|CAPÍTULO 14|

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Y pensé que las cosas no podrían ir peor.
-¿Esto es enserio? -Le dije muy enojada a Hanna mientras hablábamos por teléfono. 

-¡Ahora que Milo me trata bien, tenemos que ir a visitar a la abuela! ¡Esto tiene que ser una broma!

-Oh, vamos Amelia. Tu abuela no es tan mala -Ella dijo, un poco nerviosa. Cuando algo me ponía furiosa, era mejor estar de mi lado. 

-Piensa en esto como algo positivo. Imagina todas las cosas que ella te dará.

- ¿Estás loca verdad? No, olvídalo. Yo estoy loca. ¡Estoy demente por pensar que me apoyarías! -Le dije, ahora más furiosa. 

-¡Esto es serio Hanna! ¡Mi papá ha tenido que huir de la casa para no tener que ir con nosotras! Dime, ¿Tu papá ha hecho eso alguna vez? -Esperé a que ella dijera algo. No hablo

-¡Lo ves! ¡Me voy directo al infierno!

-Relájate un poco. Solo porque tu abuela sea tan... tan extraña, no significa que no sienta afecto por ti.

-En eso tienes razón -Le dije impaciente. No llegábamos a nada. 

-Pero de ahí en fuera, ella odia a todo mundo. Incluso a mi mamá.

-Ella no odia...

-¡Lia! ¡Es hora de irnos! -Grito mi madre desde el piso inferior, interrumpiendo a Hanna. Me despedí de ella y baje a regañadientes. Mamá caminaba en círculos alrededor de la sala con su vestido rojo, notablemente nerviosa. Me dio un vistazo rápido y sonrió un poco.

-Te ves encantadora. Tu abuela estará muy orgullosa al verte.

-Realmente no quiero hablar de esto, mamá -Le dije, poniendo una cara extraña. Ella frunció los labios. 

-Quiero aprovechar los últimos momentos de paz que tenemos, antes de que empiece el caos.

-Exageras -Dijo ella mientras abría la puerta principal y me dejaba pasar por enfrente de ella. Camine con paso rápido hacia mi coche y me adentre en él. Mamá hizo lo mismo.

- ¿Exagero? Vamos, tú sabes que es verdad.

-Mira Amelia... Sé que esto es difícil para ti, ¡también lo es para mí! -Dijo ella mientras lanzaba una corta risotada nerviosa y miraba su reflejo en el espejo del carro. 

-Solo quiero que sepas que, aunque tu abuela sienta un gran desprecio por tu padre y por la gente... bueno, la gente con nuestra situación, ella nunca dejara de querernos. ¿Está bien?-

 Asentí, aunque sabía que aquello no era cierto. 

-Ahora solo conduce y mantén la calma.

Conduje con prisa hacía Hollywood Hills. Realmente me sentía fuera de lugar -Y sé que mamá también—, en el destartalado automóvil mientras paseábamos por las calles. No tarde mucho tiempo hasta llegar a nuestro destino final.

He aquí mi problema. Probablemente se preguntaran "¿Oh, por qué sientes tanto temor a tu abuela?" O también, "¿por qué no la quieres ver?" Y bueno, es que realmente, la abuela es un dolor de trasero. Y no hablo en sentido figurado.

Mamá tenía apenas catorce años cuando el abuelo falleció de un infarto al corazón. Ella, junto con su hermana, la tía Helena y mi abuela, se mudaron desde Inglaterra hacía California, donde lograron rehacer su vida. Aunque no todo fue color de rosa. Con herencia del abuelo las cosas se tornaron un poco turbias y la abuela se volvió, eh, ¿Cómo decirlo? Ambiciosa. Exactamente. Del tipo "no te metas con mi dinero ni mi familia". Así que cuando mamá se enamoró de un pobre diablo—mejor conocido como papá. Sin ofensas, ¿eh? Mi padre es el mejor—, la abuela se volvió demente e intento absolutamente todo para arruinar la relación entre ellos dos. Fue entonces cuando entre yo. Con mi nacimiento, la abuela decidió volver a Inglaterra y no hablarle a mamá... Hasta hace un par de años, cuando decidió conocerme.

Incluso compro una casa aquí, en California, para estar más cerca de nosotras. Sin embargo, aún conserva su gran ego arrogante y extraño.

No es broma cuando digo que la abuela realmente odia a todo el mundo.
Pero entonces la abuela se enfermó hace un par de semanas, y eh, aquí nos tienen.

La casa era inmensa, tal vez del mismo tamaño que el del hogar de la señora Manheim. Era de un precioso color marfil, y estaba adornada con esculturas elaboradas con arbustos, pasto y enredaderas. Al entrar, la señora Roberts—El ama de llaves— nos saludó cordialmente.

-Muy buenos días tengan ustedes, señoritas -Respondimos el saludo y continuamos con nuestro camino. Nos dirigimos hacía el vestíbulo principal. Sacudí mi falda roja por instinto y me alise el cabello, una y dos veces.

La abuela entro caminando, dando pasos realmente lentos. Llevaba uno de sus típicos vestidos de diseñador en color lavanda, con su cabello rojizo anudado en un moño alto y sus estrafalarios collares de perlas. Cuando nos vio a las dos sonrió y nos saludó.

- ¡Querida! ¡Es un placer que estén aquí! - Dijo entusiasmada. Aunque realmente no podría decir si estaba fingiendo o algo parecido. Le ofrecí una sonrisa forzada y la abrace. Mamá hizo lo mismo.

-Les he traído un par de cosas desde Inglaterra. Amelia, ¿por qué no las traes? Se encuentran en armario.

-Mamá esto no es necesario... -Dijo mi madre mientras me lanzaba una mirada como diciendo "sálvame". Levante los hombros levemente y me dirigí escaleras arriba.

Algún día, esto se iba a terminar.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora