Jugadoras, gerentes, espectadores....
Aquí podremos ser todo lo que queramos.
Aquí, podremos reír y llorar, enamorarnos y odiar.
Viviremos una vida junto a nuestros jugadores favoritos, y como diría Mark...
¡Juguemos al fútbol!
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–Toma.
La pequeña rubia observó el plato el que pelirrojo le tendía extrañada. No entendía porque le estaba extendiendo su porción de pastel a medio comer.
–¿No quieres más? – preguntó ella ladeando ligeramente su cabeza.
–A ti te gusta más, Lis. – sonrió cerrando sus ojitos verdosos, haciendo que pura calidez recorriera el pequeño cuerpecito de la rubia.
Sin embargo, ella no estaba dispuesta a dejarlo sin su trozo de pastel así que se llevó una cucharada a sus labios y luego acercó otra a los labios del pequeño.
–¿Eh? – reaccionó observando la cuchara que estaba extendida hacia él.
–Compartimos, ¿te parece? – sonrió ella esa vez haciendo que la sonrisa del pequeño se ensanchara más.
A Xavier no le apetecía comerse ese trozo de torta, no cuando sabía que a la rubia le encantaba, sin embargo, nunca se negaría a algo que ella le diera. No podía.
⚽ · ⚽ · ⚽ · ⚽
–¡Xene!
El balón sobrevoló el improvisado campo con fuerza. Quizás demasiada.
–¡Lo siento! – gritó al ver como el balón se iba lejos.
–No importa. – rio él corriendo tras él, para devolverlo al campo. – Muy buena fuerza de chut. – alagó ignorando los quejidos de sus compañeros.
Él no podía entender porque actuaban de aquella manera con Elisa. Entendía que ella no era la mejor jugando al futbol, pero ella seguía teniendo derecho a jugar con ellos. Lo importante era divertirse ¿no? Además, ¿cómo iba a aprender si no la dejaban jugar?
–Pásame la pelota, Xene. – pidió, entonando burla en el apodo que la rubia le puso al pequeño pelirrojo.
Rodó los ojos ante el comportamiento de su compañero y chutó el balón con demasiada fuerza en el pase haciendo que su compañero no pudiera llegar.
–Vaya, para lo mucho que hablas eres muy lento. – se burló él, haciendo reír a la rubia.
–¡Chicos!
Todos se giraron a ver a la pequeña peliazul que les llamaba desde la puerta corredera que daba al jardín. Se encontraba haciendo señas con las manos para tratar de llamar más su atención cuando la vieron. No les hizo falta que les dijera que sucedía, porque su atuendo era una respuesta más que suficiente.
–¡Viene visita! – terminó de confirmar la pequeña Isabella.
Los ojos verdes del pequeño se conectaron con los azules de la rubia. Había emociones entremezcladas en sus pequeños corazoncitos, porque todos sabían lo que eso significaba.