|CAPÍTULO 15|

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El día no paso más rápido de lo que esperaba. Después de haber abierto los miles de regalos que la abuela me había comprado-Totalmente innecesarios. Es decir ¿para qué querría yo zapatillas fosforescentes y abrigos de piel viviendo en California?-, me reuní junto con la tía Helena, el pequeño Charlie y los vecinos-los señores Armstrong y su hijo mayor Paul- en el comedor. Se había preparado un gran bufet, que termino más bien en desastre. El pequeño Charlie hizo un pequeño berrinche y le ocasiono una crisis nerviosa a la abuela.

Bien.

Al final de la noche, todos se habían marchado ya, excepto mamá y Paul, que se quedó haciéndome compañía en el patio trasero.

Lo conocía prácticamente desde que cumplí los trece años, que fue la edad en la que mi abuela compro esta casa y se hizo amiga de los señores Armstrong. Paul tenía un par de años más que yo y era muy bien parecido-cabello rubio, de complexión musculosa y unos hermosos ojos azules que enloquecían a cualquier chica a veinte kilómetros a la redonda-. Desde el primer día en el que lo vi, caí rendidamente a sus pies. Aunque últimamente, estaba empezando a dudar si mi enamoramiento por él estaba formando parte del presente.

-Así que, -Dijo él, intentando romper el incómodo silencio que se había formado entre nosotros dos. Estábamos sentados al pie de la piscina, con el agua llegando hasta nuestras rodillas

- ¿Qué ha sido de ti? Tenía casi un año sin verte.

-Lo mismo digo - Le dije, riendo un poco. Él también lo hizo.

-Ya sabes, no hay muchas novedades en mi vida. Muero por entrar a la universidad y convertirme en una persona de éxito. Lo normal.

-Te entiendo. Las cosas son muy diferentes en la universidad -Dijo mientras miraba hacía la luna llena y después fruncía el ceño. Suspiro y me miro.

-¿No te gustaría entrar a Yale conmigo? Mira, sé que no nos conocemos muy bien pero tú siempre me has llamado la atención y...

-Wow. Espera, ¿qué? -« ¡¿Qué?!»

-Vamos Amelia- Tomo mis manos suavemente y se acercó un poco más a mí.

-No me digas que nunca lo has notado. Siempre has sido tan diferente a las demás. A ti te gustaría ser alguien en la vida. No como todas, a las que solo les gustaría desperdiciar su fortuna en maquillaje y cosas estúpidas sin sentido alguno. Tú eres especial para mí. Me gustaría que fueras mía...

Y entonces él me beso. Paul realmente me beso.

Toda mi adolescencia la había pasado soñando con ese maldito beso. Siempre imagine que sería como ver estrellas fugaces o fuegos artificiales. O algo incluso más grande.

Pero simplemente no hubo nada.

Hasta que me di cuenta que realmente no lo veía a él, sino a Milo.

Entonces, mi corazón reacciono y comenzó a latir desenfrenadamente. Sentí una onda de calor recorrerme el cuerpo y mis ojos se cerraron lentamente. Disfrute el beso, fundiéndome con él, con sus labios...

Milo era mío. Mío.

-Amelia- Tomo mi cabeza entre sus manos y me dio un pequeño beso en la nariz. Me estremecí.

- Te quiero...

-También te quiero, Mil...

Milo. Él no era Milo.

Ese fue el primer día en el que realmente comencé a tener miedo por mis sentimientos hacía el.

Ese fue el primer día en el que realmente comencé a tener miedo por mis sentimientos hacía el.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora