|CAPÍTULO 52|

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El viaje a casa fue más tedioso de lo que había sido la primera vez. Creía que tenía algo que ver con el hecho de que esta vez iba al lado de mis padres... Primero viajamos hacía Portland y de ahí tomamos un avión hacía California, que duró varias horas, y que en mi punto de vista, parecieron años. Al bajar del avión, mi resaca había aumentado y lo único que quería era llegar a mi dormitorio y dormir todo el día.

Incluso Milo podía esperar. Y claro que lo haría, ya que él se había quedado junto con el resto de su familia en Norway, arreglando algunos asuntos de quien sabe qué.

Mamá llamo a un taxi, subimos a él y yo instantáneamente caí dormida, abriendo los ojos una vez que habíamos llegado a nuestra casa en West Hollywood.

Nos bajamos del coche, y mientras mamá pagaba la cuenta y papá abría la puerta de la casa, yo simplemente me quede ahí fuera, observando el cambio drástico que había ocurrido desde la última vez que estuve aquí.
Alguien había mandado a poner cristales nuevos, también podaron el pasto e incluso le dieron una pasada de pintura por la pared que daba hacia la calle. Sentí una mano posarse sobre mi cintura y me gire para observar a mamá.

-Bienvenida a casa, de nuevo.
Me tomo de la mano y me guio hacia el interior de la casa. Me gusto la vista que tenía. Todo estaba en perfecto estado, como al inicio del verano. Me dio melancolía y por un segundo de verdad quise abrazar a mi madre por el esmero de reconstruir todo de nuevo.
La deje sola, junto con mi padre para que ellos dos pudieran instalarse y también pudieran descansar, porque tenía la certeza de que ellos estaban más cansados que yo. Subí las escaleras y después entre a mi habitación, a la cual tenía tanto tiempo sin ver.

Me reí y tire la única valija que tenía al suelo, corrí hacía la cama, aventándome contra ella y cerré los ojos, quedándome dormida.

No tenía idea de cuánto tiempo me había quedado dormida. Solo sabía que estaba muy oscuro y alguien me había despertado llamando por teléfono.

Revise la hora; Diez y media de la noche, ¿Quién podría ser? Conteste y salude.

-¿Bueno? ¿Quién habla? -Pregunte con voz adormilada.

-¿Lia? ¿Eres tú? -Una familiar voz femenina pregunto a través de la línea. Rápidamente la identifique. Hanna. 

-Oh, yo sé que eres tú. ¡Querida! ¿Cómo has estado? Me he enterado de lo que te paso haya en Maine. Quería ir con tus padres a visitarte allá, al hospital, pero mis padres no me dejaron... ¡Me tenías muy preocupada!

Me rasque la cabeza y baje la mano hacia mi estómago. Tenía demasiada hambre. 

-No te preocupes. Me siento mejor. Solamente tuve una pérdida de la conciencia por varios días... Como un desmayo prolongado. No tendrá repercusiones en el futuro así que, supongo que no fue nada grave.

-Por supuesto que fue algo grave. Pusiste tu vida en juego. ¡Oh! Te juro que muero por verte. Te compre un pequeño obsequio y uh... sé que es algo tarde pero, tal vez podríamos salir hoy y...

-Créeme, también yo muero por verte, pero sinceramente me siento cansadísima. Tal vez mañana... ¿Qué dices?

-Por supuesto. ¿A las tres en Panera?

-Claro que sí. Nos vemos allá. Te quiero, adiós -Hanna colgó.

Me quede acostada un rato más, hasta que los gruñidos de mi estómago se hicieron cada vez más fuertes. Me levante y me saque la ropa arrugada, solo para después envolverme en una sábana. Abrí la puerta y baje las escaleras de dos en dos.

Extrañamente, las luces estaban ya apagadas y no había ni un solo ruido en el aire. Decía esto porque, generalmente, papá y mamá se iban a dormir más tarde, y no tan temprano. Decidí no prestar atención y camine hacia la cocina.
Abrí el refrigerador y tome un jugo y un par de galletas. Cerré la puertita y me gire, aventando las cosas al suelo.
Porque alguien estaba parado en el marco de la puerta.
Y me estaba mirando, justo a mí.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora