|CAPÍTULO 31|

643 37 0
                                    

Hanna y yo teníamos la suerte de tener contactos alrededor de la ciudad, bueno literalmente. Como aún no alcanzábamos la mayoría de edad, la única forma de poder entrar a un club era con identificaciones falsas. O contactos. Y ahí fue donde empezamos.

Un buen amigo de Hanna—que resultaba ser el gorila del lugar—, nos dejo pasar sin problema alguno, dándonos entre los tres, sonrisas de complicidad. Hanna había optado por vestir una mini falda negra que no dejaba mucho a la imaginación y un top de lentejuelas doradas, mientras que yo—que siempre he sido un poco más razonable—, utilizaba un vestido tres cuartos encima de la rodilla, negro y desmangado, a juego con unos preciosos tacones que recién había comprado por la tarde.

Y me sentía feliz, por alguna extraña razón. Era como si por primera vez en varios días pudiera ser otra persona, sin problemas y sin límites. No quería pensar coherentemente y me había planteado beber hasta el amanecer, sin pensar en la horrible resaca en la que caería el día siguiente.

El lugar parecía muchísimo más pequeño de lo que se veía por fuera. Las parpadeantes luces de neón iluminaban el lugar conforme la música subía de volumen. Alrededor de la pista de baile—donde había decenas de personas moviéndose al ritmo de las canciones—, las pequeñas mesas, los sillones de cuero y la barra donde se servían las bebidas, estaban completamente a reventar. Al ver que no cabía ningún alma, Hanna me ofreció subir a la planta superior, donde había menos gente pero el ambiente era exactamente el mismo.

Después de haberle sacado la vuelta a las personas, y finalmente haber subido de dos en dos los escalones, tomamos asiento en un mullido sillón de cuero negro, en un rincón no tan apartado de las escaleras. No quería quedarme sentada toda la noche, y como tampoco yo iba tener la iniciativa de buscar a alguien para bailar—alguien que no fuera Hanna—, preferí bajar por un trago.

- ¿No se te antoja algo de beber? - Le grite en la oreja a Hanna, gracias al volumen tan estruendoso de la música, que incluso vibraba en nuestros estómagos—.

- ¡No! ¡Gracias, pero no tengo sed! -Me grito ella de regreso. Apenas podía entenderle, pero gracias a que tengo practica leyendo labios, pude descifrar que era lo que decía.

- ¡Esta bien! ¡Yo iré abajo a tomar algo!

- ¿Qué? ¡No entendí!

-Abajo - Le hice señas con la mano para que pudiera entenderme. 

-Iré por una bebida.

- ¡Ah vale! ¡No te tardes!

Asentí con la cabeza y me incorpore, sin cuidado de que alguien pudiera ver a través de mi vestido al levantarme. No es como si alguien me estuviera prestando atención, de todos modos. Volví a bajar las escaleras de dos en dos y atravesé sin prisa alguna la pista de baile, caminando justo por el medio. Me senté sobre el taburete forrado de blanco y me volví hacía el barman, que se encontraba de espaldas hacía mi.

-Dame un Daiquiri de durazno, por favor.

-Enseguida - contesto, volviéndose hacía mí y echándome una mirada rápida, mientras yo miraba hacia otro lado. Después el añadió. 

-¿No eres muy joven para eso?

Entonces me gire para mirarlo, y lo reconocí enseguida.

- ¿Paul? ¿Qué haces aquí? - Pregunte en estado de shock. Mi noche loca y salvaje, alejada de problemas y preocupaciones no incluía a Paul ni a ningún otro conocido, exceptuando, obviamente, a Hanna-

El se río un poco. Un risa cálida y relajada que puso a mis rodillas temblar en... ¿Qué rayos?

-Linda forma de saludar. También yo te he extrañado.

Sacudí levemente la cabeza. No tenía ninguna intención de despeinarme, mucho menos en estos precisos momentos.

-No me refería a eso. Quiero decir, ¿tú? ¿Trabajando? Por favor, eres rico, no necesitas trabajar.

-Te equivocas - Dijo entregándome la bebida naranja. Espere a que el continuara hablando.

- Mis padres son los que tienen dinero, no yo. He trabajado aquí durante cada verano desde que entre a la universidad.

-Es una sorpresa encontrarte aquí -Admití, sonriéndole. 

-Es que, valla, te ves tan... tan real.

- ¿Quieres decir que todos estos años he sido para ti como un robot? ¿O mejor un muñeco?
Sentí como mi cara comenzó a cambiar de color y sabía que estaba completamente roja a su vista. El se rio aún más fuerte.

-Quiero decir que pareces más normal -Añadí, intentando arreglar mis declaraciones un poco.

- ¿Por qué...?

Paul fue interrumpido por dos chicas de cabello rojizo que pedían a gritos unas margaritas. Me despedí de él, sacudiendo mi mano en el aire, y aún sentada en el taburete, me gire, dándole un pequeño sorbo a mi bebida.

Gruñí—. No le ha puesto ron. ¿Cómo puede ser esto un Daiquiri sin ron? Esto es demasiado...

- ¿Amelia? ¿Acaso eres tú?

Pregunto alguien por enfrente de mí. "Maravillosa noche salvaje alejada de conocidos. ¿Acaso no había otro club en la ciudad, o qué?", pensé. Levante mi vista para ver de quien se trataba y casi me da un infarto al corazón al ver que era nada más y nada menos que Sarah.

- ¿Sarah?

-La misma - Me levante, dejando mi bebida sobre la barra y dándole un fuerte abrazo. Ella usaba un vestido rojo ceñido a la cintura y pendientes negros que llegaban hasta su cuello

- ¿Qué pequeña es esta ciudad no? Tengo menos de cinco minutos de haber llegado aquí y ya me he topado con Jared y Milo...

Milo. Milo estaba aquí. En el mismo club que yo.

Que maravillosa noche la mía.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora