillas y decidió no curarlas para usar su poder en caso de que mis hermanos necesitaran sanar. En su rostro ha quedado una cicatriz que atraviesa el puente de su nariz hasta la mitad de la mejilla izquierda.

Se niega a que la desaparezca. Dice que las cicatrices hoy son su lección de vulnerabilidad, que desperdiciar magia por vanidad ya lo considera un pecado después de lo que tuvieron que vivir. Y honestamente, creo que lo entiendo.

De tanto en tanto, mi cabeza comienza a ganar miedos, el pecho se me aprieta y las lágrimas se aproximan a mis ojos. Estoy en medio de la tristeza y la felicidad. Porque sé que mi familia está hoy a mi lado, pero podría no estarlo.

Aún tengo el recuerdo latente del terror que tenía el segundo año en La Colmena, cuando mamá había vuelto. Allí solo pensaba en mis hermanos, en que tal vez mamá volvía porque quería matarnos a todos, pero fue peor. Para Carina no somos ni siquiera valor de sangre.

A veces me pregunto por qué tuvo hijos, por qué se casó y qué esperaba de nosotros. ¿Sabía que uno de nosotros heredaría el poder de la nueva estrella y podría traer a la Diosa?

Aunque la cazadora dijo que eso es algo que no se puede predecir, yo no dudo de la capacidad de Carina para mover hilos y piezas.

Respiro y seco mis ojos al darme cuenta de que mi cerebro comenzó a viajar lejos del presente. Ciro me estaba contando algo y, como no presté atención, ahora me toca adivinar. Parpadeo con rapidez y comienzo a balbucear.

—Tus amigos son geniales —dice, y yo termino afirmando con la cabeza—. La chica, la que se rompió la pierna, es increíble, sus poderes... son ¡wooow! ¿Cuándo yo inicie, podré ser así de poderoso?

Estoy segura de que mi expresión cambia cuando mi cerebro procesa la pregunta. Paso mi mano sobre mi rostro y miro a papá. Esto es algo que no tengo idea. ¿Sin la protección de los dioses y con dos menos de los siete, es posible iniciarse?

—No lo sabemos, hijo —papá se adelanta a decirle a Ciro—. Ahora mismo es mejor esperar, calmarnos y sobrevivir, ya luego habrá tiempo...

—Es que queremos iniciarnos ya —Namid interrumpe a papá—. Si nosotros hubiéramos sabido, si hubiéramos tenido poderes, habríamos estado mejor, quizás y...

—Los entiendo —me apresuro a decir, porque es verdad—. Al mismo tiempo, hay cosas que resolver, quizás juntar a más posibles iniciados... Son cosas que veremos a medida que esto pase, ¿ok? Pero, como les dijo, entiendo sus ganas de ser fuertes, yo también estuve de ese lado.

—Nos dijeron que eres poderosa —Ciro tiene un brillo en sus ojos, un brillo como de admiración, y eso solo me da ansiedad—. ¿Lo eres?

—Eso dicen —respondo—. Pero ahora es algo inútil, porque me prohibieron salir.

—Porque eres valiosa —agrega papá—. Hija, gracias por luchar por nosotros, en verdad, no sé si yo iba a poder aguantar un día más... yo...

—Lo hiciste, papá. Los mantuviste los días que debías hacerlo. Ya ahora están aquí, y muy pronto cruzarán hacia donde está Araresá; ahí podrán mantenerse seguros y quizás entrenar...

—Yo quiero quedarme contigo, aquí —Ciro habla con determinación.

—Están muy cansados —me pongo de pie, la idea de que mi hermano se convierta en un soldado de este ejército me da náuseas; ya vi a varios morir, y él apenas tiene doce años—. Y yo también, así que vamos a hablar de esto más tarde, una vez que todos tengamos la cabeza más fría y tranquila.

—Estoy de acuerdo —papá entiende mi reacción, y me alegra que sea así.

—Bien —vuelvo a balbucear por los nervios—. Descansen, nos veremos a la hora del almuerzo. Usen todo lo que quieran de esta habitación, es mía, así que...

—Gracias, hermana —Namid habla con calma—. Ve a hacer lo tuyo, luego... hablemos de esto, porque yo también estoy de acuerdo con Ciro.

Suelto aire para externar mi cansancio y demostrar que este tema me parece frustrante, pero al ver que papá se acerca a mí y me da un beso en la frente, bajo mis barreras y lo miro fijo. Él acomoda mi cabello y susurra con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Ve, haz lo que debas hacer para tranquilizarte, ¿sí? Estamos vivos, y ahora eso es lo que importa.

—Gracias, gracias, gracias, estamos vivos —repito, y a continuación me retiro de la habitación, no sin antes volver a mirar a mis hermanos y padre.

Al cerrar la puerta, el pecho se me aprieta y la cabeza comienza a dolerme. Por un lado, estoy súper feliz; por el otro, la preocupación me gana. No puedo creerlo ni concebirlo. No, no quiero que mis hermanos inicien en esto, no quiero tener que preocuparme por sus vidas.

Suficiente tengo con que todos los días me enfrente a la muerte, o mis amigos.

Necesito hablarlo con Luriel, necesito ponerlo al tanto de esto que pasa en mi cabeza y pedirle que no acepte bajo ningún concepto que mis hermanos entren en este juego. Además, ¿cómo podría estar tranquila si los mismos dioses están tras nosotros?

Veo a Juanjo salir de la habitación de Josefina, y sin dudarlo lo abordo. Él se sorprende cuando me pongo frente a él, tanto que su rostro parece desfigurarse por ello.

—¡Vega! ¡Vega! —dice algo extrañado.

—Estás raro... —lo miro de arriba abajo y sacudo mi cabeza—. ¿Has visto a Luriel?

—Noup —se apresura a seguir su camino, pero lo detengo.

—¿No?

—Noup —repite.

—Me estás mintiendo...

—Claro... que... ¿por qué te mentiría?

—Exacto... ¿por qué lo harías?

Miro al chico, quien se despeina y mira en todas direcciones. Esto no me gusta, ni un poco. Pero si esta es una treta de Luriel, me las va a pagar. Estoy segura de que algo traman.

—¿Sabes qué? No importa —Juanjo se tensa más con mis palabras—. Pero dile a Luriel que, si quiere jugar a las escondidas, que retire de mi habitación todas sus cosas.

Una sensación de rabia sube por mi cuerpo, como si me poseyera. Me alejo de Juanjo y voy a mi habitación. Ahora quiero estar sola.

Odio con todo mi ser que me afecte esa estupidez, cuando tengo mil motivos más para estar preocupada.

—Ya verás, Luriel Soldier... te voy a hacer ver estrellitas ni bien te dignes a hablarme. Idiota...

Alguien me detiene del brazo. Giro con brusquedad pensando que se trataría de él, pero veo a Rodrigo, quien me hace un gesto para que lo acompañe.

—Vamos, te veo tensa. ¿Te parece si nos quedamos en el patio un rato, hasta que todo esté en orden?

Esta es la invitación más amable que me pueden hacer en este momento, y sin dudarlo, acepto. Lo necesito, necesito que mi cabeza se calme un segundo.

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⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

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Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora