Marcus:
Me encontraba mirando la televisión. Se suponía que iba a ser una iftar familiar, así que eché un vistazo a mi alrededor. Observé a mi alrededor, y la imagen de Jalila y Zaid a mi lado me llenaba de una profunda satisfacción. Había algo profundamente reconfortante en tenerlos cerca, y me di cuenta de cuánto me había acostumbrado a su presencia.
En ese momento sonó el timbre.
—Voy yo —avisé, levantándome.
Al abrir la puerta, vi a Mina con Fatma.
—Hola, ¿cómo estás? —me preguntó Fatma.
—Bien, bien, pasen.—
—¿Y Mahmod? —dijo Mina, mientras giraba para mirar a Jalila, quien la saludó con la mano, ya que Mina podía ser muy intensa con su mirada.
—Bueno, le ha salido un inconveniente de última hora, y ha tenido que salir con Yasmín.—
—Ah, pobres, con lo que Mahmod lo hacía ilusión.— dijo Fatma.
Mina se quedó mirando a Jalila de una forma que parecía que perforaba su existencia. Pensé en llevármela a la cocina mientras tomaba los platos que me había extendido.
—Mina, ¿quieres ayudarme a colocar las cosas que habéis traído?—
Ella simplemente siguió. Nada más entrar a la cocina, me increpó —¿Qué haces con esa mujer a solas? —me susurró entre dientes mientras cogía un cuchillo.
—¿Pero qué haces? —le susurré mientras le quitaba el cuchillo de las manos.
— Dime qué haces solo con ella. Primero viene a casa a verte y ahora esto.—
—Solo estábamos viendo la tele, no exageres.—
—¿Para qué vas a ver la televisión con una mujer? No te das cuenta de que está casada...—
—No lo está —dije seriamente.
—¡Me vas a dar algo! ¿Qué crees que vas a hacer junto a esa mujer? ¿Qué crees que haces con una mujer que tiene un niño? Por Dios, se ve más mayor que tú.—
Rodé los ojos con cansancio. No quería empezar a discutir con ella ni intentar romper estigmas. Su pensamiento no iba a cambiar por lo que le dijera, al menos no ahora.
—¿No eras tú la misma que me buscaba alguna pretendienta? —le recordé, ya que hace años insistía, pero tras la muerte de padre, eso quedó aplazado.
—Te busco una pretendienta. Una de tu altura, una joven sin lastre de hijos, alguien que te convenga —sentenció.
—Oh, por Dios, Mina, cállate ya, por favor —le rogué.
En ese momento, Jalila entró a la cocina.
—Yo... bueno, pensaba sacar agua de la nevera, si no os importa —dijo incómoda.
Mina se puso rígida al ver a Jalila entrar, y yo me apresuré a sonreír para suavizar la tensión en el aire.
—Claro, Jalila, adelante. Necesitábamos un poco de agua —dije mientras me hacía a un lado para dejarle espacio.
Jalila sonrió con una timidez que intentaba disimular la incomodidad en su rostro. Aunque su sonrisa era cálida, podía percibir la sombra de inquietud en sus ojos. Me preocupaba que hubiera escuchado al menos una parte de nuestra conversación, y me atormentaba pensar en cómo eso podría afectar nuestra amistad, o lo que fuera que estuviéramos construyendo. ¿Amistad? ¿Relación? Todo se sentía tan confuso.
La verdad es que me encontraba enredado en un laberinto de sentimientos. Jalila era musulmana, una fe que yo no compartía, y esta diferencia se había convertido en un enigma constante para mí. Nunca habíamos hablado abiertamente sobre nuestras diferencias, y para ser sincero, apenas habíamos abordado el tema. Esto hacía que la situación fuera aún más complicada de lo que podía expresar. La ausencia de una conversación clara sobre nuestras creencias y valores solo incrementaba mi confusión.
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Sombras de Lealtad
Teen Fiction"La tragedia nos dejó reducidos a tres almas, luchando por encontrar sentido en un mundo empeñado en arrebatarnos la felicidad." En el corazón de Turín, donde las sombras de la historia se funden con la belleza del paisaje, tres almas solitarias con...