|CAPÍTULO 38|

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-Pero yo creí que íbamos a salir -Le dije a Milo, decepcionada mientras observa mi ridículo bikini de figuras geométricas fosforescentes traspasándose a través del camisón blanco que llevaba puesto. Tire una sombrilla amarilla que había comprado en el camino y deje mi bolsa sobre el suelo. 

-¿Por qué no salimos?

-Decidí que aquí tendríamos más privacidad. ¿Acaso no te agrada la idea? -Dijo él mientras me tomaba de la mano y me pedía que lo guiara hacía el patio trasero. 

-Además, quiero hablar contigo.

- ¿Hablar conmigo? ¿Sobre qué? -Le pregunte, nerviosa y emocionada a la vez. Había tantas cosas que él podría decirme y yo solamente me imaginaba que me confesaría su amor eterno y ese tipo de cursilerías que en lo particular yo amaba.

-Más al rato. Hay que disfrutar de la piscina, ¿vale?

-Siempre podemos disfrutar de la piscina. No es como si tu casa estuviera siempre llena, eh.

-Tú sabes a que me refiero, Amelia- Dijo él mientras lo guiaba hacía la orilla de la alberca y después se separaba de mi agarre para sentarse sobre el suelo. Me senté a su lado.

-No. Realmente no se a qué te refieres.

-Disfrutemos de la alberca, como ¿pareja?- Dijo un tanto nervioso. 

-Bueno, ¿Así te quedan las cosas claras? -Termino de hablar y se zambullo dentro del agua, salpicándome y mojándome al instante. Pero no me moleste. Ni siquiera me di cuenta. Solo podía pensar en sus palabras.

«Disfrutemos de la alberca como pareja ».

¿Eso significaba que quería que fuéramos algo más?

Me levante del suelo, me quite el camisón y grite.

- ¡Milo! ¡Agárrame porque ahí voy! - El levanto su cabeza, despistado y después me di un clavado, chocando contra el agua de la alberca. Intente quedarme lo más quieta posible y después me impulse con los pies hacía Milo, ya que yo no sabía nadar. Lo abrace por el cuello y sin importarme, le plante un beso en los labios. El me tomo por la espalda y rio.

- ¿A qué se debió eso?

-Yo puedo besar a mi pareja cuando se me pegue la gana, ¿o no? -Sonreí alegremente mientras él se volvía a acercar a mí y me daba un fuerte abrazo. Me dio un tierno beso en la nariz y llevo una de sus manos hacía mi rostro.

-Por supuesto que sí. Y yo puedo hacerte lo mismo cada vez que se me pegue la gana.

-No lo creo. Tal vez a tu novia le moleste. Creo que se pondrá celosa.

-Cualquiera estaría celoso de alguien tan tierna y hermosa como tú. Incluso mi novia.

- ¿Ah, sí? -Pregunte mientras nuestras frentes se tocaban.

-¿Y quién es tu novia?

-Aun no es mi novia, pero intuyo que lo será muy pronto. Es una hermosa chica que tiene la nariz más respingada de toda California y unos exóticos labios suaves. Ah, y trabaja como niñera. ¿No la conoces? - Dijo él mientras acunaba mi húmedo rostro con sus manos.

-No, no he tenido el placer de conocerla. Pero dime, ¿Quién da mejores besos? ¿Yo, o ella?

-Mmm. La verdad, no lo sé. Tal vez podrías quitarme esa duda.

-Tal vez...

Lo volví a abrazar, aferrándome de su cuello. El unió sus labios con los míos y me dio un beso tan dulce y lento, que hizo que mi corazón se detuviera. Dejamos de flotar y nos hundimos en el agua, dejando que nuestras bocas y manos trabajaran por si solas. Y de pronto comenzó a faltarme el aire, y yo supe, que no era precisamente por la falta de oxígeno, si no por culpa del chico frente a mi. 

Porque él era mi razón de ser, y porque no me importaría vivir un segundo más si no fuera con él. Porque estaba enamorada. Loca y ciegamente. Y ya nada ni nadie podría cambiar eso.

CORAZÓN CIEGO/MILO MANHEIMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora