Marcas del alma

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Mahmod acababa de irse a toda velocidad, así que me subí a mi despacho. Al entrar, pude ver un sobre marrón grande; al abrirlo, unas imágenes impactantes salieron a la luz.

Mi corazón dio un vuelco imposible. No, no podía ser real. En la fotografía, mi padre y Yusef estaban presentes, pero la escena que capturaba era insoportable. Yusef sostenía un arma, apuntando directamente a la cabeza de mi propio padre. Mis manos temblaban, y mis ojos se negaban a creer lo que veían.

—No puede ser verdad...— repetía en mi mente mientras mi mirada se aferraba a la escena que se desplegaba frente a mí. La sorpresa, el miedo se entrelazaban en mi rostro, incapaz de aceptar la realidad que esas imágenes transmitían.

Aunque una parte de mí quería aferrarse a la esperanza de que aquello fuera algún tipo de engaño, el traje que llevaba mi padre despejó cualquier ilusión. Era el mismo traje que vestía el día en que perdimos a mamá y a él. No podía ser una coincidencia. Esto era real.

Antes de que pudiera procesar completamente la magnitud de la revelación, mi teléfono comenzó a sonar con insistencia, un número privado parpadeando en la pantalla. Con manos aún temblorosas, respondí, casi susurrando por el shock.

— ¿Hola? —mi voz temblorosa apenas lograba articular las palabras.

— Espero que te hayan gustado las fotos —una voz fría y despiadada resonó al otro lado de la línea.

— ¿Cómo te atreves? —grité, la furia ardiendo en mi pecho.

—.¿Cómo te atreves a hacerle esto a Yusef, a mi familia?—

— Ve y pregunta a tu hermano. Ve y descubre cuánto os ama —la voz, cargada de cinismo, se desvaneció con una risa antes de colgar, dejándome sumida en la conmoción de las impactantes imágenes y en la desafiante revelación que acababa de recibir.

Corrí tan rápido como pude, dejando atrás el despacho. Mis manos temblaban mientras buscaba las llaves del coche de repuesto. Al encontrarlas, me subí rápidamente, encendí el motor y salí disparada hacia "casa", donde tantos recuerdos compartíamos.

La imagen de Yusef apuntando con un arma a mi padre se repetía en mi mente como un bucle aterrador. Necesitaba respuestas, necesitaba entender.

Mientras conducía, los recuerdos de mi infancia con Yusef se agolpaban en mi mente. Éramos como hermanos, criados juntos bajo los valores de mi padre.

Él siempre estaba ahí para cuidarme, para protegerme, como una figura de hermandad. La imagen de su rostro sonriente mientras jugábamos en el jardín era algo que aparecía en mi mente, comparando lo que acababa de presenciar en esas fotos impactantes.

Recordé cómo Yusef solía llevarme en su espalda cuando era pequeña, cómo compartíamos risas y secretos en las noches estrelladas. Su amor y lealtad eran inquebrantables, al menos eso creía. No podía reconciliar al Yusef que conocía con el que aparecía en esas imágenes desgarradoras.

El sonido del motor se mezclaba con el latido acelerado de mi corazón. Mientras conducía por las calles que tantas veces habíamos recorrido juntos, las lágrimas nublaban mi visión. Necesitaba respuestas, necesitaba confrontar a Yusef y entender por qué, cómo pudo llegar a eso.

¿Cómo podía reconciliar al Yusef que creció conmigo, que compartió la carga de perder a mi padre, con el Yusef que parecía estar apuntando con frialdad a la persona que más queríamos?

Recuerdo cuando tenía once años, y la inocencia aún bailaba en mis ojos. Aquel día quedó grabado en mi corazón como un fragmento roto de un tiempo que ya no existía. Yusef, siempre presente, estaba ahí para mí.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora