Marcus
No sabía por qué, ni entendía completamente qué iba a hacer, pero sentía que no podía soportar ver esos ojos arder en este instante.
—Dime qué es lo que quieres —le dije mientras me acercaba, teniéndola frente a mí.
—Quiero... quiero salir de aquí con mi hijo —respondió, aguantando las lágrimas que se le acumulaban en los ojos.
—Vas a salir de aquí con tu hijo —le aseguré, mientras sujetaba su mano con firmeza, sin que ella lo esperara. Nos dirigimos al pequeño patio trasero de la vecina, cuidando de que nadie nos viera. Sentía que estábamos siendo observados, y los disparos se intensificaron, señal de que mis hermanos estaban enfrentándose a la situación. Confiaba plenamente en que podían manejarla. Deseaba que todo estuviera bajo control.
Sin darme cuenta, sentí que la mujer apretaba mi mano. Aunque no entendía por qué la ayudaba, sabía que debía hacerlo. Era mi deber.
Entramos en el patio trasero. La casa se veía decaída, con las luces apagadas. Lo más probable es que estuvieran durmiendo. Intenté tocar la puerta, pero estaba cerrada.
—No va a escucharnos; se habrán escondido —me susurró.
La miré y dije: —Entiendo. Así que, mientras sujetaba con fuerza su mano, me eché para atrás y di una patada. Agradezco no haber usado mis mejores zapatos. Dios, perdóname por estos pensamientos. Venga, Marcus, concédele tu atención.
Con dos patadas, la puerta se desplomó. Junto con ella, un pequeño grito se escuchó, seguramente de la vecina escondida.
—Zaid, ¿dónde estás? —susurró la mujer con una mezcla de miedo y esperanza.
Me acerqué con la mujer temblando a mi lado. Comenzamos a revisar una habitación, y de repente, en una habitación con dos camas, un niño salió a toda velocidad, abrazando a su madre. Ella se soltó de mi mano, y, aunque había sentido su presencia como un anhelo de protección, ahora sentía la fría realidad de la separación.
—¡Mamá, mamá! —decía el niño mientras se abrazaba a su madre. Sin darme cuenta, un golpe me sorprendió en la espalda.
Yusef
—¡Mi lady, ya estamos en su humilde morada! —dije a la señora mientras le abría la puerta para salir.
—Oh, Shakespeare, ¿vas a empezar a hablar así? —dijo Mehdi con burla.
—¡Parad los dos, necesitamos volver a casa rápido! —ordenó Mahmod.
Frente a nosotros, Christopher asomaba por la ventana, y le hice una señal para que saliera con nosotros.
De repente, escuché un ruido familiar, uno que tenía grabado en mi mente.
—¡Emboscada! —grité en dirección a Mahmod, al comenzar a escuchar los balazos. Mi instinto me llevó a abrir la puerta del coche y meter a la señora dentro del vehículo.
—¡Hermano! —dijo Mehdi.
—¡Mehdi, al coche, ahora! —grité, mientras Mahmod abría la puerta del coche para usarlo como escudo.
Sacamos nuestras pistolas.
—¿Qué es lo que tienes en este coche? —me preguntó Mahmod a gritos mientras nos agachábamos para esquivar balazos.
—Lo bueno: un fusil francotirador.
—¿Lo malo? —me cuestionó.
—Que todo está en el falso maletero, así que si vamos por ello, también recibiremos una bala.
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Sombras de Lealtad
Teen Fiction"La tragedia nos dejó reducidos a tres almas, luchando por encontrar sentido en un mundo empeñado en arrebatarnos la felicidad." En el corazón de Turín, donde las sombras de la historia se funden con la belleza del paisaje, tres almas solitarias con...