Mahmod:-No puede ser, no puede ser real -murmuraba en medio del caos, y entonces, como un eco retumbante, escuché los gritos de Yusef. Mi mente empezaba a desmoronarse, y las voces en mi cabeza se multiplicaban.
-Es mi culpa, es mi culpa -me repetía mientras me golpeaba frenéticamente. Las voces se intensificaban, una multitud en mi mente, entre ellas, la presencia siniestra de Mahmud, otra versión de mí mismo, emergía.
-Claro que es tu culpa, ¿quién más si no va a ser? -Decía Mahmud con desprecio, apareciendo frente a mí. La lucha interna se desataba, y sus palabras se convertían en un tormento constante.
-No, no ahora, por favor -susurré al borde de las lágrimas.
-Eres un ser débil, Mahmod. Déjalo, no puedes con esto, eres insignificante -las palabras de Mahmud resonaban con crueldad.
-Necesito ayuda -susurré, buscando una salida en medio de mi propia mente fracturada.
-Y yo necesito que te mueras -comentaba Mahmud mientras se acercaba, sumergiéndome en la oscuridad.
-Mahmod, has causado tanto daño. Por tu culpa, Ali y tu madre están bajo tierra, tu hermana perdida. Eres una maldición, un niño maldito -las acusaciones de Mahmud pesaban sobre mí como una losa.
-Yo no quiero esto, quiero paz -le supliqué, pero la sombra de Mahmud insistía en recordarme mi propia culpabilidad.
-Maldigo el día en que no abandonaste esa vida -espetó con prepotencia, atormentándome con mi pasado.
-¿Acaso no puedo vivir? ¿Acaso no puedo tener una vida normal? -pregunté, anhelando una existencia sin la carga de mi historia.
-Mahmod, tú no eres normal. Tu cordura te abandonó hace años, nos haces vivir enfermos. Acaba con esto, estás perdido, dando vueltas sin encontrar el asesino de Suleyman -insistía Mahmud.
-No, aún me falta, aún necesito saber -me resistía, pero la oscura presencia de Mahmud me envolvía.
-Venga, Mahmod, sabemos lo que pasó. Deja de negarlo -susurraba Mahmud, tratando de acabar con mi resistencia.
-¡No, no me hables, no me envenenes! -exclamé, tapándome las orejas, tratando desesperadamente de silenciar las voces en mi cabeza.
En medio de la tormenta, la voz de Yusef se alzó como un faro. Corrí hacia él, anhelando su apoyo, mientras sus brazos me rodeaban, disipando momentáneamente las sombras.
-Shhh, venga Mahmod, tú puedes -me susurraba Yusef, guiándome fuera del abismo. La oscuridad cedía ante su luz, y limpié mis lágrimas, decidido a enfrentar lo que estaba por venir.
-Bien, bien, tienes toda la razón, vamos nosotros, nosotros podemos -exclamé, necesitaba recuperar la compostura, rápidamente me levante del suelo y enderezándome.
-¡Cristopher! -grité, llamando la atención de Cristopher mientras salía del pasillo. Observé a Mehdi entre las escaleras, su mirada fija, pero sin intervenir.
-Cristopher, la casa es tuya ahora. Estás a cargo y debes cuidar de todos -le dije a Cristopher, quien asintió, comprendiendo la responsabilidad que recaía sobre sus hombros.
-¿Sabes lo que va a pasar? -Me giré para mirar a Yusef.
-Sí, enseguida van a venir por mí -Respondió con determinación.
-Bien, necesito que te escondas -le dije.
-No voy a esconderme. Si quieren venir por mí, que vengan aquí les espero -dijo con firmeza.
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Sombras de Lealtad
Teen Fiction"La tragedia nos dejó reducidos a tres almas, luchando por encontrar sentido en un mundo empeñado en arrebatarnos la felicidad." En el corazón de Turín, donde las sombras de la historia se funden con la belleza del paisaje, tres almas solitarias con...