|CAPÍTULO 53|

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- ¿Pero qué mierd...?

-¡Amelia! ¡No te permito que utilices ese lenguaje en esta casa! -Dijo mi padre saliendo de la sombra en la que permanecía oculto. Suspire aliviada.

-Perdón papá. Me diste un susto de muerte -Tome una servilleta que había sobre la barra de madera y me coloque en cuclillas para limpiar el desastre que había hecho. Papá se acercó a mí y comenzó a remover los pedazos de vidrio con mucho cuidado. 

-¿Qué hacías? Pensé que ya estabas durmiendo.

-No realmente. Tu madre si es la que está durmiendo -Admitió, levantándose y colocando los vidrios en el basurero. Sacudió sus manos y me ayudo a incorporarme. 

-He recibido una llamada.

- ¿Ah sí? ¿Quién era? -Pregunte, sentándome sobre un banco y tomando un plátano que había sobre el frutero.

-Era Camryn, la madre de Milo- Deje de masticar y enfoque toda mi atención en mi padre, que tenía el ceño fruncido y las manos sobre el regazo.

- ¿Y bien? ¿Qué fue lo que dijo?

Papá mordió su labio inferior y me miro por unos segundos, con una expresión inerte en su mirada. Me desespere.

- ¿Papá? Vamos, habla. Me tienes preocupada, ¿qué es?

Rasco su cabeza y suspiro. Después, el contesto

- Es sobre Milo. Me dijo Camryn que mañana mismo regresarían aquí. Al parecer han encontrado un cirujano que... Probablemente podrá operar a Milo por lo de su ceguera. Al parecer en dos días. ¿Oíste? Hay posibilidades de que pueda recuperar su vista...

¿Acaso había oído bien? ¿Realmente había escuchado bien? Todo parecía tan imposible... Tan surrealista. Al parecer, había esperanzas de que Milo pudiera recuperar su vista. Al fin podría ver. Podría observar el nuevo mundo que había tejido en estos meses. Con sus amigos, con su familia. Conmigo. Podríamos vernos finalmente a los ojos, tener un romance normal. Podríamos querernos, amarnos sin barreras. Nadie nos podría detener ahora.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y sonreí como tonta, no me importo que mi padre me viera. Esta demasiado feliz. Me levante de golpe y me acerque a él, abrazándolo y riendo.

- ¡Es la mejor noticia que me has dado en toda mi vida! ¿Lo entiendes? ¡Recuperara la vista! -Enterré mi rostro en su camiseta y sentí a sus brazos envolverme en un abrazo. Papá me separo de él y me volvió a dar esa mirada seria que tenía.

-No lo entiendes. No quiero que te hagas esperanzas. Sé que es grandiosa la noticia pero, ¿Qué tal si no todo funciona de acuerdo a los planes? No quiero que te hagas falsas ilusiones.

-No te preocupes, papá. Sé que todo irá bien.

Porque al fin alguien me daba una buena noticia. Yo me merecía aunque sea un poco de felicidad. Después de tantas desgracias y malentendidos, ya era mi turno para burlarme del destino y restregarle en la cara toda la mala suerte que me había echado sobre los hombros.

Al fin podría ser feliz y nadie me iba a quitar eso, absolutamente nadie.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora