Jugadoras, gerentes, espectadores....
Aquí podremos ser todo lo que queramos.
Aquí, podremos reír y llorar, enamorarnos y odiar.
Viviremos una vida junto a nuestros jugadores favoritos, y como diría Mark...
¡Juguemos al fútbol!
El ruido que hacían los niños molestos se oía como fondo mientras la niña de cabellos azules se encontraba inmersa en aquel libro.
La fuerte lluvia fue la única que la hizo alzar la vista hacia su hermano quien tenía la mirada fija en la ventana que estaba a su lado.
Las gotas chocaban con el cristal siendo ajenos al edificio repleto de niños donde la tristeza abundaba aquella primavera.
Desvió su mirada viendo a su pequeña hermanita observarlo y le sonrió a pesar de que su corazón se rompía.
-¿Te gusta el libro, Celia?
Era su cumpleaños y sus papás no estaban. Aquello le dolía, pero no importaba cuanto sufriera él, lo importante era que su pequeña hermanita fuera feliz.
Una sensación de calidez abrazó su pecho cuando la vio sonreírle y asentir con su cabecita.
Entonces al oír el silencio invadir el lugar, el niño de ojos carmines abandonó el rostro de su hermana buscando el causante. Justo en la entrada al salón-comedor del orfanato se encontraba una pequeña de cabello azulado corto, lo que hacía verla mucho más pálida de lo que su blanquecina piel debía ser. Era de la misma altura que él, incluso diría que más bajita así que dedujo que tendría su misma edad. No miraba a nadie, tenía la vista fija en el suelo.
Y el niño de rastas se preguntó porque estaría ella allí. ¿Sus padres la habían abandonado? ¿La habrían alejado de su familia por maltratarla? ¿O sus padres habían...
Y entonces, siendo el único, pudo vislumbrar unas gotas brillantes descender de los ojos de la niña.
⚽ · ⚽ · ⚽ · ⚽
-Allá va, hermanito.
La peliazul chutó el balón con su pequeña fuerza hacia su hermano pero este se desvió. Cayó al suelo y rodó hasta detenerse delante de los pies de aquella niña.
-¡Oye! ¿Puedes pasarme el balón?- pidió la pequeña sonriente.
La niña alzó la vista de su libro para ver el balón que estaba a sus pies.
Cerró el libro dejándolo reposar en el suelo y se levantó con la mirada todavía fija en aquel balón.
Lo tomó en brazos y una sonrisa triste surcó sus labios.
Alzó la vista y por primera vez Jude pudo ver sus ojos.
Sintió su corazón dar un vuelco al ver esos ojos azul zafiro. El pequeño fue consciente de que jamás había visto un color tan bonito.
La niña de ojos azules le pasó el balón y él lo recibió perfectamente.
Él le sonrió a pesar de ver aquellos bonitos ojos aguados. Ella le correspondió.
