En la habitación—que era mucho más pequeña que la anterior—, solo había un cristal transparente, que llegaba desde el suelo hasta el techo. Daba la ilusión de que era una pecera gigante, bueno, de hecho, eso es lo que era. Estaba rellena por agua un poco turbia, arena en el fondo y un par de algas y otro tipo de fauna marina, que seguro se podía conseguir en cualquier tienda de mascotas gigantes. Realmente, no daba nada de miedo, aunque eso sí, para ser una feria ambulante, era mucho mejor que cualquier circo o parque de atracciones que hubiera visitado.
- ¿Qué hay en este cuarto? -Pregunto Milo calmado. Le describí cada rincón del lugar y el solo asintió.
-Bien, me ha tocado entrar a un cuarto parecido en una casa de espantos, hace como tres años. Y vaya que realmente me espante -Dijo sonriente. Lo estudie.
- ¿A qué te refieres? -Le dije curiosa.
-Y por favor, ¿podrías quitar esa sonrisa de maniático? Realmente me asusta más que cualquier otra cosa que haya visto.
-Solo espera -Dijo él. De pronto, los vidrios de la pecera gigante comenzaron a crujir y vi como una mujer, con colmillos y piel membranosa aparecía frente a nosotros de repente. Solté un grito y cerré los ojos. Milo me abrazo, pero aun así, él se seguía riendo. Las luces se apagaron de golpe y volví a gritar.
-Bien, tú ganas, ¡vámonos! -Le dije, mientras enterraba más la cabeza contra su pecho.
-Oh, pero, ¿por qué? Si la mejor parte viene ahora.
- ¿Qué quieres...?
Las luces se prendieron de golpe y a mi lado vi a aquella mujer pescado parada frente a mí. Grite como nunca y tome a Milo de la mano, solo para después arrastrarlo por todo el salón mientras corría hacía una salida.
Mis ojos escocían por las lágrimas. Ya afuera, el sol se había ocultado solo un poco. Ahora estábamos en una parte rodeada con árboles gigantes. Empuje a Milo hacía un lado y me puse de cuclillas, cerrando mis ojos y juntando mi cabeza con mis rodillas.
-No pensé que serías tan chillona - Dijo Milo con un tono divertido. Lo fulmine con la mirada y después me incorpore. Luego le golpeé el hombro.
-Aquello fue lo más horrible de toda mi vida - Confesé. Milo soltó una carcajada.
¡No te rías! ¡No es gracioso!
El solo comenzó a reír más, y no pude evitarlo, así que comencé a reír con él. Se sentía tan bien, ya que en esos momentos podía ser quien yo misma era. Los dos caímos al suelo, doblándonos de la risa. Lo mire y me detuve. Él también lo hizo.
Y por primera vez, lo vi sonreír de verdad. Sin sarcasmos, ni burlas. Era realmente su sonrisa. Y era la más hermosa que jamás había visto.
Podría mirarlo para siempre.
Mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente, y solo por un momento, tuve miedo de que el también pudiera oírlo. Sentí las palmas sudorosas y la respiración entrecortada. El cruzo los brazos por detrás de su cabeza y giro su cabeza hacia arriba. Imite su gesto y así nos quedamos por unos minutos.
Momentos después, el hablo.
-Sabes, tenía mucho tiempo sin sentirme así -Confeso.
-Habían pasado varias semanas que no me reía así, y, todo eso -Añadió rápidamente, nervioso.
-Gracias.
« ¿Acaso él me había dado las gracias?».
-Uh, bueno. De nada, supongo -Le dije, aunque después me sentí totalmente estúpida con la contestación
- Cuando quieras, Milo.
Él me volvió a brindar una sonrisa sincera, y después, juntos, miramos hacia el cielo.
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CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIM
Teen FictionAmelia una chica que está decidida a encontrar un trabajo de verano por falta de dinero.... En la búsqueda de periódicos tras periódicos encuentra un trabajo de niñera, pero no es un trabajo cualquiera ya que tendrá que cuidar a alguien que tiene su...