Capitulo 42

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                                                                                               Gigi

El leve resplandor que se filtra por la ventana me despierta en la mañana. Al abrir los ojos mi cerebro aún se encuentra en ese estado en donde necesitas un par de minutos para saber quién eres, donde estás y cómo has llegado allí. Intento incorporarme un poco, y veo al neandertal con la cabeza apoyada en la dura pared. Sus cabellos perfectamente despeinados y su rostro sereno es algo que no me cansaría de ver cada mañana. Mi mirada lo recorre hasta llegar a aquellas manos que alguna vez llame "toscas" y que anoche bese bajo una petición tan infantil como tierna.

-Ethan. – Digo suavemente para evitar sobresaltarlo. – Despierta.

Sus largas y espesas pestañas empiezan a moverse hasta que sus ojos se abren lentamente. Al enfocar su vista al fin, me mira y sonríe.

-Buenos días, ponquecito. – Dice. - ¿Pasaste buena noche?

-Yo sí. – Respondo. – Tú deberías ir a tumbarte a mi cama un rato.

Aunque se ve feliz, no puedo evitar darme cuenta que ha dormido mal, que luce cansado y que sus ojeras son el resultado de haber dormido poco estos últimos días. No quiero pensar que yo soy la causante de ellas, pero un atisbo de egoísmo en mí no puede dejar sentirse satisfecha por ello.

-Estoy bien. – Dice. – Te tuve entre mis brazos toda la noche ¿Qué más podría pedir?

-Pudiste haber hecho eso mismo en mi cama. – Eleve una ceja.

- ¿Y darle razones a tu padre para odiarme? – Dijo elevando ambas cejas. – No... Gracias.

- Ya hemos dormido juntos. – Dije poniendo los ojos en blanco. – En el campamento.

- Shhh. – Me calla tapándome la boca con su mano. – Alguien podría escucharnos y malinterpretar lo que acabas de decir.

Lo miro con algo de furia y para liberarme de su mano, le muerdo. Él me libera, pero en su rostro una mueca de dolor se ha mezclado con una sonrisa pícara, lo cual hace que la sangre se me acumule en el rostro, tiñendo mis mejillas.

- Niña malcriada. – Susurra respondiendo a la mordida con un beso muy cerca de mis labios. – No lograras hacerme enojar hoy.

- ¿Me está retando, Dr Russel? – Digo elevando la ceja derecha y el mentón.

- ¿Podemos tener un tranquilo fin de semana? – Suspiró fingiendo estar más cansado de lo que ya estaba. – Por favor...

- ¿No te gustaría renovar nuestros planes? – Dije poniéndome de pie para ayudarle a levantarse. – Podríamos ir a la playa.

- ¿Los dos solos, señorita Percy? – Contesto. – ¿No teme poner en riesgo su reputación al encontrarse a solas con un hombre?

- Te ha encantado el personaje, ¿eh? – Suspiro con fastidio fingido.

- Me divierte. Lo admito. – Responde mientras intenta deshacer las arrugas que se han formado en su suéter de cuello alto gris y sus pantalones de vestir negros. – Aunque me recuerdan a cierta señorita y su forma extrañamente formal de hablar.

Se acerca y se inclina lo suficiente para que yo pueda ser capaz de sentir su cálido aliento en mi oído al susurrar:

-Por supuesto... Yo me esfuerzo por ser más agradable que aquella señorita hostil que me recibió arrojándome un pesado libro directo a la cara.

-Qué pasado eres a veces. – Dije a media carcajada.

Con el fin de una pequeña discusión en la que yo salí victoriosa, logré hacer que se recostase un rato en mi cama, así que me di a mí misma dos tareas: la primera era conseguirle algo de ropa limpia que sustituyese la suya, ya que debo confesar que en su suéter deje una mancha de saliva seguramente por dormir con la boca abierta – cosa que me avergüenza en gran medida - la segunda tarea era algo muy sencillo en palabras y muy difícil en acción, yo debía bajar al nido de víboras de la servidumbre – la cocina – y prepararle un desayuno que disculpase la mala semana que le hice pasar – aunque se la mereciera -

Un Paso Hacia La LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora