Promesas rotas

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Sentía que iba a enloquecer, como si mi mente se desgarrara en fragmentos irreconocibles. ¿Cómo era posible esto? ¿Qué vida era esta que estaba viviendo? No estaba encontrando mi propósito, perdido en la oscuridad de mi propia mente.

Miraba mi móvil, la imagen de Mehdi me atormentaba, el miedo se apoderaba de mí. En ese instante era un reflejo de lo que sentía, la impotencia de perder a mi padre, de perder todo lo que me rodeaba. No estaba haciendo nada bien,en algún punto, mi vida se había convertido en un agujero sin fin.

La foto de Mehdi se repetía en la pantalla de mi móvil, y podía ver el miedo reflejado en sus ojos. De repente, tiré el movil con furia, como si fuera el culpable de mis problemas.

—¿Ves lo que habéis hecho? ¿Qué os he dicho y qué es lo que hacéis?— Grité mientras les mostraba el móvil.

—Se supone que somos una familia, y estáis trabajando a mis espaldas.—

—No eres nadie.—Una voz susurró a mi derecha.

—¿Por qué nos haces esto? —Escuché otra voz infantil.

El miedo me envolvió por completo, y no pude evitar hablar con ellos.

Tenían razón,no podía vengar a mi padre, no podía cumplir con mi deber y, aparentemente, no podía mantener a mi familia unida. Yasmín parecía odiarme, y cada uno seguía su propio camino.

—Mahmud, no eres nadie. No eres capaz de vengar. Déjanos descansar —la voz no paraba de intensificarse dentro de mi.—

Cerré mis oídos y mis ojos mientras intentaba concentrarme. —No, no puede ser. Soy un inútil. No puedo proteger a mi familia.— Empecé a golpearme la cabeza mientras me aislaba.

—No sirvo. No sirvo. No puedo proteger a mi familia.—

—Mahmod, escúchame, soy yo, Marcus. Estoy a tu lado, hermano —comencé a oír los susurros de Marcus, aunque distante.

Mis ojos se nublaron, y algunos recuerdos se asomaron entre las sombras.

—No quiero jugar con él.— Empecé a gritar en medio de la calle.

—Si él no juega con nosotros, no vamos a jugar.— Me decía mi hermano mientras sujetaba la pelota entre sus brazos.

—No es justo que él esté en mi equipo. Me hará perder. Quiero a Dalia conmigo.—

—Dalia estará conmigo.—

—Pero...— Empecé a quejarme

Yaser se acercó a mí y habló con calma.

—Escucha, después de mí, eres el mayor. Eres el protector. Debes  proteger a Alí, tienes que ser un hermano. No importa lo que pierdas, lo importante es que tengas a tu familia contigo. Sin familia, no merece la pena ganar.

Miré a Alí, sentado enmedio de la acera, observando algunas piedras . Me acerqué a él, tirando de su brazo.

—Hoy juegas conmigo.—Le dije, y él se sobresaltó por el contacto.

—Tú no quieres estar conmigo.—Se repitió mientras se limpiaba la parte de la mano que había tocado.

Giré los ojos y lo miré fijamente.

—Sí quiero, somos hermanos.— Respondí con simpleza.

—¿Hermano mío? —preguntó, mirando a Dalia y a Yaser, quienes asentían con entusiasmo.

—Entonces, Mahmod tiene que proteger a Alí. Mahmod es el hermano mayor —empezó a saltar mientras repetía las palabras.

—No has cumplido con ello —sentí pena al ver a Mahmud con un traje rojo extravagante, deteniéndose para observar la escena.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora