Los Infiernos que nos definen

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-Yasmín, ¿qué vas a hacer?-

-Escúchame, podemos irnos de aquí tú y yo, sin nadie más.-

Ahora lo tenía claro. Ya sabía mi pronóstico, sabía lo que iba a pasar. Con una pequeña sonrisa miré mi papel; lo que pensaba se estaba haciendo realidad y tenía que asegurarme de una cosa: darle a Mahmod la familia que merecía.

Soy un caso perdido, me pierdo en el amor de Mahmod. Cada vez que cierro los ojos, veo su rostro, siento su toque, escucho su risa que resuena como una melodía en mi corazón. Su amor es como un faro en la oscuridad, guiándome cuando todo parece incierto. La manera en que me mira, con esos ojos llenos de ternura y comprensión, hace que todo mi ser se estremezca. Estoy segura de que lo acompañaré hasta el final de mi aliento, hasta el final de mi vida, porque mi camino se junta con el de él de una forma que parece predestinada.

Recuerdo la primera vez que nuestras miradas se cruzaron, cómo una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo y supe, en ese instante, que nuestras almas estaban conectadas. Cada día con Mahmod es una nueva aventura, una historia que se escribe con el lenguaje del amor. Sus caricias son suaves y seguras, como si supiera exactamente cómo sanar cada herida, cada cicatriz de mi alma.

Mahmod es mi refugio, mi hogar. En sus brazos, encuentro la paz que el mundo me niega, la calma en medio del caos. Y mientras respire, prometo amarlo con cada fibra de mi ser, con cada latido de mi corazón. Porque cuando estoy con él, siento que estoy exactamente donde debo estar, junto al amor de mi vida.

-Amo a mi marido, soy feliz aquí -dije.

48 horas antes...

Mahmod subió a su cuarto rápidamente. Lo seguí de cerca, y nada más entrar, vi que ya se estaba cambiando la camiseta. Con coraje, cogí una almohada y le pegué con ella.

-¿Qué es lo que haces? -exigí.

Él se giró para mirarme, claramente confundido.

-Espera, ¿qué he...?-

Antes de que pudiera terminar la frase, le volví a dar con otra almohada.

-¡No te hagas el tonto! Llevo todo el maldito día sintiéndome culpable por nuestra discusión y tú, ¿qué haces? ¡Estás en modo "hohoho, hehehe" con Ghazal!

Mahmod me miró mientras abrochaba su camiseta. Una pequeña risa se escapó de su bonita cara.

-¡Encima te ríes! -dije, quitándome un zapato para lanzárselo.

-¡Op, op, op! -dijo mientras se acercaba a mí, cogiendo mi muñeca y dando pequeños besos en ella. Recorrió mi mano con sus labios y dejé caer el zapato, permitiendo que entrelazara su mano con la mía. Me acercó a él y situó un pequeño beso en mi cuello.

-Lo siento -me susurró.

Sabía que no debía dejarlo pasar, sabía que debía enfadarme, pero ¿cómo podría hacerlo si mi corazón latía por él?

-Lo siento, esposa mía -replicó, y esta vez sentí el corazón estrecharse.

Tal vez debería formular una frase como "Eres un mal esposo, me has hecho daño", pero no podía dejar que esas palabras se clavaran en él. Así que apoyé mi cara en su cuello y susurré:

-Una vez más.-

Él rio suavemente y dijo:

-Lo siento, Yasmín.-

¿Qué puedo hacer cuando él derrumba toda mi conciencia?

-¿Qué tal si esta noche y mañana desaparecemos? -propuso.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora