Ethan
El verdor de los árboles, los sonidos de las pequeñas aves que cumplen su función de ofrecernos música ambiental y la risa de los muchachos que intentan armar las tiendas de campaña luego de dar dos viajes al auto para buscarlas me regresa a mi feliz infancia, porque a pesar de todo fui un niño muy feliz. Mi abuela creyó que necesitaría una figura masculina en mi vida, así que no tardo en alistarme entre los niños exploradores por consejo de nuestro vecino, el señor Parker, quien en ese entonces rondaba la edad que justo tengo ahora y hacía de guía para los niños, de la misma forma que lo habían hecho su padre y su hermano mayor antes que él.
-Ten cuidado con esa cosa. – Le dice el monstruo a Archie, quien blande el martillo para fijar la tienda de campaña al suelo.
-Pensé que habíamos dejado a mamá en casa. – Le replica Archie sin dejar de golpear el enorme clavo de metal para fijarlo al suelo.
-Esos dos nunca van a dejar de discutir. – Masculla Charly parado a mi lado.
-Eso deja ver cuánto se aman. – Digo en voz baja para que no nos escuchen los otros dos.
Organizamos las cosas rápidamente, incluso el monstruo había logrado armar su acolchada tienda de campaña ella misma, encendiendo un ventilador que le iba dando forma a medida que el aire la llenaba y fijándola al suelo con unas pequeñas pesas y ganchos que le ahorraban la tarea de martillar una y otra vez como Archie fue obligado a hacerlo.
- ¿Ésta cosa viene con camisa de fuerza incluida? – Se burla Charly al echarle un vistazo a la tienda de campaña del monstruo.
-Esa se vende por separado. – Dice el monstruo. Me gusta como esta chica ignora tanto las bromas como los cumplidos, si tan solo en el pasado hubiese contado con la madurez que tiene ahora.
-Deberíamos buscar algo para hacer una fogata. – Le digo al monstruo. – Así caminas un poco.
-Tárdense todo lo que quieran. – Dice Archie. – A nosotros nos viene muy bien un poco de tiempo a solas, ¿cierto, caperucita? – Abraza a Charly y hunde su fina nariz en la cabellera naranja de éste, para luego darle un pequeño mordisco en la oreja, lo que hace que Charly se sonroje como un tomate.
Al empezar a caminar por el bosque, hice uso de lo único que tenía derecho hasta ahora; tomar la suave y delicada mano del monstruo. Sus azules ojos no dejaban de desplazarse de un lado para otro, ya sea buscando la fuente del canto de alguna ave o los sonidos que hacen las ardillas al comunicarse. Yo en cambio solo pensaba en lo fácil que sería robarle un beso, pero sabía perfectamente que, de hacerlo, perdería lo poco que había conseguido hasta ahora.
-Hace mucho tiempo no venía a un lugar como este. – Digo intentando romper el silencio. – Fui un niño explorador. – Intento captar su atención en visto que no conseguía respuesta.
- Aquellos hongos son comestibles, ¿cierto? – Pregunta señalando unos hongos rojos que se logran ver a los pies de un árbol.
-Si es lo último que quieres comer. – Respondo al verlos detenidamente. – Sí.
-Espero que los mosquitos no nos torturen hoy. – Dice sin mirarme. - ¿Sabías que son atraídos por el dióxido de carbono que liberamos al exhalar?
-Yo que creía que los atraía por ser un chico dulce. – Digo intentando hacerla reír, pero sigue ignorándome disimuladamente.
Sé muy bien que cuando el monstruo actúa de esa forma es porque hay un montón de cosas rondando por su cabeza, así que intento rebobinar hasta llegar a nuestro primer día, sin encontrar nada para que ella me evitase de un momento a otro. Si se tratase de otra chica intentaría ser sutil, pero con el monstruo eso me haría perder el tiempo, ya que sé perfectamente que aislarse es su mecanismo de seguridad para protegerse.
-Bien. – Digo. – Necesito que me digas que te ocurre ahora.
-¿Qué quieres decir? . Pregunta perpleja. – No me ocurre nada.
-No finjas. – Respondo. – Sé que el bosque es bonito, que seguramente solo habías visto un lugar así en las películas. Pero la forma en que me evitas e ignoras es ridícula.
-No te ignoro. – Musita. – Solo estoy un poco... Distraída.
-Mientes. – Digo elevando la voz, ya que ha soltado mi mano y se ha alejado un par de metros. – Sé perfectamente que te ocurre algo, también sé perfectamente que es una estupidez.
-Actúas como si me conocieras. – Dice frunciendo el ceño.
-Te conozco. – Digo acercándome a ella rápidamente para evitar que se aleje un poco más de mí. – Puedo ver perfectamente como se ha nublado mi pequeña porción de cielo. – La tomo por la muñeca para obligarla a mirarme a los ojos.
- Es solo que. – Intenta decir evitando mirarme a los ojos.
-Es solo que eres una niña tonta. – Digo con algo de enojo. – Que a veces piensa demasiado.
- ¿Cómo me has dicho? – Pregunta enojándose un poco y agitándose para que la suelte, pero me niego a soltarla.
-Lo que escuchaste. – Respondo frunciendo el ceño también. – A ver... ¿He hecho algo malo?
-No. – Responde.
- ¿Los chicos o yo te hemos dicho algo malo? – Prosigo con el interrogatorio. – Puedo ver que Archie es un poco molesto, pero es tu hermano y supongo que ya estás acostumbrada a él. – Agrego rápidamente antes de que responda a mi pregunta.
-Me acabas de decir que soy una tonta. – Responde mirándome a los ojos al fin.
-Eso en parte es verdad. – Digo. – Pero no es la razón por la que me has ignorado desde que llegamos aquí.
-Solo tomemos algo de madera y regresemos con los chicos. – Dice al fin zafándose de mis manos.
-Mira. – Digo inmóvil, mientras la veo recoger algunas ramas del suelo. – Si te digo todo esto, es porque sé perfectamente que esa cabecita tuya empezara a crear ideas raras.
-Solo terminemos de recoger suficientes ramitas para la fogata y regresemos. – Dice. – Antes de encontrar a los otros dos manoseándose en mi tienda.
Recogimos un montón de ramas y caminamos por un largo rato. Mi pequeña porción de cielo había aclarado un poco más y el monstruo empezaba a hablarme como siempre, pero yo seguía preguntándome que era aquello que la había ensombrecido en cuestión de un par de horas.
<< ¿Por qué esta chica es tan difícil? > >
Al regresar al campamento nos encontramos con todo listo. Los chicos habían logrado hacerse con dos grandes troncos para usarlos como asiento en la fogata -aunque ya habíamos traído algunas sillas plegables – y habían hecho un circulo de piedras para la fogata, lo cual complació bastante al monstruo. En visto de que todo estaba listo, todos nos dirigimos al río que habían mencionado antes, era poco profundo e incluso disponíamos de un árbol cercano para que el monstruo pudiese sentar a leer mientras nosotros intentábamos pescar algo, aunque yo preferí aprovechar el tiempo de pesca para recostarme sobre mi chaqueta y dormir un poco a las orillas del río.
PD: Si nos fijamos bien, nuestros seres queridos son como flores en un jardín, de cual debemos cuidar constantemente. Gigi era la flor más importante del mío, era mi rosa. Mi amor sería la luz y el agua que necesitase para crecer y la promesa de estar siempre a su lado, el suelo firme sobre el cual se erguiría en espera de la primavera para al fin florecer. Que cursi me he vuelto últimamente, ¿no?
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Un Paso Hacia La Luz
Teen FictionGeorgina "Gigi", ha sufrido una gran humillación pública, lo que la ha llevado a padecer una terrible fobia al exterior (Agorafobia). Cada segundo de la vida de Gigi está organizado en lo que ella llama "La Agenda del Grinch", la cual (según ella) e...