|CAPÍTULO 23|

713 58 0
                                    

A pesar de que me encontraba en un estado físico que daba pena, tome los últimos centavos que guardaba en uno de los bolsillos traseros de mis vaqueros, y con eso pague por un asiento en el asiento trasero de un taxi. Le di la dirección de la casa de Milo, no sin antes recibir una mirada de curiosidad y asco por su parte. Preferí ignorarlo y clave la vista más allá del vidrio sucio de la ventana.

Me sentía cansada y sin ánimos de nada—bueno, tal vez si tenía ganas de algo—. Quería tomar uno de esos largos baños calientes en la tina que solían despejarme de las dudas y liberarme de toda tensión. También me hacía una buena taza humeante de café. Y probablemente también un móvil nuevo, que no estuviera tan estropeado como el de estos momentos. Suspire y apoye mi fría frente contra el asiento delantero.

Una decena de minutos más tarde, me encontraba frente a la mansión de los Manheim. La fuente seguía emitiendo luces, al igual que los faroles; más sin embargo, la casa estaba completamente a oscuras. Sabía que era una falta de respeto entrar a su hogar, así como así, sin avisar, ni nada, pero es que la casa parecía completamente sola. Al parecer, ni Milo ni Camryn habían arribado el lugar.

Tome una bocanada de aire y frote las palmas de las manos contra los vaqueros, y después cruce los brazos por encima del pecho, protegiéndome del frío. La lluvia no había cesado, solo aminorado la fuerza, por lo que aún estaba empapada y propensa a una enfermedad viral. Mordí mi labio inferior y decidí que no quería pasar toda la noche de pie en este lugar, por lo que accedí a ingresar en la casa, aunque probablemente era un delito.

Camine con cuidado hacía un extremo de la casa. En el trayecto hacía aquí, había comprobado que las llaves habían quedado tiradas por ahí. Así que no tenía ninguna forma de entrar, y tampoco quería formar parte de un tutelar para menores, así que lo mejor sería si solo me quedaba dormida en el patío trasero hasta el amanecer, para después levantarme antes de que alguien me viera, era muy sencillo. Me cole entre las húmedas enredaderas y escale sin mucha dificultad el muro de piedra, hasta aterrizar dentro del patío con perfección. Para mi fortuna, el tobillo que me había lastimado no era una cosa tan grave, por lo que no me importaba. Eche varías miradas y me percaté de que nadie anduviera por ahí, entonces, salí de mi escondite y corrí hacía una pequeña banca, tirando sin cuidado mi bolso y aventándome sobre ella. Cruce los brazos por encima de mi cabeza y con ellos forme un tipo de soporte para esta. Cerré los ojos y exhale fuertemente. Por lo menos podría pasar toda la noche en tranquilidad. O al menos eso creía yo.

Me levante con brusquedad cuando sentí que alguien se recostó a mi lado.

Milo se encontraba pensante a mi lado, con una expresión de serenidad que no conocía en él. No estaba tan empapado como yo, pero aun así, el agua había logrado que sus delgadas ropas se adhirieran a su piel como una segunda capa. El hacía lograr que cualquier cosa se viera perfecta, pensé. Me imagine que solo yo, con mis ropas húmedas y colgantes, lograría que cualquier persona quedara con el efecto contrario del que Milo lograba crear. Él era el Sol y yo... bueno, no podría decir que una Luna. Más bien como un meteorito. Si, un meteorito gris y lleno de huecos que no servía más que para destrozar y, también hacer daño.

¿Qué pasaría si un meteorito impactara contra el Sol? Probablemente se derretiría. Justo como yo me estoy derritiendo en estos momentos.

-Que sorpresa encontrarte justo aquí -Dijo él, sin despegar su mirada del cielo.

-Yo... Eh, pe-perdón. Pensé que-que...

- ¿Qué aún no había nadie en casa? -Pregunto él, irónico. Por alguna extraña razón, yo asentí.

- ¿Qué haces aquí?

-No tengo donde pasar la noche -Le dije sincera después de un par de segundos, bajando la cabeza un poco y mordiendo mis labios levemente. Espero que no te hayas molestado, me iré si quieres.

-No. Está bien. Puedes quedarte si quieres -Dijo él, girando su cabeza hacía mí. Le miré.

- Amelia... ¿Podrías acercarte?

- ¿Um? Oh... Está bien -Me acerque hacía él y me senté a su lado. Él se acercó, su cuerpo girando en mi dirección, y sus manos a mis costados. Deje de respirar por un segundo.

- Quiero conocerte - Susurro el lentamente mientras pasaba las palmas de sus manos con muchísimo cuidado por las facciones de mi rostro. Cerré los ojos mientras pasaba sus largos dedos tibios por mis cejas, nariz y mejillas. Después continuo por mi barbilla y al final trazo mis labios con la punta. Sentí mi cuerpo sacudirse en calor, electricidad y sobre todo deseo. Abrí mis ojos cuando su tacto se alejó de mi rostro y contemple con fascinación. Sus ojos permanecían clavados en mis labios, revelando ansiedad en su mirar. Abrí los ojos como platos cuando él se acercó a mí, ocupando tres cuartas partes de mi espalda con sus manos sobre esta.

-Eres tan hermosa -Y después de haber susurrado aquello, presiono sus labios contra los míos y me fundí en su abrazo, mientras miles de fuegos artificiales bailaban a nuestro alrededor y mi corazón se incendiaba en un lago de felicidad.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora