Jugadoras, gerentes, espectadores....
Aquí podremos ser todo lo que queramos.
Aquí, podremos reír y llorar, enamorarnos y odiar.
Viviremos una vida junto a nuestros jugadores favoritos, y como diría Mark...
¡Juguemos al fútbol!
¿Podía? Él tampoco creyó que algún día sería capaz de ello, pero allí estaban. Sentados en el andamio de losa cerca del mar, viendo las lágrimas llenar sus ojos y la rabia hervir en ella. Y se odió. Más de lo que ya lo hacía.
Quería luchar, por ella, por el mundo... Levantarse cada vez que caía. Entrenar hasta poder superar aquella velocidad fantasmagórica con la que jugaba el rival.
Pero estaba cansado. Estaba agotado de aquella batalla que parecía interminable. Estaba agotado de enfrentarse a un equipo derramando sudor y lagrimas para que apareciera otro a ocupar su sitio. Un no terminar de equipos que ni siquiera debían esforzarse.
¿El bien siempre vence al mal? No estaba tan seguro de ello en aquel momento. ¿No había luchado ellos con todo, abandonando sus familias y su ciudad para encararse en la búsqueda de más jugadores para enfrentar a unos estúpidos que decían ser alienígenas y destruían todo? ¿Había servido de algo acaso? Ganaban a uno y aparecía otro. ¿Acaso no terminarían nunca? No, no lo harían, porque ellos tenían poder. Una fuente inagotable de poder. Únicamente se agotaban a sí mismos tratando de luchar contra algo invencible.
¿Era un cobarde? Tal vez, pero no podía más.
Shawn había caído destruido mentalmente tras todos aquellos combates. Y ellos también lo harían. Nathan estaba convencido de ello. Él se sentía destruido.
Era incapaz de ver luz en aquel largo y oscuro túnel. Corría y corría tratando de alcanzarles, pero no lo conseguía... Los veía frente a él, alejándose más cuanto más se esforzaba.
Él había sufrido para llegar a lo que él era aquel día, y sin embargo los demás lo conseguían todo con poder...
Estaba cansado de luchar contra la marea.
Estaba agotado.
Solo quería parar y dejarse llevar.
Dejarse mecer.
-Lo siento. – susurró, rompiendo ambos corazones con dos palabras.
La respiración se atoró en ella. Sentía como el aire le parecía insuficiente, cuando la mirada de aquel joven que ella tanto amaba cayó en la suya.
La mirada de un peliazul destruido.
Una mirada vacía y agotada...
Una mirada apagada.
¿Dónde quedó el brillo que siempre había existido en él? ¿Dónde quedaban aquellas sonrisas llenas de picardía y comprensión incluso en los peores momentos? ¿Dónde quedó aquel joven que amaba enfrentarse a los mejores atletas?