|CAPÍTULO 34|

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-Milo, esto no está bien - Le dije en cuanto nos separamos para tomar aire. Aún me tenía arrinconada sobre una pared y su mano hacía un lento recorrido desde mi abdomen hasta el borde de mis senos, por encima de la ropa. Sinceramente, yo no creía que estuviéramos haciendo algo malo. Al contrario, yo deseaba que él fuera malo conmigo. Sin embargo, también quería darme mi lugar.
Bajo el rostro y deposito varios besos sobre mi cuello. Estaba segura de que dejaría marcas.

-Esto está muy bien - Dijo él, con la voz ronca. Mis rodillas temblaron y arquee mi espalda, colocando mis muñecas sobre su cuello y levantando mi pecho. El gimió y levanto su rostro, enfrentándome. 

-No quiero que mi madre nos encuentre haciéndolo en el pasillo -Dicho esto, llevo sus labios hacia los míos y volvió a morderlos con brusquedad, logrando más que nada, un efecto de placer que más de dolor.

Me separe a regañadientes de su boca. 

-¿Tu cuarto?- Pregunte con los labios hinchados y necesitados de más. El asintió, divertido y tomo mi mano, dejándome para que lo guiara.

Me apretó contra su costado y después se cambió de posición, abrazándome por detrás. Juraría que sentí su erección aplastada contra mi trasero. Y entonces solté una risita nerviosa. Me gire sobre mis pies y lo abrace por delante, evitando que mi cadera rozara la suya.

- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? -Le susurre en el oído. Tenía que asegurarme de que no perdería mi virginidad con alguien que no lo apreciaría. El asintió.

-Es lo que más deseo. Sobre todo si se trata de ti.

Suspire mientras juntaba mi frente contra la suya, lamiendo la orilla de su boca con mi lengua. Me separe con una sonrisa de payaso poseído sobre mi rostro y lo tome de nuevo de la mano. Lo arrastre hacía su cuarto, empujando con la cadera la puerta. Milo oyó el golpe y coloco su mano sobre la perilla, batallando para ponerle el seguro. Cuando finalmente logro asegurar la puerta, se abalanzo sobre mí, empujándome sobre la cama.

Lo ayude a despojarse de su camiseta, mientras recorría con las puntas de mis dedos su torso desnudo. El acariciaba mi cabello con su mano izquierda y con la otra sostenía su peso, para evitar aplastarme. Lo tome del cuello y lo atraje hacía mí, solo para después voltearlo, y finalmente quedar sobre él. Me senté sobre su abdomen y mis piernas flexionadas, despojándome de mi ropa en un dos por tres, hasta que dar solo en bragas y sujetador. Me incline para darle un beso a Milo, mientras el colocaba sus manos sobre mi cadera, tocando mis piernas, mi trasero, mi vientre, mis pechos...

Lo ayude a sacarse los vaqueros, mientras el lanzaba una carcajada al oír el pequeño grito que solté al verlo semidesnudo. Mi cara se sentía caliente, al igual que el resto de mi cuerpo, pero no me echaría para atrás.

- ¿Eres virgen? - Pregunto dulcemente mientras sus manos acunaban mi rostro.

Susurre un "Si" que sonó más como un "uh" y una sonrisa se formó sobre su cara. Atrajo sus labios hacia los míos y me volvió a besar, solo que esta vez con una delicadeza impresionante. No quería quedarme fuera del juego, así que baje mi rostro y comencé a besar su cuello, a morderle el lóbulo de la oreja izquierda y bajando hacia su pecho plano. El gimió con dureza, provocando un estremecimiento que me sacudió. Subió las manos hacía mi sujetador y desbrocho la parte trasera, provocando que este se cayera. Giro en sí, y ahora yo me encontraba de nuevo por debajo de él. Coloco cada uno de sus brazos alrededor de mi cara, formando un tipo de jaula alrededor de ella. Lo mire fijamente, memorizando cada facción de su rostro en mi cerebro. Sus labios hinchados por los desenfrenados besos, sus mejillas sonrojadas y sus ojos del color café. Aquellos hermosos ojos que lograban que mis piernas flaquearan y mi corazón corriera un maratón con solo dedicarme una mirada. Sus perfectos y cálidos ojos que intentaban obtener una vista, aunque no podían ver absolutamente nada. Ni siquiera a mí.

Y entonces supe que no podía torturarme de esa manera.

Yo quería que el formara parte de mi vida, y también yo quería formar parte de la suya. Pero no quería recibir una decepción amorosa más tarde. No quería que él se arrepintiera de gastar su tiempo conmigo, de compartir tantos besos y caricias, si al final de todo, no sería yo la persona con la que él quería estar. Y él nunca podría estar seguro de lo que iba a hacer con su vida. No aún. No con su autoestima dañado. No con su ceguera.

¿Quién podría asegurarme que él no tenía una idea equivocada de mí? ¿Y si no soy lo que él espera? Nunca podría estar segura.
Quería su felicidad, de eso no me quedaba duda. Incluso si su felicidad no lograba ser yo.

Pequeñas lágrimas saladas comenzaron a escurrirse de mis ojos y sonreí, más feliz y más triste que nunca.

Y entonces fue cuando le dije lo que realmente sentía. No quería, ni iba a desperdiciar la oportunidad. Así que fui sincera.

- Te amo.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora