Corazones quemados

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Este capítulo no sigue la línea principal de la historia y se centra en la pérdida de Torniquete a Said, podríamos decir que parece ser un interludio o un capítulo de desarrollo de personajes. Si estás interesado en seguir la trama principal, podrías saltarlo, aunque también podría ofrecer detalles importantes o profundizar en el desarrollo de algunos personajes.

Torniquete:

Acababa de perder a mi mano derecha, a mi amigo. ¿Quién diría que hoy nos separaríamos? ¿Quién diría que ya no podría ver sus ojos, que ya no podría recordar nuestros años juntos? Said no era solo un chico más; Said era mi compañero. A donde iba, él estaba. Said era mi mejor amigo, mi amigo de verdad. Sentía miedo, lo había perdido y no me lo creía. Si hubiera sabido que subir a ese coche significaría ponerlo en riesgo, hubiera subido yo. Said no era una persona simple, era mi amigo. Tenía una familia, una madre, hermanas. Said era una persona de verdad que sentía y que, por nuestra culpa, por mi culpa, se había ido.

¿Cómo iba a enfrentar un mundo sin él si él no era cualquiera? Habían pasado días, me había aislado, estaba sufriendo insomnio. Cada vez que cerraba los ojos, su cuerpo carbonizado venía a mi mente.

Tenía miedo de enfrentar la situación. Sabía que debía hacer algo, sabía que tenía que avisar a su familia y eso me dolía. Eran las cinco de la mañana y me daba miedo enfrentar la realidad. Sabía que tenía que verlos.

Paseaba por mi casa solo, el vacío resonaba en cada rincón. Recordaba cómo Said solía pasar el tiempo allí, cómo abría la nevera y tomaba lo que quería sin pedir permiso. Me senté en el sofá y cerré los ojos, imaginando a Said allí, como siempre, con su risa contagiosa llenando el espacio. Pero al abrir los ojos, la realidad me golpeaba de nuevo. Recordaba cómo entraba sin tocar la puerta, como si esta casa fuera tanto suya como mía. No, no podía soportar estar allí más tiempo.

Salí de la casa, mis pasos se sentían pesados. De repente, vi una imagen de Said sentado en el porche, sonriéndome. Sabía que era una alucinación, pero no podía evitar sonreír con tristeza. Necesitaba escapar. Subí al coche y conduje sin rumbo, perdido y desolado, hasta llegar frente a la bahía.

Tomé mi coche y conduje por las calles, perdido y desolado. Me detuve frente a la bahía, donde un puesto de kebabs y tacos me recordó cómo Said comía sin parar, mientras yo me sentía asqueado solo de verlo. Empecé a caminar por la ciudad, por los lugares que un día recorríamos juntos.

Recuerdo aquellos días en los que Said y yo solíamos venir al kebab. Él siempre se lanzaba sobre la comida con un entusiasmo desmedido, llenando su plato hasta el borde y comiendo sin parar, con migas y salsa escurriendo por su rostro.

El viento frío me envolvía mientras continuaba mi solitario camino, buscando algo que ni siquiera podía definir. La ciudad se volvía cada vez más difusa a medida que los recuerdos se mezclaban con la realidad. El pasado y el presente se entrelazaban en una danza dolorosa, y el peso de la nostalgia y el arrepentimiento me aplastaba el alma. No había manera de regresar a esos días

Ya era de mañana cuando llegué a un barrio pobre y descuidado, un lugar que parecía haberse rendido a la decadencia. Las calles estaban llenas de escombros y los edificios, en su mayoría, estaban destrozados, con paredes desplomadas y ventanas rotas. Las chozas que aún se mantenían en pie lucían maltrechas y desmoronadas, como si el tiempo las hubiera dejado atrás, olvidadas.

De repente, me vino a la mente la choza de mi amigo, una pequeña casa pintada de blanco, que también había conocido la decadencia. Recordé su patio lleno de arena y piedras, donde algunas plantas luchaban por sobrevivir. Allí, los niños jugaban y uno de ellos, con evidente falta de cuidado, lanzaba piedras a las cosas que una joven estaba tendiendo.

Sombras de LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora