oración de desesperación

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-Nadie me va a decir qué ha pasado- grité mientras mis manos se aferraban al borde de la mesa.

-Han pasado diecisiete días y no ha vuelto-, espeté mirando a mi alrededor, donde se encontraban Yasmin, Yusef, Mehdi y Cristopher. Nadie levantaba la cabeza. Di otro golpe a la mesa.

-No quiero romper mi ayuno, pero nadie me está diciendo nada. ¿Qué pasó esa noche aquí?-

-Nada que...-, intentó decir Yusef.

-No te lo crees ni tú-, señalé a Mehdi .

-Tú tenías la cara desfigurada, al igual que Cristopher, lleno de sangre. Marcus no pasó la noche aquí y volvió por la mañana, dejando el arma en mi despacho, diciendo que no podía...- vacilé, incapaz de terminar la frase.

-Podía esperarlo de cualquiera, pero no de él. Sé que a donde vaya, él siempre me sigue, ¿qué pasó esta noche para que se fuera?-

-Mahmod, mira, creo...- comenzó Yasmin.

-Si no vas a decirme qué pasó, no quiero escucharte-, la interrumpí, dejándola atónita.

Rápidamente, Yusef se levantó. -Entiendo que estés cabreado, que haya cosas que quieras saber, pero eso no te da derecho a hablarle así. Eres solo su marido, recuérdalo. Sin ella, no serías nuestro jefe-, ironizó mientras me señalaba y se iba a lado de Yasmin.

-Quieres saber la verdad, ve y pregunta a Cristopher. Él te dirá lo que sucede-, dijo zanjando el tema.

Rápidamente salí de la sala de estar mientras cerraba la puerta de un portazo, sintiendo a dos siluetas caerse detrás de mí.

Intenté mantener la calma al ver que se trataba de Ghazal y Jalila. Con un gesto de irritación, me dirigí hacia ellas.

-Es de mala educación escuchar conversaciones privadas-, espeté con un tono cargado de enfado.

-Byeno, es...que... bueno nosotras-
Jalila intentó justificarse, pero mis palabras la cortaron.

-Eso no te da derecho a escuchar conversaciones privadas-, afirmé con firmeza, mientras avanzaba decidido.

Entre murmullos apenas audibles, escuché sugerencias para obtener información sobre el paradero de Marcus.

Pero mi mente estaba demasiado concentrada en la búsqueda de respuestas como para prestarles atención, así que salí.

De repente, un -Espera- interrumpió mis pensamientos. Me volví hacia Ghazal, cuyo rostro reflejaba una mezcla de nerviosismo e impaciencia.

-Dios, quiero saber cuánto mide un pie tuyo, caminas muy rápido-, bromeó Ghazal, intentando aliviar la tensión que se había acumulado en la habitación.

-¿Qué es lo que quieres?-, pregunté bruscamente.

Ella levantó las manos en un gesto de paz. -Calma, calma, vengo en paz-, dijo con una sonrisa nerviosa.

-¿Me puedes decir donde está Marco?-

-Marcus- la corregí.

-Eso es, Marcus Marco, se me confunde. Bueno, ¿me vas a decir que no sabes dónde está?-

-¿Para qué lo quieres?-, dije con impaciencia.

-Yo no lo quiero, pero hay alguien que está preocupado por él-

-Tu prima-, a lo cual asintió, un poco incómoda. Obviamente sabía dónde estaba Marcus, le había dejado su espacio, pero eso no significa que no estuviera pendiente de cualquier paso que diera. Seguí preocupado.

-Mira, no se lo digas a nadie-, dije cansado. -¿Sabes la zona?-

-Sinceramente no, pero me puedes dar la ubicación y con Google Maps...-
-No has salido mucho por aquí, ¿verdad?-, afirmé.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora