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Lágrimas gruesas resbalan por mis mejillas al observar mi casa envuelta en llamas, mismas que destruyen todo a su paso, hasta tocar el techo. El humo inunda mis pulmones pero es lo que menos me importa, solo estoy centrada en los gritos de mamá, que resuenan desde el interior. No sé cómo hago, pero pronto me encuentro allí, tratando de salvar a las únicas personas más importantes de mi vida.

Mi corazón late desenfrenado, lleno de angustia y miedo. Trato de esquivar el fuego, pero no tengo tiempo, por lo que empujo todo a mi paso tratando de encontrar a mi familia. No me importa nada, ni siquiera la muerte, no podía imaginar vivir en un mundo sin ellos. Más aún: al recordar las horribles cosas que dije antes de éste suceso.

Ni siquiera quería pensar en eso porque el dolor aumentaba. La impotencia me hace saltar sobre las llamas, tratando de ignorar el ardor de mi piel. Aunque tampoco importaba. Me eché al suelo al momento que cayó un pedazo de madera encendido y subí las escaleras corriendo, deseando llegar rápidamente.

¡Mamá! —Su cuerpo yace en el suelo, totalmente agonizante y sin realizar ningún esfuerzo por salir de allí. —¡Mamá! ¡¿Me escuchas?! ¡¿Dónde está papá?!

Sus ojos se encuentran cerrados, trato de arrastrarla hacia una zona despejada pero no responde y se hace angustiante. A lo lejos logro observar la figura de mi padre, es irreconocible. Sin duda se llevó la peor parte porque las malditas llamas de fuego no hacen más que consumirlo.

—¡Papá! —El grito arde en mi garganta, es imposible rescatarlo gracias al enorme fuego que se instala rodeando el rincón donde se encuentra —¡No! ¡por favor, despierten! No pueden dejarme.

Me aferro a la silueta de mi madre, tratando de arrastrarla por las escaleras antes de que todo empeore. Su respiración es lenta, dificultosa y agonizante. Logrando que mi pecho se comprima ante el miedo y dolor.

—¡Mamá, por favor!. —El humo me rodea, logrando que mis ojos se nublen y la culpa me invada nuevamente. —¡Despierta! Te necesito, los necesito. No pueden abandonarme.

Su cuerpo se agita fuertemente, logrando que mis lágrimas aumenten al notar su dolor. La salida se ha bloqueado por el fuego y estoy entrando en desesperación. No puedo perderla.

—¡Mírame! ¡Mamá! —El latir de su pecho desaparece, dejándome con un vacío enorme al darme cuenta de que me ha dejado. —¡No, no, no! ¡Por favor, mamá! No me hagas ésto. No puedes irte también, por favor. —Me abrazo con fuerza a su cadáver, deseando que todo sea una jodida pesadilla.

—¿Ricitos? Cariño, despierta, no es real. —Escucho una voz pero me niego aceptarlo.

—No, lo es. —Niego repetidas veces antes de sentir dos manos sobre mi rostro empapado.

—Mírame. —Tardo en abrir los ojos y volver a la realidad. Matthew me observa preocupado, mi pecho está muy acelerado y puedo sentir lágrimas sobre mi cara. —Tranquila, solo fue un mal sueño, yo estoy aquí, no pasa nada ¿Sí?

Al caer en la realidad, me arrojo a su pecho, dejando atrás esa pesadilla que me hizo revivir el peor momento de mi vida. Me sostiene entre sus brazos, logrando hacerme sentir en paz. Aunque de igual forma es inevitable no seguir llorando, ese recuerdo es una de las cosas que más trato de evitar. Odio no poder controlar el dolor que recorre mi cuerpo cada vez que revivo el escenario, especialmente porque no es la primera vez que me pasa.

El hombre permaneció en silencio durante un buen tiempo, dejando que me calmase y dando leves caricias sobre mi espalda, haciéndome sentir segura.

—Gracias. —Murmuro con voz apagada.

Incendio (ECLIPSE libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora