|CAPÍTULO 02|

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Llegue a casa golpeando la puerta desenfrenadamente. Había perdido mis llaves y no me darían otras hasta que entrara a la escuela. Intentaba hacer más ruido del necesario para que me dieran unas copias cuanto antes.

- Deja de tocar como si alguien estuviera apunto de asesinarte- Dijo mamá mientras me abría la puerta y me saludaba con un beso en la mejilla. 

-Me asustas.

-Perdón- Le dije sin sentirlo realmente y pasaba por debajo de su brazo.

 -Sabes, en media hora tengo una entrevista de trabajo.

- Eso es realmente maravilloso hija. ¿De qué es el puesto?

-¿Puesto? No trabajaré como secretaria si a eso te refieres- Le gritaba mientras subía las escaleras con dirección a mi cuarto y cerraba la puerta detrás de mi.

- ¿Entonces?- Ella preguntó mientras caminaba hacia la cocina. Abrí la puerta, asome mi cabeza y grite.

- Voy a ser niñera

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Maneje sin prisa hacia Beverly Hills en mi destartalado Mustang Shelby del año 67. Vestía unos pantalones grises y un cardigan azul que la abuela me había regalado en navidad. Dure aproximadamente unos 15 minutos en llegar y cuando vi la enorme casa estuve a punto de caerme al pavimento; tenía proporciones inmensas, realmente era la mas enorme del vecindario. Había plantas por doquier y una fuente en medio del patio delantero.
Volví a mirar el papel arrugado en el que había anotado la dirección y me cercioré de que era el lugar correcto. Limpie mis sudorosas palmas en mis pantalones y camine hacía la puerta. Toque el timbre.

«Debería irme corriendo a casa»

Volví a tocar el timbre .
«Probablemente no haya nadie aquí»
Espere.
«Bien, me iré ya. O, ¿Debería quedarme?»
Decidí que no valía la pena, moría de nervios, que di media vuelta, y camine hacia el coche. Tenía las llaves sobre la manilla cuando una voz gritó mi nombre por detrás de mi. Me giré.
La señora Manheim caminaba rápidamente hacia mi. Tenía una piel bronceada y el cabello castaño estaba recogido en una coleta alta. Vestía un traje rojo que mamá solamente podía soñar que compraba y sus zapatillas eran más cara que todo mi guardarropas junto. Trague duro. Me atemperó de haber venido tan informal y por un momento deseé tener un vestido elegante, tal vez así no parecía tan vaga.

Demonios, debí irme cuando pude.

- Amelia, cariño. ¿Podrías venir aquí? Me es imposible caminar a través del césped en tacones- Dijo la señora Manheim con una sonrisa en la cara, aunque sus ojos expresaban in tristeza inmensa. Que extraño.

-Uh. Ho-Hola señora Manheim- Dije mientras extendía una de mis manos hacia ella. Me devolvió el saludo.

- Llámame Camryn- Me dio un guiño y me invitó a pasar a su casa con un gesto en la mano.

- Está bien señora Manheim-

Me miro alzando una ceja.

- Disculpa, Camryn.- Le dije avergonzada mientras metía las palmas de las manos en los bolsillos delanteros de los pantalones. 

-Así que... ¿ Cuándo empiezo?

- Primero tenemos que discutir algo- Dijo Camryn moviendo sus manos con nerviosismo. Acompáñame al estudio.

Le seguí a través de la enorme casa. Camino de aquí y allá conmigo siguiéndola por detrás, hasta que se detuvo en un salón verde donde había un inmenso escritorio de madera oscura y estantes llenos de libros que probablemente nunca se leían. Me senté frente a ella y comenzó.

- Seguramente te preguntarás que nadie aún haya aceptado el trabajo can tan bien salario, ¿no?- Dijo Camryn mientras me miraba fijamente. Yo asentí

- Bueno, primero tengo que decirte que me parece maravilloso que estés aquí, y que si al final no quieres quedarte está bien. . .

¿Acaso tenía por hijos a unos demonios o qué? No podía ser tan malo después de todo. Valdría la pena ir a Princenton.

- No me importa, yo quiero el trabajo. Sus hijos estarán en buenas manos. Tengo experiencia con mis primos pequeños y se con cuales historias pueden quedarse dormidos...

- Ese es uno de los problemas. Verás Amelia, no quiero que cuides a ningún niño pequeño. Quiero que cuides a mi hijo de veintitrés años.

-¿Eh?

Es decir, ¿Que? ¿Realmente su hijo de veintitrés años no puede cuidarse por si mismo? ¡Es dos años mayor que yo!

- Se que esto es extraño, pero mi pequeño Milo no puede cuidarse por sí mismo. El perdió la vista hace dos meses y desde ese entonces se ha negado a salir de esta casa. Tal vez tú podrías ayudarlo. Eres de su edad, ¿no?

-Soy menor que él.- Caí en la cuenta de lo que ella decía

-¡No puedo! ¡Es demasiada responsabilidad!- Le dije atemorizada con la idea de cuidar a alguien mayor que yo- Probablemente si le leyera "La Cenicienta" me sacaría a patadas de su cuarto.

- ¡Te pagaré el doble!- Dijo Camryn mientras se ponía de pie y hacía una mueca extraña con la boca. Me miro.

-Por favor, confío en que podrás. Si no soportas una semana te puedes ir, pero por favor, aunque sea inténtalo.

La miré, frunciendo el ceño y mordí mi labio inferior con fuerza.

Al final decidí

-Está bien. Acepto. Cuidaré de su hijo.

«Aunque sea mayor que yo»

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora