|CAPÍTULO 45|

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-Jack, ¿podríamos regresar a casa? Por favor -Le rogué, suplique casi entre sollozos —vale no estaba sollozando, pero aun así—, mientras lamentaba amargamente la decisión de haber asistido a la estúpida fiesta del amigo de Lila. Él sonrió pícaramente, mientras sacudía su cabeza.

-Lo siento, bebe. Pero ni siquiera han pasado más de treinta minutos. ¿Cuál es la prisa por volver?

Tal vez los patéticos chicos que intentaron manosearme en la entrada, las constantes burlas de las rubias operadas que hablaban sobre mi ropa de segunda mano, y también los comentarios aburridos y sin sentido alguno de Lila

- Tengo un dolor de cabeza, y estas zapatillas me están matando. ¿Por favor?

El asintió seriamente mientras se despegaba de la mesa de billar que estaba frente a él. Los chicos estaban jugando beer pong. Era tan tonto.

Caminamos juntos hasta la entrada de la cabaña, el sosteniendo mi mano izquierda mientras que con la otra se despedía brevemente de sus conocidos. Me condujo hacía el segundo piso, en busca de Lila, que se encontraba totalmente desaparecida.

- ¿No tienes alguna idea de donde pueda estar? -Pregunto él, revisando una de las habitaciones.

Sacudí la cabeza

- Lo primero que hizo al llegar fue escabullirse por detrás de las columnas. Pero después que la intente encontrar, ella se había fugado. Fue inútil.

-Entiendo. Pero tú sabes muy bien que no podemos volver sin ella, ¿Verdad? Mamá nos matara si llegamos a casa sin su cuñada favorita.

Esas palabras fueron como un balde de agua fría sobre mi cuerpo desnudo en un día de invierno. En la calle. Con público.
Gruñí, enojada.

-Bien -Respondí secamente, liberándome de su agarre. 

-Entonces volveré yo sola. Muchísimas gracias.

Antes de que Jack pudiera protestar o hacer algún movimiento, me aleje corriendo de ahí. Por una parte aliviada de que el corto viaje no hubiera sido con la tonta y promiscua de Lila. Como Milo era tan, pero tan inteligente, él había decidido quedarse solo en su cabaña, haciendo quien sabe que cosas. Me sentí mejor así, ya que no lo podría ver en acción con otras chicas—quiero decir, Lila—.

Me libere de la cabaña y avance con prisa a través del pequeño tramo en el bosque que conducía a un costado del lago. Las cabañas en las que estábamos se encontraban justo al otro lado, pero a pesar de la cercanía y gracias a la oscuridad, no podía percibir el contorno de la casa a distancia. Solo unos minutos más y estaría en paz, acurrucada en mi cama y probablemente leyendo un libro.
Una milla y dos tropezadas más tarde, me encontraba subiendo los escalones que conducían al centro de las tres cabañas. Sentí un poco de miedo, ya que parecía que el lugar estuviera desierto. Ninguna camioneta estaba aparcada en el estacionamiento, y como Jack se había quedado con las llaves de nuestra cabaña, estaría fuera durante un buen rato. Tenía la fortuna de contar con un cardigán azul que me había echado a la bolsa segundos antes de ir hacía la fiesta. Suspire calmadamente a medida que me acercaba hacía uno de los sillones de la sala exterior.
Sin embargo, alguien irrumpió mi paz.

- ¿Lila? ¿Eres tú? - Vislumbre a Milo mientras sorbía lentamente su nariz. Sus piernas colgaban sobre el pequeño muelle y su rostro se giraba hacía arriba, como viendo la luna. Sonreí sarcásticamente mientras me acercaba a él con los brazos cruzados sobre el pecho. Como no respondía, el continuo. 

-No estoy de humor ahora. Vete de aquí.

-Si quieres me voy. Qué lástima que no sea Lila.

-¿Amelia? -Giro su rostro hacía mí, sorprendido. La fantasmagórica luz de la luna se reflejaba sobre sus pálidos ojos y su hermoso rostro. Por un momento creí que tenía gripe o algo, pero me di cuenta que el realmente sollozaba. Tenía la nariz y las mejillas enrojecidas como un tomate y el semblante descuidado. Dejando todo el sarcasmo y el enojo por un lado, corrí inmediatamente hacía él, arrodillándome a su lado.

-Milo, ¿Qué te sucede? ¿Estás llorando? Pero...

El rápidamente se pasó un brazo por encima de los ojos, borrando las lágrimas que surcaban su rostro de porcelana. Bajo el rostro.

- ¿Qué te pasa? ¡Dímelo ya mismo! -Le grite exaltada. El mordió su labio inferior, triste, mientras intentaba colocarse erguido. Le tome uno de sus antebrazos y le ayude a incorporarse.

- ¿Qué es?

Coloco una de sus manos sobre mi hombro

- Necesito que me acompañes a un lugar. Ahí te lo explicaré todo. No aquí, podrán oírnos.

-Pero, ¿Quién? Aquí no hay... -Coloco uno de sus largos dedos sobre mi boca, callándome momentáneamente.

-Sígueme.

Me pidió que lo guiara hacía una de las canoas sobre el muelle. Se agacho hasta que sus rodillas tocaron el bote y después cayó sentado sobre un asiento incomodo de madera. Me tendió una mano, inmóvil y húmeda mientras sostenía la mía. No tenía idea de lo que estaba pasando. Busco a tientas un remo de madera y comenzó a remar y a remar, cada vez más alejados de las cabañas. Ninguno de los dos hablaba, más sin embargo, el silencio era cómodo. Sus mejillas y nariz sonrojada adquirieron el aspecto normal cuando por fin él se detuvo, pero a pesar de todo, sus ropas y cabellos seguían alborotados por la fuerza del aire, al igual que yo. Me acurruque en el fondo del bote, colocando mi cabeza sobre el asiento y mirando hacía la luna llena que se postraba sobre el manto oscuro del agua. Me desesperé y yo fui la primera en romper el hielo.

-Ahora sí. ¿Podrías decirme que fue lo que te sucedió? -Mi voz sonó tranquila, en calma.

Conociendo su forma de ser, sabía que probablemente no obtendría respuesta pero realmente no me importaba. Quería disfrutar de los pocos momentos a solas que tendría con él. Sin novias locas ni hermanos que interfirieran en mis opiniones.

Milo se acurruco a mi lado, pasando sus brazos sobre su cabeza.

- Tú sabes bien lo que sucede. Ya no puedo más con esta farsa.
Me erguí completamente, quedando frente a él. Fruncí el ceño. 

-¿A qué te refieres?

-Tú sabes muy bien a que me refiero. Me gustaría que dejaras de actuar, Amelia.
Lo miré, más confundida que antes

- No estamos llegando a ninguna parte. Repito, ¿A qué te refieres?

-Tu relación con Jack. Sabías que solo quiere darle celos a Lila, ¿verdad? -Lo dijo serenamente mientras entrelazaba sus manos. Mi bipolaridad salió a flote.

-Cállate. Eso es mentira -Renegué. 

-Lo que sucede es que no puedes soportar que alguien se fije en mí. Mucho menos tú hermano, ¿y sabes por qué? Por qué tienes envidia de que alguien pueda ser más feliz que tú. Eres un egocéntrico, egoísta...

-Creo que tienes razón, Amelia. Aunque hay algo que no concuerda en todo.

-Explícate, ¿vale?

El suspiro. 

-Si, puede que tenga envidia. Pero no de ti, si no de mi hermano -Confeso. 

-Pero eso es solo porque estoy celoso de él. Me da rabia que el reciba toda tu atención, en vez de que tú me la des a mí.

Lo mire, perpleja. 

-¿Perdón? ¿Hola? Te recuerdo que tu querida noviecita...

-Lila no es mi novia, ¿vale? Mi mamá y ella así lo creen pero cortamos el año pasado, justo antes de que se marchara a Inglaterra. Mi única novia aquí eres tú. ¿Lo recuerdas?

Sentí como soltaba el aire de golpe. No me había dado cuenta que estaba aguantando la respiración.

-Pero...

Milo no espero a que pudiera terminar la frase. El solo se abalanzo sobre mí, acunando mi rostro entre sus manos. Realmente extrañaba su tacto, su olor. Lo extrañaba a él. Los días pasados habían sido un completo infierno, simplemente no lo soportaba. Lo necesitaba conmigo. Exactamente ya.
No necesite una introducción. Sabía exactamente qué era lo que necesitaba para recuperarme de mis días de soledad.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora