Gigi
Arrojo mi costosa edición de "Emma", al petulante invasor de traje barato y espero que eso lo ahuyente de una vez por todas de mi habitación, cosa que apenas sirve para que se voltee y así evite verme en pijama.
-Discúlpeme, su madre me envió aquí. - Dijo el muy imbécil dándome la espalda, creyendo que con eso evitara violar mi privacidad. – Ah... Seré su psicólogo. – Me comunico mientras sobaba el punto en la cara en donde le impacto mi pobre libro que sufrió el ultraje de ser tratado como un arma.
-¿P-Psicólogo...?.- Respondí confundida, sé que necesito uno de esos, pero la mínima alusión de que alguien como yo lo necesite; no es mucho menos que un insulto hacía mi persona.- Yo no necesito ningún psicólogo... Ya lárguese de mí habitación y evité tocar algo que no le pertenezca. – Le grito mientras bajo rápidamente las escaleras hacia mi vestidor en busca de algo con que cubrirme.
Al regresar, ya vestida con uno de los tantos conjuntos de short, blusa de tela vaporosa y sombrero a juego que Cordelía compro para mí este verano, como si alguien aparte de mí padre, Archie-mi medio hermano-Ella misma y un grupo reducido de la servidumbre fuese a vérmelo puesto, aunque yo no iba a impedirle renovar mi guardarropa cada temporada, entiendan, soy una chica, me gustan las cosas lindas. Lo encontré en donde lo había dejado, pasando sus sucias manos por el lomo de mis novelas, intentando leer sus nombres y pronunciando mal algunos.
-Le advertí que evitase tocar mis cosas. – Exprese, intentando mantener la calma ante su extraña aparición en mi habitación.
-Disculpe. – Responde con una aparente amabilidad fingida. – Soy el Dr Rusell.- Se presenta extendiendo su mano hacia mí, como si con eso fuese a mejorar la situación de alguna manera.
Lo dejo con la mano extendida, y me dirijo a recoger uno de mis preciados tesoros que yacía en el suelo, ya en mis manos me siento en donde estaba hace un momento e intento proseguir mi lectura, cosa que es bastante difícil cuando un gigante de casi dos metros te observa desde el otro lado de la habitación, sentado en un mueble en el que apenas logra entrar su enorme cuerpo.
- ¿Me observara todo el día o simplemente aguarda por algo? - Pregunto sin apartar mi mirada del libro. - Si gusta... Le puedo obsequiar una foto. – Agrego poniendo momentáneamente mis ojos en él.
-Aunque su ofrecimiento de una fotografía me parece bastante halagador, me temo que sería una falta a mi ética profesional. – Me respondió con su mala actuación de chico amable. – Y sí, supongo que aguardo a que usted desee dirigirme la palabra en algún momento, así funciona mi trabajo.
-Bien. - Le respondí, para seguir ignorándolo hasta que el aburrimiento lo venza de una vez por todas y se vaya.
-¿Le parece cómoda su vida, señorita Percy?.- Me pregunta el insolente mientras me mira fijamente.- ¿Le puedo llamar Georgina?.- Agrego con familiaridad, como si fuese un viejo amigo.
-No, para usted soy la señorita Percy.- Respondo con total antipatía.- Y no, eso no es de su incumbencia.
-Gracias al dinero que tienen sus padres, usted ha podido vivir cómodamente todo este tiempo, aislada del mundo. - Dice ya de pie cruzado de brazos, mirándome como si me reprochase algo. – ¿Se imagina lo que le podría ocurrirle a alguien que no tenga tanta suerte como usted? – Me pregunta con ese tono desaprobatorio que utiliza regularmente mi padre contra mí.
-Que mal por ellos, pero eso no le incumbe. - Respondo con mi mirada aun en el libro, intentando regresar a Higbury junto a Emma.- Y no, no me imagino nada que no me concierne. - Agrego cortante.
-Si sigue evitando mis preguntas, no llegaremos a ningún lado. - Me responde él a su vez, sentándose nuevamente en unos de mis pequeños muebles, como si su paga estuviera en peligro por no haber podido "arreglarme".
Por el largo rato que permaneció en silencio, no pude evitar pensar en todo lo que me había dicho, de alguna forma tenía razón, yo tenía mucha suerte, vivía de la mejor forma que me era posible a cambio de nada, pero que iba a saber un chico como él del infierno que se había tornado mi vida, que podría saber él de la ansiedad que me causaba su presencia en mi habitación, que podría saber él que se siente saber que tu vida ha sido arruinada y que eres ante todos una muñeca rota que deben reparar, pero no quieres ser reparada, solo quieres acumular polvo hasta que todos se olviden de ti, hasta que tu nombre sea olvidado, hasta que incluso yo misma me olvide de quien soy.
-¿Ha leído todo eso?.- Pregunta, sacándome de mis cavilaciones.
-La mayoría, espero poder terminarlos algún día. - Respondo orgullosa de mí, mi pasión literaria era lo único de lo que podría sentirme orgullosa.
-¿No le gustaría salir allá afuera y ver el mundo sobre el que ha leído todo este tiempo?.- Me pregunta, cosa que empieza a hartarme, ya que de alguna manera estoy cayendo en su juego sin darme cuenta.
-No lo sé. – Respondo luego de haber observado por un largo rato mi preciada colección. – Las personas como yo no nacen para ser felices como los personajes de los libros. – Digo olvidando a quien me dirigía.
-¿Las personas como usted?.- Dice intentando suprimir una sonrisa que logro vislumbrar en la comisura de sus labios.- ¿Habla de las niñas ricas, caprichosas y hermosas?.- Se responde a él mismo con aquella mueca estúpida que tantas ganas me daban de arrojarle el libro nuevamente.
-Las niñas ricas, caprichosas y hermosas también tenemos problemas, ¿Doctor...?, ¿Cómo dijo que se llamaba? – Le dije fingiendo no recordar su nombre, para hacerle entender que nada de lo que diga me interesa.
-Dr Russel- Me responde arqueando sus cejas en señal de enojo. - Supongo que ya debería irme. – Agrego viendo su reloj.
-Me parece bien, espero no tener que volverlo a ver por aquí. – Dije ocultando mi infantil cara de triunfo con el libro que sirvió como muralla protectora la larga hora que estuvimos uno frente al otro.
El Doctor Russel se levantó de mi pequeño mueble de felpa a juego con la alfombra que seguramente corría peligro de romperlo aquel gigante intento de neandertal y se dirigió escaleras abajo a la puerta.
-No crea que se deshará fácilmente de mí. Prometo volver, señorita Percy.- Gritó desde la puerta antes de abrirla y salir por ella.
PD: Por alguna extraña razón que desconozco, mimadrastra ha traído a casa un loco que aparenta ser psicólogo, ¿Debopreocuparme?
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Un Paso Hacia La Luz
Teen FictionGeorgina "Gigi", ha sufrido una gran humillación pública, lo que la ha llevado a padecer una terrible fobia al exterior (Agorafobia). Cada segundo de la vida de Gigi está organizado en lo que ella llama "La Agenda del Grinch", la cual (según ella) e...