Cuenta regresiva

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Mahmod

Habían pasado varios días desde que mi vida se había convertido en un tormento. Me sentía miserable. No lograba encontrar a mi mujer, y lo peor de todo era que mi arrogancia había avivado las llamas del conflicto. No era un día cualquiera, era el Eid, nuestra primera celebración como marido y mujer. Se suponía que debíamos compartirlo juntos, pero ella no estaba. Había fallado en mi promesa y la había puesto en peligro. Me encontraba solo en la casa de la montaña, como un ermitaño, intentando encontrarla por mi cuenta. No tenía ni una pista, ni una imagen, y no había dormido nada. ¿Cómo podría cerrar los ojos cuando ella estaba sufriendo? No podía, no me imaginaba estar sin ella.

El amanecer rompió sobre la casa de campo, nuestro hogar, nuestro refugio, el lugar de nuestro último reencuentro.

Había estado rezando por ella, pidiendo por su vida, por la nuestra, por la oportunidad de vivir una vida normal, de poder verla, tomar sus manos y decirle cuánto la amaba. Solo quería a mi mujer de regreso.

Tras recibir la llamada de Christopher, regresé a casa con la esperanza de encontrarla, como si todo fuera una cruel broma.

—¿Qué hacemos? —preguntó Christopher en cuanto me vio.

—No sabemos dónde está Yusef—

—No me importa —dije, subiendo las escaleras mientras me seguía con la mirada.

—Pero, ¿qué?—

—Lo único que me importa es mi mujer, recuperar a mi mujer. Lo que pase con Yusef o con vosotros no me interesa, como si se muer—

—Antes de que pudieras terminar de hablar —interrumpió Christopher—. Mahmod, necesitamos orden. Entendemos tu enfado, pero no es el momento. Mehdi sigue encerrado, Yusef desaparecido, y Yasmín—

—No vuelvas a mencionar sus nombres —respondí con rabia—. Solo voy a rescatar a Yasmín, a mi mujer, y lo demás no me importa.—

—Pero el trabajo—

—No me interesa nada de eso —dije mientras salía de la casa armado. Si encontraba a mi esposa, sería por mi cuenta.

—Te necesitamos —dijo Christopher, agobiado—. Yo no puedo con esto, de verdad. No podemos encontrar a Yusef, el negocio está colapsando, Marcus no sale de su habitación, Mehdi está encerrado... el mundo se nos viene encima.—

—¿Y a mí qué? —le respondí con furia—¿Y a mí qué me importa? Si tu mundo se derrumba, ¿qué puedo decir del mío, Christopher? ¿Qué digo de mi mundo, donde no conocí a mi padre, y el único padre que tuve fue asesinado por mi amigo? ¿Qué esperas que diga, Christopher, cuando todos en esta casa me han mentido? ¿Cómo esperas que actúe cuando no he podido proteger a mi mujer? No lo entiendes... mis manos estaban manchadas de sangre esa noche, la sangre de Suleyman. Lo teníaen mis manos, desangrándose, y lo único que me pidió fue que protegiera a su hija. ¿Cómo crees que me siento, Christopher? —dije, acercándome a él—. No quiero nada de vosotros, solo quiero a mi mujer.—

Estaba decidido, iba a cortar todos los lazos. No los necesitaba. Esta sería mi última vez actuando. Ya no me importaba nada. Me sentía perdido, sin saber qué hacer.

Quizás mi mente quería alejarme de esta vida, y ¿cómo no hacerlo si siento que tengo alas, pero no puedo volar? Siento que mi ser se ahoga, pero ¿qué importa?

Salí de la casa corriendo, dirigiéndome hacia Fuad, ya que él tenía las respuestas que buscaba. Estaba seguro. Pero antes de eso, hice una llamada.

—¿Me puedes ayudar? —pregunté a Torniquete.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora