Capítulo 6.

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(...)

—¿Qué onda? —Saludé al ojiverde con la mano.

—¿Todo bien? —Me sonrió.

—Si, ¿vos? —pregunté mientras bajaba mis cosas del auto.

—Bien, bien —respondió —. ¿Y tú amiga? —consultó dudoso.

Yo sonreí encantada con la pregunta.

—Bien ¿por? —interrogué.

—Ah, no, por nada. —Negó nervioso.

—Ah, que lastima. —Hice un leve puchero.

—¿Lastima por qué? —habló interesado.

Nadie se resiste a Pilar.

—Ah, no sé, pregúntale a ella. —Sonreí juguetona —. Y no tengas miedo, no te va a cortar el rostro, siempre quiere hablar con vos —la mandé al frente.

—¿Posta? —Levantó las cejas sorprendido.

Asentí sin quitar la sonrisa de mi rostro.

No sé de dónde salió Ivan, pero le tocó el hombro a su amigo para llamar su atención.

—Nos vemos después, Rodri —me burlé despidiéndome.

—Nos vemos, Emi —dijo de la misma forma.

Pude ver de reojo a Ivan mirando a su amigo con una expresión molesta.

Caminé hasta la entrada buscando a mi amiga en el proceso.

—Amiga —la saludé con voz aguda cuando la vi —. ¿Adivina quien me preguntó por vos hoy? —dije emocionada.

—¿¡Rodri!? —Pegó un saltito.

—¡Si! —la seguí.

—¡Ay, me muero! —chilló.

Semanas después.

De a partir de ese momento de quiebre es normal cruzarnos a Rodrigo, saludarlo y mantener una charla con él. De hecho, es mil veces más copado que su amigo el maltratado, aka Ivan Buhajeruk, aka ojitos de bambi, aka estúpido de mierda, aka la cosa más linda que habita la tierr... así no era.

Rodé los ojos harta de mis pensamientos.

Para rematar hoy llegué extremadamente tarde, lo que significa que no conseguí lugar en el estacionamiento.

Miré la esquina de asfalto donde estaba segura que había dejado mi lindo auto.

¿Tengo alzheimer?

Podré ser extremadamente linda por lo que me pueden tachar de tarada, pero solamente soy linda, no tarada.

Me acerqué al lugar para inspeccionarlo mejor.

Me agaché con cuidado cuando vi un papelito en el piso.

¡Se llevaron mi auto!

Saqué el celular de mi cartera indignada y marqué el número de mi papi.

—¡Papi, se llevaron mi auto! —lloriquee a penas Victor me contestó.

—¿Cómo que se llevaron tu auto, mi cielo? —preguntó tranquilo.

—¡Si, me dejaron un papelito! —Lo sacudí al aire.

—¿Qué dice el papelito?

—Tiene el dibujito de una grúa. —Hice un puchero —. Queda en la loma del orto —me quejé cuando leí la dirección.

—Mi vida, no te puedo ir a buscar, ¿esta con vos Pilar? —consultó.

—No, hoy iba a la casa de su hermano —masculle.

—¿Y tenes la tarjeta azul que te di por las dudas? —inquirió.

—No, no decía el nombre de ningún banco ¿para que la quiero? —dije obvia.

—Eso sirve para viajar en el transporte público, ya te expliqué —recriminó.

—¡No, pa! Antes muerta que ir en ese camión lleno de personas que no conocen el agua ni el jabón. —Lloré.

Si, en algún punto de la conversación empecé a llorar.

—Por más que te quiera ir a buscar no puedo, y tengo dos horas de viaje hasta allá, tomate un uber, un didi, un taxi, algo —explicó.

—¿Que son esos nombres de tan poca clase? No me gustan. —Arrugué la nariz.

—Por favor, hace lo que te digo, ahí te mando un tutorial ¿si? —insistió.

—Deja, me voy a caminando —hablé enojada.

—Son las seis y media de la tarde, seguramente no comiste nada, hacen treinta grados y tenes más de cuarenta minutos caminando hasta casa —enumeró los motivos por los que no tengo que ir caminando.

—No me importa, y si comí, Pilar me trajo galletitas que cocinó su mamá —retruqué —. Además quiero tomar un poco de aire, nos vemos en casa, chau. —Corté.

¡No quiero tomar un poco de aire!

Solamente dije eso para que mi papá no se preocupe.

Cerré los ojos y solté aire.

Con el dorso de mi mano sequé mis lágrimas con cuidado, intentando que mi maquillaje no se corra.

—¿Por qué me pasan estas cosas a mi? —me pregunté mientras empezaba a caminar —. La vida es una mierda. —Guardé el papel en mi cartera —. Ojalá se queden sin trabajo por cagarme la tarde —balbucee.

Para disfrutar la caminata saqué mis airpods y puse música.

No me importa cuanto tiempo haya pasado, amo y siempre voy a amar a One Direction.

(...)

¿Cuánto tiempo se supone que tenía hasta mi casa?

¿Cuarenta minutos?

Porque hace como dos horas que no me encuentro.

Prendí mi celular viendo que son casi las nueve de la noche. Si mi papá se entera me mata.

Si le digo a Pilar que me perdí es obvio que lo primero que va a hacer es acusarme con mi papá y... no tengo más amigas.

Lo único que me queda es ubicarme con Google maps, aunque me haya traído hasta acá yo se que me va a sacar de esta.

—¿Por qué? ¿Por qué? —susurré cuando se hicieron las diez de la noche y seguía sin ubicarme.

Golpeé la pantalla de mi celular como si eso fuera a hacer que reaccione.

—¿Dónde mierda me estas llevando, Siri? ¿Me podes explicar? —hablé enojada.

Dentro de una hora y media aproximadamente mi papá va a llegar a mi casa y no me va a encontrar ahí.

¡Le va a dar un infarto!

Volví a refregarme los ojos. Tuve que sacarme hasta la última gota de maquillaje con agua micelar porque no pude soportar el llanto.

Bullying; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora