|CAPÍTULO 39|

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A las ocho en punto, solo yo me había presentado a la cena con Hanna. Milo se había puesto nervioso y terco, y a pesar de todos mis esfuerzos, no logré que el accediera a asistir. De todas maneras, no es como si yo estuviera preparada para una presentación.

Tenía mucho miedo de lo que Hanna y su imprudencia pudieran hacer.

Toque la puerta una, dos veces y después alguien abrió. Mi amiga llevaba puesto un vestido negro de holanes y encaje blanco que llegaba a la altura de las pantorrillas. Me sentí fuera de lugar con mis vaqueros holgados y mi trenza floja.

-Hola -Me acerque a ella para saludarla. Me abrazo y después asomo su cabeza por fuera de la puerta.

- ¿Y tu novio? - Me pregunto, mientras me invitaba a entrar. La pequeña mesa del comedor estaba cubierta por un mantel blanco, una vajilla de porcelana rosada y una enorme caja de pizza hawaiana en el centro. Sonreí.

-Milo no es mi novio...

- ¡Ja! ¿Lo ves? Yo ni siquiera dije su nombre. Tu sola te has puesto al descubierto.

-Cállate - Me lance en uno de los mullidos sillones de su sala. Ella se sentó a mi lado, encendiendo el televisor y colocando sus pies descalzos sobre la mesa. 

-¿Y acaso tú no tienes acompañante? -Le pregunte, recordando a Gaspard y al otro chico. Me estremecí, asqueada por el recuerdo.

-Supongo. Le hable a Paul cinco minutos después de que te marchaste pero él dijo que...

-Wow. Aguarda un momento. ¿Qué? -Dije mientras me levantaba bruscamente del sillón y la fulminaba con la mirada. Ella solo levanto los hombros

- ¿Por qué le hablaste a Paul?- Dije bastante enfadada ¿Cómo pudo hacer eso?

- ¿Qué tiene de malo? -Se levantó también y camino lentamente hacia la mesa. Corto un trozo de pizza con sus dedos y se llevó la rebanada a la boca.

La mire como si no pudiera creer lo que ella estaba diciendo

- ¿Estás loca? ¿Te das cuenta de los problemas que me pudiste haber ocasionado si Milo o Paul estuvieran aquí?

-Relájate, Amelia. No es como si alguno de los dos hubiera venido...

-Enserio, tu estas demente -Le dije mientras caminaba hacia la puerta, enojada y exasperada. Solo quería llegar a casa de Milo y encerrarme en su baño toda la noche. Bien, prefería quedarme en su colchón toda la noche.

Hanna me siguió, sin soltar su trozo de pizza con piña y sonriendo estúpidamente.

-No te vayas. Recuerda lo que te dije el otro día. Todo será mejor si los enfrentas de una buena vez.

- ¡Es que tu no entiendes! Yo no necesito encarar ni enfrentar a nadie, ¿vale? Y de todas formas, ¡no es asunto tuyo!

- ¿Qué no es asunto mío? —Ella puso sus manos sobre su cadera, frunciendo el ceño y aventando la pizza en el suelo.

-¡Soy tu mejor amiga! Todo lo que hago por ti, es por tu bien. Deberías de saber eso.

Suspire y la mire.

-Si, ya lo sé. Es solo que ahora mismo no lo pareces - Mordí mi labio inferior y me acerque a ella

- Yo... Uh, estoy algo alterada. Ha habido demasiados cambios en mi vida, ya sabes. Todo es muy rápido. Lo siento.- No quería disculparme, más bien ella debía hacerlo, pero tampoco alejaría a otra persona de mi vida.

-Esta bien, esta bien. No te preocupes. Pero creo que tendré que comerme toda la pizza yo sola.

-No te quedará la ropa que compramos -Ella rio. Levante un brazo para tocar su hombro y darle un abrazo, pero simplemente deje correr mi brazo de largo y lo pase por mi cabello al ver que ella se alejaba hacia el interior de la casa.

-Oye, antes de irme, no tengo idea de cuando te volveré a ver. Ya sabes, por el pequeño viaje que haré con Milo y su madre. Me voy en dos días. Háblame si quieres ver una película. Adiós.

Ella asintió y se despidió de mí, alzando una mano en el aire. La mire de soslayo a medida que me subía en mi coche y lo ponía en marcha. Arranque sin mirar atrás.

Tenía un leve presentimiento de que esta sería la última vez que la vería de la misma manera.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora