Capítulo 39.

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(...)

—Cerra el orto, Rodrigo —exigí escondiendo mi cara en el cuello de Ivan.

En el sorteo para ver quien manejaba perdió el enano y como no estuvo nada conforme con eso se empeño en mantenernos despiertos todo el viaje.

Lo odio.

—¡Ey, me conocen porque siempre estoy en modo diablo! —cantó ignorandome.

—Mira que lindo descampado para dejar su cuerpo ahí tirado. —Ivan señaló la ventana con inocencia.

—¿Cuánto falta? —Pilar se quejó.

—Faltan dieciocho horas —informó Rodrigo animado.

Les dije que era muy lejos como para ir en auto.

Resoplé cansada.

—Dormí —susurró el pelinegro dejando un beso en mi cabeza.

—No puedo. —Acaricié su cuello con mi nariz.

—Intenta. —Rozó gentilmente mi espalda.

—¿Puedo arriba tuyo? —pedí ansiando estar más cerca de él.

—¿Eh? —soltó nervioso.

—Nada, era joda —me retracte rodeando su abdomen.

—¡Mi mamá me dijo que no sea como eso blanco! —gritó Rodrigo.

Va a ser un viaje duro.

(...)

Respiré hondo sintiendo como la brisa marina chocaba contra mi cara.

El ruido de las olas es muy relajante.

—El amanecer, endiablado hasta las diez —cantó Ivan por lo bajo.

—Toma esto, beba, voy a envenenar tu ser —lo seguí.

—Viste que te terminaron gustando —dijo Ivan satisfecho.

—Si. —Lo miré —. Gracias a vos. —Sonreí.

Los pequeños rayos de sol que empiezan a asomarse hacen brillar sus ojos.

—¿Por qué me miras así? —susurró avergonzado.

—¿Así cómo? —Me acerqué a él.

—No sé —susurró mirando mis labios —. Me haces sentir querido.

Me besó tímidamente.

Sus besos siempre están cargados de amor y sentimientos que me enceguecen.

¿Lo hago sentir querido?

Rompimos el beso, pero mantuvimos la cercanía.

—Yo te quería decir algo. —Tragó saliva nervioso.

—¿Qué? —Acaricié su rostro.

Ivan tomó aire y lo soltó intentando calmarse.

Narra Ivan Buhai.

Sé que no tendría que hacerlo ahora, pero mi corazón lo quiere más que nada.

Cada segundo que paso al lado de ella son los más felices de mi vida.

Estoy perdidamente enamorado de Emilia y deseo que ella me corresponda.

—Emi, yo te amo —confesé entrelazando nuestros dedos —. ¿Querés ser mi novia? —Miré con atención sus ojos.

Mi pecho se contrajo cuando su expresión no fue la que me esperaba.

Sus ojos gritan miedo.

Mi garganta se cerró sin saber como retractarme.

Bullying; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora